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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el año 1970, el concurso de Miss Mundo se celebra en Londres y es presentado por segunda vez, después de diez años, por el cómico Bob Hope, toda una leyenda de la comedia cinematográfica.
El certamen es el programa de televisión más visto en todo el mundo, con más de cien millones de espectadores, algo que ya no ocurre hoy en día, cuyo interés ha descendido enormemente.
En pleno directo el recién creado Movimiento de Liberación de las Mujeres, un grupo de ellas que asisten a la emisión, se levantan de sus asientos e invaden el escenario interrumpiendo el devenir del mismo y por ende la retransmisión televisiva afirmando que ese tipo de eventos de belleza degradan la dignidad de las mujeres, lo que les sirvió de la mejor plataforma para dar a conocer al mundo su existencia, aunque algunas de las invasoras fueran arrestadas por la policía y condenadas posteriormente mediante un juicio contra ellas por alterar el orden público.
Así, de la noche a la mañana, en cuestión de horas, una audiencia global fue testigo de la expulsión del patriarcado del escenario y del nacimiento del nuevo ideal de belleza occidental, el Movimiento se hace muy famoso y tres meses después de ocurrir esos hechos ya hacían la primera manifestación por las calles londinenses.
Al reanudarse el programa, la elección de la ganadora provoca un gran revuelo: no es la que hasta esos momentos era la favorita de las apuestas, la representante de Suecia, sino que ni siquiera aparece en el trío final que terminó estando constituido por Miss Israel, Miss África del Sur y Miss Granada que fue la ganadora y la primera mujer de color en ser coronada Miss Mundo.
A partir de esos momentos los cánones de la belleza femenina cambiaron y ya no es necesario ser una mujer blanca para tener un lugar en el mundo.
El guion lleva en paralelo las dos acciones, por una parte está la protagonista Sally Alexander, una feminista londinense de clase media, que tras conocer la creación de ese movimiento femenino entra en él hasta llegar a convertirse en una de sus líderes, ya que es una mujer inteligente a la que conocemos al inicio enfrentándose a un tribunal de la universidad londinense demostrando su cultura y logrando ser admitida finalmente.
Esto hace que mientras que estudia y se dedica al movimiento feminista, el marido y su madre se hacen cargo de su hija y llega un momento en que le reprocha que deje que su esposo prepare la cena y que no puede tener la misma libertad que un hombre.
La otra parte del argumento es la preparación de todas las normas y cuestiones que se llevan a cabo para la preparación finalmente del concurso hasta llegar al escenario, en cuestión de vestuario, maquillaje, ensayos del desfile y las relaciones que se establecen entre algunas de las participantes, como la charla que hay entre Miss África y Miss Granada a través de la cual conocemos la dificultad que puede tener la primera en volver a su país o que la segunda su profesión es modelo y azafata, pero su vocación es la de radiofonista, que nunca llegó a ejercer.
Philippa Lowthorpe es una experimentada directora de televisión, campo en el que ha realizado casi una veintena de series y películas televisivas, por una de las cuales fue la primera mujer en ganar un Bafta y ya lleva dos de esos premios.
Este es el segundo film que realiza para la gran pantalla y en él se identifica plenamente con el tema, teniendo en sus manos un grupo tan grande de mujeres en defensa de sus derechos y reivindicaciones de libertad para ellas.
A la cabeza una Keira Knightley en el papel de Sally Alexander que interpreta con humildad y sin nada de glamour como estamos acostumbrados a verla en otras producciones y en el capítulo masculino Greg Kinnear hace de Bob Hope y Rhys Ifans de Eric Morley, el creador del concurso de Miss Mundo.
En los créditos finales aparecen las mujeres originales.
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