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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es la cinta francesa de la semana, esta vez dirigida por Cédric Klapisch en la que los protagonistas son dos personas con dos caminos que, sin saberlo, toman una trayectoria que los llevará a la misma dirección.
Son dos almas solitarias, que viven cerca, compran en la misma tienda, usan el mismo metro, pero todavía no se han encontrado.
Rémy Pelletier y Mélanie Brunet tienen unos treinta años y habitan en el mismo barrio de París, casi pared con pared y no se conocen, ambos padecen del sueño.
Ella vive sola en su piso, trabaja en un laboratorio y se le ha encargado que haga la presentación de su última investigación científica sobre el cáncer y siempre tiene sueño a pesar de dormir mucho.
Es una mujer soltera, solitaria, y aconsejada por sus amigas acude a citas concertadas a través de las redes sociales, que nos suelen complicar la vida, y generalmente les resultan fallidas, cuando no aburridas con el chico de turno.
Las conexiones con la familia no son muy fluidas; en París está una hermana y la madre se marchó a un pueblo donde vive con un hombre que al parecer no les cae bien y apenas si tienen contacto, ni siquiera en Navidad.
Por su parte él es un poco melancólico, vive solo en su apartamento, tiene un trabajo no cualificado en una empresa en la que han despedido a la mayoría de los trabajadores para modernizarla a bases de robots, pero él se ha librado y se siente culpable por ello.
Él lucha por hallar una conexión con alguna chica, aunque no tiene mucha vocación de tener compañía, por lo que no se preocupa mucho de buscarla.
De vez en cuando se ve con su hermano y el resto de la familia en el pueblo, en momentos puntuales, ya que los padres no viven en París y aún mantienen el recuerdo de uno de sus hijos que falleció.
Ambos son víctimas de la soledad de las grandes ciudades, en unos momentos en los que estamos todos hiperconoectados, en donde encontrarse debería ser más sencillo, pero es lo que suele pasar.
A los dos se les recomiendan que acudan a un psicoterapeuta, él por aquello de las depresiones en las que cae con frecuencia.
Ella por su lado también visita a una psicoterapeuta para arreglar sus problemas, pero los métodos que siguen no acaban de sacarles a ninguno de los dos de sus trastornos existenciales.
La película habla sobre la necesidad del amor y de ser amados, de las redes sociales, de los sentimientos, del aislamiento, de la depresión, todos estos tema metidos en una comedia con dosis de drama.
El director de Una casa de locos (2002) y Las muñecas rusas (2005), Cédric Klapisch, nos presenta esta cinta en la que nos va narrando en paralelo la situación de los dos principales protagonistas de esta historia, sin que en ningún momento lleguen a conocerse e intimar, algo que está esperando el espectador desde el primer minuto de la proyección, pero tal vez por no caer en lo de siempre de las situaciones del cine romántico, en chico encuentra chica y se enamoran, eso no ocurre salvo al final en los títulos de crédito, por lo que si ligan o no eso será otra historia.
El guion nos ofrece situaciones que no son interesantes, rutinas cotidianas, ni las más divertidas y a veces resultan algo repetitivas, con un ritmo lento, sin muchas variaciones, mientras coquetea con el mundo de la psiquiatría.
Describe bien a los dos principales protagonistas, ambos son bastante apocados y no muy desenvueltos, en esta reescritura para el retrato generacional y sus relaciones con sus respectivas familias que en ambos casos no son las mejores.
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