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CRITICA
Por: PACO CASADO
La risa está bastante ausente en la pantallas cinematográficas en los últimos tiempos, lo que se nota incluso por la falta de nuevos actores cómicos que mantengan el fuego sagrado de este tan divertido género.
Tal vez por ello cualquier película que intente la aventura de divertir al público, éste la acoge con mucho agrado, ya que le hace olvidarse de sus problemas personales, que no son pocos en estos momentos.
El tema elegido en esta ocasión es el de una parodia sobre el mito del conde Drácula, como anteriormente lo hizo sobre Frankenstein Mel Brook con El jovencito Frankenstein (1974).
De esta manera, el mítico conde es expulsado de su castillo en Transilvania por lo que tiene que emigrar a Nueva York en busca de una modelo de la que está enamorado.
El enfrentamiento con el mundo moderno de la populosa ciudad norteamericana, da pie para la crítica, en la que igual se incluye la neurosis de la sociedad moderna, la codicia, el materialismo del mundo actual, que hace que durante un apagón en el hotel donde se hospeda se roben desde los aparatos telefónicos a los sanitarios de los servicios, las alusiones a la televisión y al racismo a través de la reciente serie televisiva Raíces, y así mismo a la publicidad que todo lo invade.
La facilona parodia está llevada a cabo con algunos aciertos parciales, con varios chistes y situaciones que divierten al espectador, que ha hecho que su corto presupuesto de producción haya sido rápidamente recuperado e incluso superado con tan sólo su exhibición en las taquillas norteamericanas.
El galán George Hamilton y la televisiva Susan Saint James, incorporan los principales papeles con discreción junto a Richard Benjamin y Arte Johnson, como oponente y servidor de Drácula, respectivamente.
Tres premios de la Academia de Ciencia ficción a George Hamilton, Arte Johnson y el maquillaje. Nominado al Globo de oro George Hamilton.
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