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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es esta película donde la actriz Ingrid García Jonnson se convierte en el alter ego de Raffaela Carrà, una comedia musical en la que se encuentran los grandes y divertidos éxitos de la cantante italiana.
La historia comienza al inicio de los años 70 con la joven María cuando vestida de novia corre huyendo de una iglesia dejando plantado a Max, el novio, hasta que llega al aeropuerto de Roma y toma un avión para Madrid donde intentará qué hacer con su vida y realizar su sueño de ser bailarina.
Allí la encuentra desconsolada Amparo, una azafata, que le da asilo en su casa y se convierte en su mejor amiga.
Tres meses después María está trabajando como tal en el aeropuerto, en el departamento de maletas perdidas, donde conoce a Pablo, y cuando aparece la suya se la devuelve en persona y descubre que trabaja en Televisión Española, donde logra entrar en el cuerpo de baile de las Rosettes, el programa musical más popular del momento, Las noches de Rosa.
El argumento cuenta la historia de esta sensual chica joven con ansias de libertad que le gustaría ser bailarina, en un tiempo en el que España estuvo marcada por una sociedad represiva y por la censura, en los libros, en el cine y sobre todo en la televisión, como se apunta aquí.
El sencillo guion, con algunos agujeros a cubrir, y una trama que únicamente tiene la misión de enhebrar las canciones, incluye la relación que se establece entre María y Pablo y por otra parte Amparo con Lucas, que adornan la trayectoria de la pareja protagonista, al tiempo que se critican temas como la rigurosa censura que se establecía en los programas de televisión en cuestión de la moral, el sexo y el erotismo, que no permitía la exhibición de ni un centímetro de carne de más en las mujeres.
Al mismo tiempo se ponía de manifiesto el rigor en su actuación de algunos personajes como el de Celedonio, el censor, que no dejaba pasar ni una y que se arrogaba la misión de velar por la moral de los espectadores españoles, en lo que ha educado a su hijo que será su futuro sucesor en un acto de claro nepotismo.
El film, al igual como ocurría con Mamma Mia! (2008), que estaba basada en las canciones del grupo sueco de música pop Abba, en esta ocasión se apoya en los éxitos populares que interpretaba la cantante italiana Raffaela Carrà.
La cinta tiene una fotografía muy luminosa y con vistosos colores en el vestuario.
Ingrid García Jonsson, que últimamente aparece en todas las producciones españolas, forma un simpático tándem con la madrileña Verónica Echegui, en el que sobre todo esta última aporta su vis cómica y su gracejo que origina algunos de los momentos más divertidos de esta intrascendente comedia en un intento más de hacer un musical a la española.
Esta película supone el debut en el largometraje del joven cineasta uruguayo Nacho Álvarez, que posee también la nacionalidad española, tras haber realizado tres cortos en su país de origen, numerosos spots publicitarios y video clips musicales, del que sale airoso de una manera discreta, sin alarde, logrando un film entretenido para el gran público y sobre todo para los amantes de las canciones de Raffaela Carrà que gracias a las mismas esta cinta es una fiesta.
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