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CRITICA
Por: PACO CASADO
Las cinematografías orientales también están siendo asaltadas por el cine norteamericano para hacer nuevas versiones y no siempre de películas de terror, sino como en este caso una comedia sentimental.
El motivo de saque en esta ocasión es el film surcoreano Sworae (Il Mare), dirigido por Lee Hyun-seung en 2000, que a su vez adaptaba la novela escrita por Jiro Asada con ese mismo nombre que en aquel era el nombre de unos nuevos apartamentos a construir y en la versión americana es el nombre del restaurante donde se citan los dos amantes.
Es una romántica historia de amor con el inconveniente de la disfunción en el tiempo, lo que supone su originalidad, pero también el mayor de sus problemas.
La doctora Kate Forester deja una preciosa casa, construida a orillas del lago Michigan en acero y cristal, que tenía alquilada.
Al partir deja una carta destinada al futuro inquilino para que le remita la correspondencia que le llegue.
El siguiente inquilino es Alex Wyler, un frustrado arquitecto, hijo del hombre que la construyó, encontrándola deteriorada y no coincide con las pistas que le da Kate.
Al reparar en la fecha descubre que ella escribe desde el 2006 y él está en el 2004.
La correspondencia entre ambos continúa y a través de ella llegan a enamorarse.
La cinta supone el debut en el cine americano del director argentino Alejandro Agresti, ganador de la Concha de Oro en San Sebastián por El viento se llevó lo que (1998), conocido también por El sueño de Valentín (2002) y recientemente por Todo el bien del mundo (2004).
Los agujeros del tramposo guion del Premio Pulitzer David Auburn son paliados por la bella puesta en escena de Agresti con una estupenda planificación, con una narrativa que trata de simplificar la falta de comprensión y el esfuerzo que ha de hacer el espectador para situarse en el tiempo, con una bella fotografía y adornada con un excelente acompañamiento musical de Rachel Portman, al tiempo que saca buen partido del trabajo de la pareja protagonista, Sandra Bullock y Keanu Reves, que vuelven a encontrarse, ahora en un tema más sereno, que el dinámico de Speed, máxima velocidad (1994) de hace doce años, que da ocasión a reflexionar sobre el amor, la soledad y las relaciones familiares.
Una cinta agradable de ver pero difícil de entender por las inverosímiles situaciones de su complejidad narrativa.
Premio Hollywood a Sandra Bullosck y premio Teen Choce a la pareja Sandra Bullock y Keanu Reeves.
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