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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando Grace, una joven de cuna humilde, se casa con Alex Le Domas, su nuevo y rico marido, tras dieciocho meses de relaciones, debe hacer frente a una tradición ancestral para todos los que se incorporan a esta excéntrica familia que está compuesta por Becky y Tony que son los padres, cuyos hijos son Daniel, casado con Charity y Alex que acaba de contraer esponsales con Grace; también hay una hija, Emilie, casada con Fitch, que llegan tarde a la ceremonia, y finalmente la última integrante de este grupo familiar es la amargada tía Helene.
La tradición dice que esa noche a las 12 en punto han de participar todos los componentes de la familia, incluida la nueva miembro, que sacará una carta de una baraja que indicará un juego al azar, en el que la imponente gran mansión será el escenario del que nadie podrá salir hasta la llegada del nuevo día con la salida del sol.
La familia ganó su enorme fortuna gracias a los juegos de mesa, pero Alex no le había dicho nada a de ello a Grace antes de dar el sí, por lo que inocentemente se ve implicada a seguir la tradición, sin sospechar en qué consiste el juego, y qué es lo que le espera, que no es otra cosa que una auténtica cacería humana en la que ella es la víctima y todos los demás sus cazadores, provistos cada uno con una de las armas del abuelo.
Ella luchará hasta el final por seguir con vida y así cambiar la tradición y las reglas del macabro juego del escondite.
Grace esperaba que fuera una familia disfuncional pero no que estuviera compuesta por unos locos y asesinos.
Salvo un prólogo en el que conocemos a algunos de los miembros de la familia y la celebración de la boda, la mayor parte del metraje se centra en este juego macabro y sangriento de principio a fin.
Grace es la protagonista quien tras descubrir la verdad que se oculta detrás de su nueva familia política se convierte en la heroína de esta historia, teniendo que luchar contra todos si quiere permanecer con vida.
Hay una cierta connotación con La semilla del diablo (1968), de Roman Polanski, en el aspecto en que los vecinos de aquella eran los componentes de una secta del diablo y aquí los que han hecho un pacto con él son los miembros de la familia, lo que no les libra de terminar todos en una auténtica orgía de sangre, pero la distancia artística entre una y otra está a años luz.
La dirección corre a cargo de los norteamericanos Matt Bertinelli-Olpin y Tyler Gillett que con el productor ejecutivo Chad Villella forman un grupo conocido como Radio Silence, que siempre trabajan juntos, y en este caso tratándose del género de terror con un exiguo presupuesto de seis millones que ya se ha multiplicado por ocho en la taquilla mundial.
Ambos debutaron en la realización de un largometraje completo con El heredero del diablo (2014), aunque con anterioridad habían participado en fragmentos de otros films, realizado varios cortos y dos series de televisión.
Anotamos que le falta fuerza a la hora de la puesta en escena con un guion muy previsible desde el momento en que comienza el juego en el que algunos han querido ver una crítica a la diferencia de clases, a los matrimonios por interés, a los nuevos ricos de la alta sociedad.
Entre sus rostros más conocidos de la interpretación están Samara Weaving, Adam Brody y Andie MacDowell, esta última es la primera que hace una de este género.
Un entretenimiento y diversión para los amantes del terror.
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