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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine de terror y los efectos especiales parece que están de moda en las preferencias de los espectadores y en este caso se unen ambos en esta producción calificada como un thriller sobrenatural, increíblemente dirigida por un realizador que había adquirido cierto prestigio realizando cine de acción, ya sean policíacos como Máximo riesgo (1993), La jungla 2: Alerta roja (1990) o de aventuras como La isla de las cabezas cortadas (1995) o Deep Blue Sea (1999).
En esta ocasión cuenta la historia de cuatro alumnos de la Academia Spense, en Nueva Inglaterra, que son descendientes de los primeros pobladores de la región, a comienzos del siglo XVII, conocidos como los Hijos de Ipswich, que gozan de unos innatos poderes especiales sobrenaturales.
Cuando llega Chase Collins, un quinto alumno que también los tiene, y que trata de convertirse en el líder del grupo, descubren que el descendiente de la quinta familia que creían desaparecida no ha sido así.
A partir de ese momento comienzan a sucederse muertes en el internado y a luchar entre ellos para eliminarlo.
Aún admitiendo lo increíble del tema, el guion se limita a dar la posibilidad de exhibición de esos poderes sobrenaturales a través de los efectos especiales sin apenas más contenido, ni definición de los juveniles personajes, que hasta se confunden en el aspecto físico.
La película está hecha de cara a los espectadores juveniles que gustan de esta clase de producciones donde se dan cita el terror, las muertes violentas e increíbles y los efectos especiales.
En este sentido agrupa a una nueva camada de actores jóvenes que apenas han debutado en films anteriores.
Renny Harlin dirige mecánicamente y la verdad es que con producciones como ésta su estimación irá a la baja cada vez más de seguir por ese camino.
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