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CRITICA
Por: PACO CASADO
Comienza la narración con la antillana Julia, una joven desclasada, inadaptada que forcejea con varios hombres que tratan de calmar su furia fuera de tono.
Ésta es una apasionada del motociclismo de competición con maquinas de 450 cilindradas que roba con gran habilidad, saliendo adelante con eso y otros trapicheos que se trae entre manos.
Durante un verano conoce a un grupo de motociclistas que circulan por la carreteras de asfalto a una gran velocidad haciendo exhibición ilegalmente con sus máquinas, casi siempre sin cascos de seguridad, que tienen que huir cuando la policía trata de evitar esos peligroso ejercicios de exhibición acrobática y en su escapada uno de ellos queda en mal estado y es trasladado al hospital en estado de coma, con una gran cantidad de heridas, donde termina muriendo.
Julia se propone infiltrarse en ese mundo dominando por hombres generalmente jóvenes entre los que le cuesta entrar, para los que de vez en cuando roba alguna moto, a las que le borran el número de serie y le ponen matrícula falsa.
Obsesionada con las máquinas de alta cilindrada, con la velocidad y las acrobacias sobre el asfalto, un mundo clandestino poblado por hombres entre los que tiene que abrirse paso a base de violencia y estar siempre alerta para conservar su puesto entre ellos y poder sobrevivir con lo que obtiene de esos robos.
Hay una subtrama que no es otra que la de Domino, el jefe que desde la prisión dirige a la banda que maneja el taller de reciclado las piezas de motos en cuya esposa y su hijo pequeño encuentra refugio Julia de vez en cuando.
La película supone el debut en la dirección de un largometraje de ficción de la joven francesa Lola Quivoron y posiblemente el conocimiento de ese ambiente le haya llevado a recrearse en esa adicción a las motos y esas peligrosas exhibiciones como último refugio de unas vidas marginales sin un determinado horizonte.
Está protagonizada por Julie Ledru, en el papel de Julia, rodeada de actores que en su mayoría no son profesionales sino personas de ese mundillo que muy bien conoce la propia guionista y directora de este film, ya que durante algún tiempo estuvo metida en ese ambiente en el que todos eran hombres.
Cuando conoció a Julie Ledru, que también estaba introducida en ello pronto vio que allí había una película poniendo en guion las experiencias de ambas.
La cinta peca de demasiadas escenas de este tipo, lo que se hace repetitiva y pesada, al tiempo que alarga en exceso el metraje, sobre todo para aquellos espectadores que no sean aficionados a las dos ruedas.
Por otra parte tiene un guion que resulta demasiado disperso, que va de un sitio a otro sin tener un rumbo determinado.
En cuanto a la interpretación siendo la mayoría no profesionales, incluida la protagonista, no se les puede exigir más de lo que han dado de sí.
Premio del jurado de la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes. Mejor largometraje francés y premio del jurado a la realización de Lola Quivoron en el Festival de los Campos elíseos. Premio Golden Puffin en el Festival de Rekiavik. Premio cinéfilos del futuro y mejor actriz para Julie Ledru en el Festival de Sevilla.
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