, . |
|
CRITICA
Por: PACO CASADO
Es una acertada y valiente crítica de la intolerancia del espíritu MacCarthysta de muchas colectividades norteamericanas.
La acción se sitúa en un pueblucho de Arizona, terminada la Segunda Guerra Mundial, que posee un pasado terrible que desean mantener en secreto por medios violentos si es necesario, que constituye una de las mejores obras de este director.
Desde que John J. Maccreedy, un forastero con un solo brazo, se baja del tren en Black Rock, un remoto caserío en busca de Kamoko, un granjero japonés desaparecido en extrañas circunstancias, siente un escalofrío por parte de sus habitantes.
El lugar es apenas una mota en el mapa y apenas nadie llega a ese lugar y pronto descubre que el pueblo está en su contra ya que es evidente que algo tienen que ocultar
S u investigación provoca un alboroto de rabia y cólera entre las gentes del lugar.
Drama social que critica la xenofobia y el racismo mostrados por el pueblo norteamericano contra sus compatriotas de origen japonés tras el ataque a Pearl Harbor.
Toca el tema del miedo y la culpabilidad, repartida en una sociedad dominada por la violencia, y se centra en un episodio poco tratado por el cine norteamericano: la presencia de colonos japoneses en América y sus vicisitudes cuando los Estados Unidos entraron en la guerra contra Japón.
Narrada con concisión y precisión admirables, combina elementos del western y el thriller, con una situación casi teatral, desarrollándose en un sólo pueblo y en escasos lugares del mismo como decorados de la acción.
John Sturges mantienen la atención y el interés desde que comienza la película hasta que termina, sin efectismo, sin sobresalto, ni truco, sino llevando la acción dramática por honrados derroteros y exponiendo con suma claridad el problema planteado.
A pesar de estar realizado el film para una las productoras más potentes como M.G.M. con mayor potencial económico y con la ventaja de tener un buen plantel de actores, Sturges mantiene la sobriedad de la cinta y no echa las campanas al vuelo en busca de una fácil comercialidad.
Da sus toques de atención, satisface al espectador ávido de espectáculo, pero éste no tiene por menos que mantenerse en silencio, ensimismado por lo que contempla, con una acción llevada a cabo con naturalidad y sin aspavientos.
En su reparto cuenta con un buen puñado de notables actores, algunos jóvenes aún que entonces ya eran buenos, caso de Lee Marvin, tal vez el ejemplo y la demostración más clara de lo que decimos.
Con más veteranía en esa misma línea de calidad está Robert Ryan en el papel de un fascista cuya declaración de principios haría las delicias del infausto senador McCarthy y Ernest Borgnine y sobre todo Spencer Tracy.
Otros en cambio desaparecieron pronto del panorama cinematográfico como John Ericson y Ann Francis.
Posee un buen empleo del color y uso de la espléndida fotografía de William C. Mellor que es un ejemplo de magistral empleo del formato Scope, mientras que la música tiene un tono más anticuado.
Una película en la mejor línea del cine de John Sturges director de estupendos títulos como Duelo de titanes (1957), El último tren de Gun Hill (1959), Los siete magníficos (1960) o La gran evasión (1963).
Premio en el Festival de Cannes a Spencer Tracy. Nominados al Oscar la dirección, el guion y Spencer Tracy.
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
BANDA SONORA
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
AUDIOS
PREMIERE