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CRITICA
Por: PACO CASADO
Michael Bay ya no se conforma con dirigir sino que ahora también se dedica a la producción y le ha dado por los remakes de terror, tal vez por ir a lo seguro en cuando a los resultados en la taquilla.
Así produjo la nueva versión de La matanza de Texas (2003), a cargo de este mismo director, Marcus Nispel, y de nuevo lo vuelve a fichar para otro remake-secuela, esta vez del personaje creado por Victor Miller en 1980, el asesino del machete y la máscara de hockey, en Viernes 13 (1980), cuyo primer capítulo, que aquí se repite, lo dirigió Sean S. Cunningham, que ahora asume en este caso las labores de productor.
Se retoman unas escenas de las anteriores películas a manera de prólogo, en blanco y negro, se le añaden otras de unos jóvenes que instalan una tienda de campaña cerca del cerrado y abandonando campamento de verano de Crystal Lake, desafiando lo que allí sucedió en 1980 y caen todos como moscas, de la manera más desagradable, a excepción de Whitney Miller que después será buscada por su hermano Clay Miller, enfrentándose con otro grupo que va a pasar un fin de semana a una espléndida casa y volverán a ser víctimas del maldito y misterioso Jason Voorhees que ha vuelto mucho más activo y no se ha olvidado de ejercer sus mortales intenciones, ya que viene provisto de hacha, arco y flechas, espada, ballesta y un bien afilado machete.
Veintinueve años después del primer capítulo y tras una decena de secuelas, se vuelve a empezar de nuevo, tomando algunas matanzas de las entregas anteriores, añadiendo más sexo, más drogas y más violencia en los crímenes, debido a los avances de los efectos especiales, pero sin añadir nada diferente, ni siquiera una mayor lógica en los repugnantes crímenes, un poco de inteligencia en la puesta en escena o una mínima elaboración en los insulsos y manidos diálogos, con un crispado montaje que no deja ver nada.
Esto ya resulta una auténtica tomadura de pelo al espectador.
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