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CRITICA
Por: PACO CASADO
No deja de ser curioso que esta película esté realizada por el mismo equipo técnico de Operación Dragón (1973): la dirección, la fotografía, la banda sonora e incluso algunos de los actores. Lo mismo hacen una superproducción, como era Operación Dragón (1973), que un film de chinos de lujo como es este realizado por el cine americano que al mismo tiempo se prestan a rodar un subproducto de rápida filmación, realizado casi con la misma técnica de un telefilm, para la productora American International Pictures en la celebración de su 20 aniversario.
Para aquellos que conozcan otros títulos de esta productora pueden fácilmente identificar la calidad de éste, realizado con un bajo presupuesto para consumo masivo de grandes cadenas de cines a un tiempo.
Es esta la típica cinta chicle, que se mastica y se tira, se ve y se olvida.
Porque como ésta hemos visto centenares de ellas en la pequeña pantalla de la televisión todos los días.
La única diferencia es la dimensión de Panavisión que da el tamaño mayor de la pantalla y el tipo de color.
Hace miles de años y, para uso exclusivo del Emperador, los sabios chinos construyeron una estatuilla de oro que señalaba los siete puntos del cuerpo en los que, si se clavaban otras tantas agujas doradas de acupuntura, el paciente conseguía la eterna juventud y mayor poder sexual.
Una mujer la ha localizado en Hong Kong y paga a una banda de delincuentes para que la robe.
Cuando los ladrones la tienen en su poder, se niegan a entregársela, lo que le hace pensar que se trata de la estatuilla auténtica.
Sólo un hombre puede recuperarla y ese es Dan Mason.
En torno a esa estatuilla, que posee el secreto de la juventud y el vigor sexual mediante técnicas de acupuntura, se mueven una serie de personas impulsadas por un millonario caprichoso e incluso el propio Gobierno.
La rivalidad entre los grupos da lugar a múltiples peleas, traiciones, enfrentamientos, persecuciones, caos y violencia de toda clase y género; en definitiva, todo lo que hace falta para mantener entretenido al espectador durante hora y media delante de una pantalla.
En cambio el guion falla por falta de una mayor coordinación y definición de los personajes, pero como todo es tan superficial no parece que interese destacar determinados matices.
Si a esto añadimos que como sucedía en Operación Dragón (1973) Robert Clouse no ha sabido imprimirle esta vez el nervio y el ritmo adecuado, queda explicado el principal fallo de esta película.
Destaca la composición musical que para la banda sonora ha creado el argentino Lalo Schifrin que como siempre está en su línea.
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