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CRITICA
Por: PACO CASADO
Este es el tercer largometraje en el que la siniestra y fea muñeca del universo Expediente Warren es protagonista.
Esta vez los fenómenos paranormales que desencadena esta criatura diabólica afecta directamente al matrimonio americano de renombrados demonólogos formado por Lorraine y Ed Warren que, decididos a evitar que Annabelle cause más problemas la encierran bajo llave en una vitrina bendecida por un sacerdote en el sótano de su casa.
La muñeca Annabelle tuvo su origen en un supuesto caso real que investigó el matrimonio Warren, lo que se dio en llamar El expediente Warren.
El diabólico juguete ya tuvo una primera película en solitario Annabelle (2014) que dado su éxito, como versión femenina de 'El muñeco diabólico', repitió en una secuela con Annabelle Creation (2017) en la que la maldita muñeca seguía haciendo de las suyas.
Pero el plan de los Warren no saldrá bien, claro, porque una terrorífica noche Annabelle conseguirá despertar a los espíritus malignos y su nuevo objetivo en esta ocasión será la hija de éstos, Judy y sus dos amigas.
Ahora vuelve de nuevo para seguir haciendo estragos, pero esta vez se le ha querido dar a la historia un tono más juvenil, ya que aquí las que están implicadas en el juego son las tres chicas, prácticamente adolescentes, que se dejan llevar por la curiosidad sin saber que se meten en líos.
El matrimonio Warren va a salir fuera un par de días y dejan a Judy, su hija de diez años, a cargo de una canguro, Mary Ellen, que se ocupará de recogerla del colegio y de cuidarla esa noche.
Para acompañar a la baby sister se añade una amiga, Daniela, que siente curiosidad por saber qué es lo que hay en una habitación a la que está prohibido el paso, donde se guardan, bajo llave, todos los objetos con poderes diabólicos obtenidos en las investigaciones demoníacas que ha llevado a cabo el matrimonio.
Daniela no para hasta dar con el paradero de las llaves de la habitación y a partir de ahí, cuando abre la vitrina en la que está encerrada la Annabelle, empezarán a pasar cosas nada agradables y más bien horrorosas, cuando el espíritu maligno atrapado en ella queda en libertad.
El padre de Daniela, que ha muerto, le habla a ella, pero no será lo único que ocurra, objetos que se mueven solos y se caen, tocadiscos que se pone en marcha de repente, apariciones de Annabelle en los sitios más insospechados, golpes de efecto y subida de la música para provocar los sobresaltos propios de los films de este género que suelen ser habituales en cada producción que se precie.
Es en la última parte donde mayormente se acumulan todos los terrores de esta historia, mientras que la primera parte transcurre más o menos tranquila hasta que los hechos se desatan.
¿Es en esta ocasión la intención de rebajar la edad de los protagonistas para identificarse aún más con el público joven que le gusta esta clase de cintas?
Queda por tanto el protagonista de esta nueva entrega en las manos de las tres jóvenes actrices Madison Iseman, Katie Sarife y McKenna Grace que se reparten los miedos en esta ocasión.
Esta vez la dirección le ha caído en suerte a Gary Dauberman, guionista que es un especialista en idear argumentos de terror, que ya escribió los de los dos capítulos anteriores y que vuelve a hacerlo de nuevo en éste con la particularidad de que también se ha encargado de la realización debutando así en el largometraje, que imprime a la película algo del tipo de terror de los años setenta, con demasiados lugares comunes.
Cinematográficamente no aporta nada nuevo, con una fotografía muy colorista y con las consiguientes escenas nocturnas para dar más miedo, pero evitan al mismo tiempo que sea más clara en la exposición de los efectos especiales que se emplean para ello.
El film está dedicado a Lorraine Warren que falleció en abril a los 92 años, antes del estreno de la misma. Ed falleció en 2006 a los 79 de edad.
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