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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras el éxito de Trolls (2016), la primera producción, con una recaudación mundial de casi 347 millones de dólares, sobre estos divertidos personajes de peluche, de vivos colores, con los pelos tiesos que viven felices, amantes de la paz, cantando, bailando y abrazándose en Villapop, gobernados por la Reina Poppi, nos llega una segunda historia con 'Trolls 2. Gira mundial' (2020), que tras pasarse en las plataformas norteamericanas, ahora se puede ver en pantalla grande en los cines españoles.
Un día la Reina Barb, que comanda a la tribu de los Trolls Hard Rock, decide hacerse con las cuerdas de cada una de las tribus dedicadas a una especialidad de la música para hacer una sola nación donde únicamente se toque su música, el Rock and Roll, anulando así a los cinco estilos musicales restantes desde la Clásica al Pop pasando por el Country, el Techno y el Funk haciéndose así con las seis cuerdas que posee una diferente cada tribu.
Poppi recibe una invitación para acudir a la fiesta y lo hace con la mejor disposición en compañía de su amigo Branch, el Troll más pesimista de la tribu, enamorado de ella en secreto pero no se atreve a decírselo, creyendo en la buena intención de la reina Barb, cuando en realidad es todo lo contrario, que lo que pretende es hacerse con el poder de malas maneras, anulando a los demás.
El argumento lo constituye las aventuras que viven la Reina Poppi, junto a Branch y Grandullón que decidieron acompañarla en ese viaje, encontrándose por el camino de las distintas tribus que visitan que algunas ya han sido ya destruidas y en otra encuentran a Justino, que les ayuda para escapar de los cazarrecompensas enviados por Barb para atraparlos.
A lo largo de la historia surgen algunos temas y enseñanzas como ser tolerantes, buenos, respetar la diversidad y ser solidarios con los demás ya que la perfecta armonía requiere de voces diferentes, es decir, que hay que admitir a los que son distintos, o que no se nos puede quitar algo que nos surge de nuestro interior, del propio corazón como es la música, cada persona que la toque como la sienta, dejando que cada uno sea lo que realmente quiere ser.
Lucha contra la homogeneización, ya que negar nuestras diferencias es negar la verdad de quienes somos.
El film, como el anterior, está realizado a un ritmo vertiginoso que no da lugar al aburrimiento, en este caso más, porque está adornado con una gran cantidad de canciones, algunas de ellas muy actuales e incluso se versionan fragmentos de temas clásicos de las Sinfonías 5 y 9 de Beethoven o de la 40 de Mozart, aunque tan breve y de pasada que casi pasan desapercibidos.
Disfruta de una gran cantidad de luminosos colores diversos en los diferentes personajes, algunos de ellos de formas muy originales y otros ya conocidos de la entrega anterior.
La cinta seguramente hará disfrutar no solo a los pequeños espectadores, sino sobre todo también a los más jóvenes e incluso a los adultos que reconocerán las canciones originales que son muy conocidas, al tiempo que lucha contra los estereotipos con unas buenas dosis de optimismo y celebra lo que nos hace diferentes.
En la dirección repite de la primera entrega Walt Dohrn, esta vez acompañado por David P. Smith, lo que hace que el estilo sea el mismo y haya continuidad de una a otra, con la misma agilidad narrativa, con sus gotas de humor y en este caso una vez más y con mayor motivo, inundada de canciones, llenas de luz y colorido que imprime una deliciosa alegría a los ojos, a los oídos y al espíritu.
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