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CRITICA
Por: PACO CASADO
Pensamos que las distintas cinematografías están incidiendo ya demasiado en producir productos del género de terror y el público terminará cansándose.
En Antlers, una pequeña ciudad de Oregón, Julia Meadows, una profesora de literatura, que a sus alumnos les habla de cuentos, mitos y leyendas, que ha vuelto al pueblo tras varios años de ausencia para reencontrarse con Paul, su hermano, el sheriff de la localidad, que viven juntos, se empiezan a interesar por Lucas Weaver, un estudiante misterioso y distante que tiene reacciones extraña en su comportamiento escolar.
Ambos intentarán descubrir la amenaza que asecha al pueblo.
La palabra Antlers se puede traducir como cornamenta, población que entrelaza el destino de los dos personajes protagonistas de esta historia.
Existe una leyenda en el lugar de un espíritu maligno, conocido como wendigo, un monstruo de un creencia nativa americana, que puede alojarse en cualquier animal o persona convirtiéndose en una especie de ciervo de gigantescos cuernos, de ahí el nombre de la localidad.
Lucas Weaver es un niño de 12 años que en el colegio los compañeros se burlan de él y sufre malos tratos de ellos, en el que Julia ve una imagen de lo que le ocurría a ella de pequeña.
A medida que los dos hermanos van conociendo lo que ocurre, descubren que el joven esconde un peligroso secreto que podía tener fatales consecuencias.
Lucas tiene un hermano de siete años, su madre murió.
Un día encuentra un cadáver comido por las fieras.
Lucas está desnutrido y lo hospitalizan y la profesora se interesa por él.
La película está producida por el maestro del terror Guillermo del Toro y dirigida por Scott Cooper como responsable cada uno en su parcela de este film, con claras influencias del primero sobre el segundo.
La trayectoria cinematográfica de Cooper está definida sobre todo por sus cintas Corazon rebelde (2009) y Hostiles (2017) línea en la que continúa con 'Antlers criatura oscura' (2020) que es el quinto título de su filmografía en el que se dan cita los temas tratados en las anteriores, pero parece que en esta ocasión ha perdido un poco el rumbo o se trata de un producto alimenticio en el que no se ha implicado demasiado.
El guion nos ofrece un puñado de personajes bastante planos en los que los actores hacen lo que pueden con ellos.
Una sutil y adecuada partitura del español Javier Navarrete que en este caso no se limita a subrayar las escenas de terror, sino que crea el sombrío clímax necesario en las producciones de este género, que adorna en este caso la oscura fotografía de Florian Hoffmeister.
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