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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta película está basada en un caso real de donde extrajo su novela Alan Burges, en torno a la intrépida misionera Gladys Aylward, una mujer británica que cruzó China con un centenar de niños ante la inmediata invasión nipona en los difíciles años 30.
Inspirada en el sueño de ser misionera, esta criada inglesa, se marcha a China donde abre un albergue para los agotados y hambrientos viajeros que cruzan los solitarios caminos de las montañas.
Poco a poco consigue abrirse paso y ganarse la confianza de los nativos, que inicialmente se oponían a ello, y de un coronel y convertir al cristianismo a un poderoso mandarín.
No obstante su mayor hazaña fue la antes mencionada travesía de China con los niños sin hogar para lograr un lugar seguro para ellos teniendo que cruzar territorio enemigo.
Fundamentalmente desde tres puntos de vista se podía haber realizado este film.
Podía haberse destacado primordialmente el elemento épico que contiene el argumento del esfuerzo enorme que hizo esta mujer.
Haberse considerado desde el punto de vista más lírico, del amor tan profundo que Gladys sentía por sus semejantes, y finalmente la postura intermedia, la de conjugar ambos valores sin hacer que sobresalga uno sobre el otro.
Esta última es la que ha elegido Mark Robson.
El argumento, verídico en sus detalles más importantes, tiene una fuerza conmovedora, sobre todo en la figura de su protagonista, por las enormes virtudes humanas que la adornan, porque en el momento de escribir esta crítica Gladys aún vive en China.
Sobre este argumento, del que tal vez se hubiera podido sacar más partido, Isobel Lennart ha construido un guion sin complicaciones, de línea sencilla, en el que las reacciones humanas están más justificadas por el sentimiento que por la pura razón.
Los personajes están muy bien definidos, siendo el que menos el de Curd Jürgens, y nos producen una sensación de veracidad en todas las situaciones.
Mark Robson, desde su postura de director, ha llevado la cinta un poco desordenadamente, aunque con el suficiente talento de un hombre que sabe de cine, pero sin preocuparse en ningún momento de conseguir nada fuera de serie.
A pesar de esa poca fuerza de la dirección, que sólo se aprecia en algunas escenas, por su inspiración y por su perfección de realizador en otras, destaca la marcha de los niños y la secuencia del bombardeo, la película se salva, superando en este aspecto la medianía, para convertirse en algo interesante.
Por su extensa duración se hace un poco lenta al alargarse demasiado con la caminata de los chiquillos.
Si Robson hubiera usado más la elipsis cinematográfica, la construcción total rítmica el film aumentaría mucho en sus valores de realización.
Al contar con Ingrid Bergman, en uno de sus mejores trabajos, ya había mucho ganado, porque sobre el papel era un personaje que le venía a la perfección.
Pero ella ha superado todo lo que se esperaba dándonos una interpretación perfecta y llena de matices de la heroica figura de Gladys.
Robert Donat, en su último papel en el cine, cala profundamente en su simpático y delicado mandarín, a pesar de su edad, con momentos de sensibilidad muy conseguidos.
De los tres actores principales el más frío es Curd Jürgen, en parte porque se ha tenido más en cuenta para elegirlo su parecido físico que su posibilidad de expresar el tipo.
Con la música Malcolm Arnold se anota otro triunfo popular parecido al de El puente sobre el río Kwai (1957), con la Marcha de los niños y con el tema central de la cinta.
La fotografía en color de Freddie Young, aunque es bastante aceptable, falla en algunos momentos.
Ganadora de un Globo de oro. Nominado al Oscar Mark Robson. Premio National Board of Review a Ingrid Bergman y mención especial para Robert Donat. Nominados al Globo de oro Ingrid Bergman y Robert Donat. Nominados al Bafta Curd Jürgens, Ingrid Bergman y el guion.
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