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CRITICA
Por: PACO CASADO
Acostumbrado al escándalo tras hacer '9 semanas y media' (1986), 'Atracción fatal' (1987) y 'Una proposición indecente' (1993), Adrian Lyne no ha tenido inconveniente en enfrentarse a una nueva versión de la famosa novela del ruso Vladimir Navokov y tampoco de que la comparen con la anterior, la 'Lolita' (1962), que dirigió Stanley Kubrick.
La historia se repite. Casi todas las dificultades que el film de Kubrick tuvo para su exhibición las está teniendo ahora Lyne con el suyo, que tiene problemas para verse en Estados Unidos, cuando acaba de estrenarse en la libertina Europa sin ningún reparo.
La verdad es que esta vez Lyne se ha mostrado muy comedido con respecto a los títulos citados con anterioridad, ya que en su afán de adaptar lo más fielmente posible la novela de Navokov se ha olvidado de hacer escenas eróticas fuertes, basando todo el morbo en la relación que lleva a cabo el maduro profesor Humbert Humbert con la adolescente Lolita, de 12 años de edad.
Hay algunas diferencias con respecto a la versión de Kubrick, que hemos de confesar tenemos algo olvidada, y no sabemos tampoco las que pueda haber con la novela, que no hemos leído.
Sí recordamos que Lyne ha añadido el prólogo en torno a Annabel. Así estamos más libre para analizar la cinta de Lyne sin prejuicios literarios.
La película peca de excesivo metraje, entreteniéndose hacia la mitad de la misma en demasiados viajes y en una relación que se estira mucho, abreviando en cambio la presencia de otros personajes, como la madre o el perverso Clare Quilty, verdadero corruptor de Lolita, con más protagonismo en la de Kubrick.
No nos convence la excesiva atracción enfermiza que siente ese hombre adulto por una alocada adolescente inmadura como es Lolita, o tal vez resulte que sigue siendo un niño, que no olvidó el primer amor y no llegó a ser mayor.
Todo ello hace que el film nos resulte totalmente plano, sin apenas emoción y frío en su exposición, de lo que se contagia no sólo la música de Ennio Morricone, sino también el trabajo de los principales actores.
Cuenta en cambio con una cuidada belleza poética en la fotografía.
A Jeremy Irons le van bien estos personajes torturados, mientras que Dominique Swain aporta la vitalidad de su juventud más que una auténtica interpretación, mejor está en el breve papel de 'Cara a cara' (1997), que no obstante ganó el premio Artista joven.
Los demás cumplen con sus complementarios cometidos.
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