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CRITICA
Por: PACO CASADO
Llega a las carteleras españolas la muy feminista producción 'Dios es mujer y se llama Petrunya' (2019), de Teoma Strugar Mitevska, no en vano tanto la dirección, el guion, como la fotografía están en manos de mujeres y además da voz a una mujer, un atrevido personaje que pone en entredicho los viejos cimientos de su pequeña ciudad en la que vive.
Entre la comedia y el drama cuenta la historia que sucede en Stip, un pequeño pueblo de los Balcanes, en Macedonia, donde existe una cultura muy machista y tradicional, que supone una pesada rémora.
Cada mes de enero, en el día de la Epifanía, el 19 de enero, el sumo sacerdote ortodoxo lanza una cruz sagrada de madera a las aguas locales del río en una ceremonia en la que varias docenas de hombres se meten para conseguirla.
Está bien conservar la tradición para saber de dónde venimos, pero eso no debe ser óbice para crear un mundo actual más justo.
Desde la época medieval la población cree que aquel hombre que la encuentre, y consiga hacerse con ella, tendrá garantizada la buena suerte, la fortuna y la prosperidad en general durante todos los días del año.
Pero en esta ocasión no hay tal hombre ya que la cruz la ha cogido una mujer macedonia, de 32 años, soltera y poco agraciada llamada Petrunya, una perdedora que vive con sus padres, lleva mucho tiempo desempleada, sin encontrar trabajo, a pesar de tener una educación superior con un título universitario de Licenciada en Historia.
La cruz le cayó cerca, y ella que estaba en la orilla se lanzó para conseguirla, en contra de la tradición que dice que únicamente pueden participar en la competición los hombres.
Tras participar en esta tradición ancestral de su pueblo, se convierte en ganadora y ve cómo los hombres de esta sociedad anclada en viejos modelos y valores se ponen en su contra.
En este entorno conservador el resto de sus competidores masculinos tienen todo el derecho a estar enfadados en contra de ella, levantando un gran alboroto en la población, porque cómo se atreve una mujer a participar en este ritual tradicionalmente masculino y lograr lo que ellos no fueron capaces de conseguir dejándolos en ridículo.
Todos piensan que se ha producido un escándalo, un sacrilegio, una indignante provocación, según el lado por donde se mire.
La tormenta estalla pero Petrunya insiste en que ella es la ganadora y se mantiene firme con la cruz en su poder y no está dispuesta a devolverla ya que limpiamente la consiguió antes que nadie y además le costó un chapuzón vestida.
La historia no es ninguna invención de las guionistas en este caso, que no hacen más que reflejar un insólito hecho real, que en 2014 originó muchos comentarios sociales sobre las tradiciones religiosas, sobre el machismo aún existente e irradicable, sobre la rebeldía y la resistencia contra la tradición.
En el desarrollo se produce el enfrentamiento de los hombres contra ella y contra la Iglesia que de alguna manera rompe la tradición y se pone de su parte porque ella no roba la cruz, la gana limpiamente, por lo que no la pueden denunciar a la policía, que tampoco se implica, ya que no hay motivos para detenerla, y por otra parte los padres de ella están preocupados al saber que está en la comisaría local, aunque realmente no está detenida, sino que el comisario dice que está allí por su seguridad, por protegerla de la turba que hay fuera que está en su contra.
El film denuncia que en esas poblaciones pequeñas aún están muy arraigadas ciertas costumbres y tradiciones que como se demuestra aquí es peligroso romperlas, si no se quiere alterar la paz social, como también el desequilibrio existente entre los sexos.
Está dotada de un gran sentido del humor que es la mejor forma para transmitir un mensaje feminista de igual y justicia entre hombres y mujeres en esta sátira sobre la tradición y la modernidad.
Aunque no se especifica cuándo sucedió este hecho, pero sabemos que fue en 2014, lo que asevera por los teléfonos móviles que es una época reciente.
No obstante el guion alarga demasiado la anécdota argumental y la polémica que se genera entre el pope, la policía, Petrunya y el pueblo, para al final dar una solución sencilla que podía haberse producido antes y no originar semejante alboroto, lo que pone en entredicho los poderes de la policía, la Iglesia, la justicia y hasta la prensa.
La dirección corre a cargo de la cineasta de 45 años Teona Strugar Mitevska, lo cual resulta cuando menos extraño en un país tan pequeño como Macedonia que lleve ya cinco largometrajes en su haber, ninguno conocido en España, hasta éste, que pone en escena con profesionalidad, como igualmente actúa Zorica Nusheva en el papel Petrunya con el que debuta en el cine.
Premio Guild Film y Premio del jurado Ecuménico en el Festival de Berlín. Mejor cinta en el Festival Motovun. Premio Vesna en el Festival de Eslovenia. Premio mejor actriz Zorica Nusheva en el Festival de Sevilla.
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