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SINOPSIS
Julia, una joven inadaptada, sale adelante con sus pequeños trapicheos y tiene una pasión voraz, casi animal, por el motociclismo. Un día de verano, conocerá a una pandilla de moteros aficionados al motocross sobre asfalto, una moda que consiste en conducir a toda velocidad y realizar figuras acrobáticas con la moto, casi siempre sin casco. La protagonista se infiltrará en este universo clandestino, formado principalmente por chicos jóvenes, hasta que un accidente pone en riesgo su posición en la pandilla...
INTÉRPRETES
JULIE LEDRU, ANTONIA BURESI, JUNIOR CORREIA, AHMED HAMDI, YANNIS LAFKI, LOUIS SOTTON, CODY SCHROEDER, DAVE NSAMAN, MUSTAPHA DIANKA, MOHAMED BETTAHAR, CHRIS MAKODI
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DECLARACIONES DE LA DIRECTORA LOLA QUIVORON y GUIONISTA/ACTRIZ ANTONIA BURESI...
Lola, ¿cómo entraste en contacto con este ambiente que filmas en Rodeo pero también en tu cortometraje Au loin Baltimore?...
LOLA QUIVORON: Es un ambiente que conozco desde niña cuando vivía en los suburbios de París y veía a los jóvenes haciendo motocross delante de mi bloque. Conocí a los jóvenes de Au Loin Baltimore en 2015 cuando todavía estaba en la Femis (Escuela Nacional Superior de Oficios de la Imagen y el Sonido). Fue en verano. En las redes sociales encontré videos de chicos que hacían "cross-bitume" (motocross en asfalto) y se hacían llamar "Dirty Riderz Crew”. Me puse en contacto con Pack, el jefe del grupo, que me invitó a pasarme por el sitio donde entrenaban en un suburbio de París. Me quedé fascinada. Fue un encuentro físico. Los motores son muy potentes y lo que hacen es brutal. La verdad es que impresiona. Se cruzan entre ellos en líneas que son carreteras estrechas de dos sentidos. Volví unas 50 veces y me hice amiga de ellos. Quería entender el ambiente, sus reglas, su filosofía, etc. ¿Qué tipo de práctica deportiva es? ¿Por qué lo hacen? ¿Quiénes son estos jóvenes? Au Loin Baltimore, mi cortometraje de graduación, trataba sobre el “cross-bitume” con un estilo bastante "naturalista". Y desde 2015, no he dejado de pasar tiempo en ese ambiente y documentarlo con clips, cortometrajes o reportajes fotográficos.
Rodeo, mi primer largometraje, escrito en un período de casi 5 años, se construyó basándose en una relación más asertiva con la ficción. Cuando iba con los chicos del “Dirty Rider Crew” solía ser la única chica. Las demás iban en la parte trasera de las motos o estaban en el costado de la carretera, pero casi ninguna montaba. Por eso me inventé el personaje de Julia: respondía a un deseo bastante íntimo de hacer realidad el sueño de formar parte de una comunidad.
Rodeo surgió de mi encuentro con una comunidad que había estado siguiendo durante años y de mi deseo íntimo de ver un día a una joven motera hacer un "caballito". Para mí, Rodeo es una película épica y “súper-naturalista". Va más allá del naturalismo de Au Loin Baltimore, en lo que respecta al color, la narrativa y la dirección. Lleva el cine al límite. Rodamos con una cámara Arri Alexa Mini, en formato Cinemascope (2:39), con lentes anamórficas Master Prime. Como en los westerns clásicos. Eso le da una fuerza espectacular al aspecto documental que también quería conservar. Quería que la gente sintiera físicamente cómo la velocidad y la adrenalina del “bike-life” impulsa los cuerpos. Mostrar el lado brutal, la relación con la muerte, con el asfalto.
Antes de Au loin Baltimore, dirigiste Stand, un cortometraje en el que filmaste un campo de tiro en París. Ese también es un entorno predominantemente masculino, pero había una mujer. ¿Puedes decirnos por qué es un tema recurrente en tus películas?...
LOLA QUIVORON: Me interesaba explorar un universo cerrado, un lugar aislado del mundo cotidiano. Nos sumergimos en un mundo cerrado, seguro, muy masculino y muy codificado. Los clientes son mayoritariamente, policías, antiguos soldados o civiles que están aprendiendo a usar armas. Me fascinaron sus rituales, su lenguaje técnico y la forma en que despliegan sus armas como si fueran apéndices de ellos mismos.
Dentro de este sistema está Sandra, la mujer que ayudaba a gestionar el recinto, a organizarlo. Le apasionan las armas de todos los calibres y es una campeona de tiro. Me pareció que era un personaje por derecho propio, una guerrera un poco ajena a este entorno, una heroína poco habitual. Enseguida me encariñé con ella, creo que se produjo cierto efecto espejo. La película cuenta la historia de su aventura dentro de este mundo tan viril.
Creo que Stand configura algo que seguiré utilizaron en todas mis películas. Siempre me fijo en mundos que están dominados en gran medida por la mirada masculina y los cuerpos masculinos. Soy una figura extraña entre ellos. Es una motivación muy clara a la hora de escribir y dirigir que me permite producir ficción, cuestionar la realidad de los estereotipos de género, proponer una mirada atípica, casi “ajena". Miro las cosas desde mi diferencia.
La palabra sistema es importante para ti: infiltrarse en un sistema, entender un sistema...
LOLA QUIVORON: Me encanta entrar en un sistema, verlo desde dentro, entender cómo funciona y deconstruirlo. Me gusta perderme en esa exploración, tomarme el tiempo para investigar cómo voy a ver las cosas, elegir mi lugar para contar la historia.
En mi cortometraje Fils du loup -una película sobre un niño que aprende a entrenar a su perro de ataque- lo que más me interesó fue mostrar el condicionamiento de un sistema que esclaviza el cuerpo. El adiestramiento animal utiliza órdenes y tecnicismos y establece una relación dominante y violenta, sobre todo para el animal, pero también para el ser humano. Es una película sobre las relaciones de dominación entre los seres. El joven inexperto descubre cómo funciona el adiestramiento y cómo dominar a ese perro llamado “Iron”. Con él, nos preguntamos cómo podemos dejar atrás la violencia de la preparación física. Su inocencia nos enseña una manera alternativa de relacionarnos con el animal, pero más ampliamente con el Otro. Deconstruye el sistema.
Me tranquiliza mucho pensar que se pueden destruir los paradigmas de un gran sistema de pensamiento, por ejemplo. Hace unos años que se habla mucho de “deconstrucción”, sobre todo de las mujeres con relación a lo que se espera de ellas. Cómo volver a ser el sujeto que tiene una mirada. ¿Cómo salir de los mandatos de género condicionados por la mirada masculina dominante? ¿Cómo no reproducir la violencia de ciertas relaciones de poder? Los fenómenos de deconstrucción son formas de revolución interior que para mí representan un gran motor, que hacen que piense en la política de una forma muy concreta. Es una base fantástica sobre la que construir un mundo donde habría más diversidad, más identidades de las que se ven ahora y cómo se representan, más no-binaridad, pero también habría más espacio para lo inesperado, para la belleza de los monstruos, lo incongruente, lo extraño y lo ecléctico, etc.
ANTONIA BURESI: Rodeo también una película sobre un sistema. Sin embargo, dentro de ese sistema, los personajes nunca se reducen a la imagen masculina que transmiten. Cada uno existe de forma individual y colectiva y escapa a cualquier adscripción a una identidad.
LOLA QUIVORON: Trabajé mucho en la trayectoria de cada personaje, cómo crecen y cómo, a medida que avanzan en la historia, a veces desafían nuestras creencias y normas de representación. El personaje de Julia, alias "Stranger", es un ejemplo perfecto. Nos sorprende porque escapa a la foto fija de una representación única y uniforme. Su rostro, sus atuendos, sus rasgos cambian todo el tiempo. Realiza múltiples figuras, navega entre géneros, códigos, entornos sociales. Al comienzo de la película, es difícil seguirla, encasillarla. Ella escapa y de esa forma elude una imagen estática de ella. La impulsa una pasión, un deseo incontenible de vivir de otra manera y en otro lugar, de volver a dibujar los límites.
ANTONIA BURESI: Toda la cuestión del transfeminismo, de la desidentificación consiste en salir de los códigos de género, de identidades normalizadas con el fin de inventar otra subjetividad. Julia encaja un poco con todo eso, incluso se libera de cierta legibilidad. Podrías verla como una chica andrógina o lesbiana pero elude esas representaciones, traspasa las fronteras y eso es lo que acaba aportando a esa comunidad al entrar por una especie de abertura creada por la muerte de un miembro de la comunidad. Ocupa una vacante, se inserta en ese hueco, que también es un lugar donde pueden surgir oportunidades.
LOLA QUIVORON: Los estereotipos los impone la gente que mira las cosas con demasiada inflexibilidad. Es bueno que las líneas se muevan. Julia es la “extraña” que desafía los límites, el radar de las designaciones. Nos dificulta "leerla". Mientras escribía el guion, tuve cuidado de no esencializar a los personajes del equipo B-more. La violencia, por ejemplo, siempre se trata desde el punto de vista de la subjetividad de los personajes, por eso elude la designación. Quería que la brutalidad de las relaciones se transmitiera de manera fluida, entre las miradas que se intercambian y los cuerpos. En Rodeo, un personaje nunca es violento en sí mismo. Es violento porque se defiende, porque está frustrado, porque siente vergüenza, etc. Lo que me interesa son los actos, las representaciones, pero quiero que veamos el recorrido que los conduce a actuar. Por ejemplo, Manel rechaza violentamente a Julia porque su imagen de motero de prestigio se ha visto debilitada por el accidente, pero también porque no quiere que una mujer joven lo ayude. Reacciona violentamente porque no entiende que las representaciones de género se pueden revertir. Al final de la película, nos enteramos de que le regala una “Yamaha WRF” a su hermana. Es muy bonito asistir a esa evolución y descubrir que el personaje no está encerrado en un circuito de pensamiento, que no es categóricamente sexista, etc. En una historia, es fundamental dejarse sorprender por los personajes y cómo se deconstruyen a sí mismos. El guion se escribió durante un largo periodo de tiempo. Por supuesto, el guion está marcado por mi activismo, mi experiencia como mujer en la sociedad, mi relación con la violencia pero sin moralizar. Todo eso sirvió para forjar lo que yo llamo la mitología de la película. Después viene el encuentro con los moteros, el encuentro con Julie, la energía de los actores, su expresión, su lenguaje, su verdad.
El personaje de Julia, esa chica que no se inscribe para nada en los códigos de la feminidad, es como algunas de mis heroínas. Estos personajes de niña-niño, niño-niña forman parte de nuestros mundos. Al mismo tiempo, en Rodeo, los chicos están cuestionando continuamente la feminidad de Julia, aunque ella se aleja de la coquetería y de todos los clichés relacionados con el género...
LOLA QUIVORON: Soñé con ver un personaje matón femenino. Era como un gran agujero en mi vida. Me gustan mucho las películas sobre la mafia, las películas bélicas, las películas con mucha violencia. Pero las mujeres suelen estar ausentes de esas historias o al menos no son la fuerza motriz. Soñé exactamente con este personaje. Tuve una corazonada con esta Julia, alias Stranger. Lo escribí pero también es cierto que pasé mucho tiempo buscándola. Las redes sociales son unas herramientas increíbles para este tipo de investigación. Me estaba costando mucho escribir el guion. En Instagram encontré la cuenta “Inconnue du 95”. Su nombre es Julie Ledru y es una motera. Nos conocimos en Beaumont-Sur-Oise, a las afueras de París. Conocía ese pueblo con el que me había topado durante las primeras manifestaciones de protesta por la muerte de Adama Traoré. Me pareció una señal. Llegó con su vieja Honda y me contó su historia. Le hablé de este personaje femenino que ella parecía entender de manera muy obvia. Cuando volví de reunirme con ella, llamé a Antonia y le dije “Qué raro, esta chica es una mentirosa de cuidado. Me ha contado la historia de su vida, pero es la historia de la película”. No sé cómo decirlo, pero fue un milagro, como si encajaran dos extremos de algo. Lo real y la ficción. Así que empecé a reescribir mi película con su rostro, su cara en mente. Y de esa forma resolví muchos de los problemas a los que me enfrentaba al escribir. Julie se insertó en el personaje, como la alquimia, llevaba la experiencia de este personaje en ella. La película es el retrato de esta joven llamada Julie-Julia. Me dijo cosas que se integraron en el guion inmediatamente después de nuestra reunión. Me dijo que había rescatado a un tipo que se había estrellado con su moto. Ese día, él se cayó y ella se apresuró en ayudarlo. Pero él la había rechazado para proteger su imagen. El chico no quería que le salvara una chica. A Julie le pareció muy injusto.
¿Cómo reaccionó Julie al leer la historia del personaje de Julia?...
LOLA QUIVORON: Julie Ledru estuvo increíble, entendió enseguida la complejidad del personaje que es problemático, violento y manipulador al mismo tiempo. Al igual que me pasa a mí, le cuesta identificarse como femenina o masculina. Julie, Julia y yo somos seres “no binarios". Desde el momento en que el actor conoce a su personaje, puedes hacer cualquier cosa, solo necesitas tener un poco de confianza y dejarte guiar. Construimos este personaje con ella. Trabajamos su intensidad, su rapidez (siempre va un paso por delante), su brutalidad, su irreverencia, su vellosidad. Julia es un camaleón que se transforma constantemente, que cambia de aspecto, de máscara. Ella usurpa el lugar de otras personas, de Ben, de Domino. En la película, da la impresión de que su cuerpo es una especie de envoltura que puede tomar la forma de una camiseta de fútbol, una camiseta del día anterior, un sujetador o un desnudo. Ella sigue siendo un cuerpo-sujeto. Y su juego con las apariencias para ayudarla en su búsqueda hace que su fluidez sea convincente. Es como si su cuerpo existiera y no existiera. Hay en él una forma de metafísica, tanto material como inmaterial. Me interesa mucho porque eso es lo que le da fuerza al cuerpo femenino, su no filiación, el hecho de que no se sexualiza, el hecho de que retrocede cuando se lo cosifica, cuando se proyecta como un objeto. Julia se rebela contra quienes la fotografían. En cierto sentido, veo a Julia como la Medusa que hace pedazos al que se atreve a mirarla. Si se desea a Julia es porque ella lo ha aceptado. Las únicas miradas que puede soportar son las de Kais y Ophelia. El resto del tiempo, Julia no deja nunca de luchar contra todas las formas de depredación, opresión, deseo inapropiado, fantasía.
Creo que uno de los grandes temas de la película es el cuerpo de Julia. Es un cuerpo que lucha entre otros cuerpos distintos al suyo. Estaba obsesionada con la idea de que era su cuerpo femenino el que creaba la ficción. Rodeo trata sobre un personaje que intenta encontrar su sitio en este valle de lágrimas. Ella está buscando un motor, una razón de ser. Y encuentra ese motor en su moto pero también en el robo, un gran atraco que hace solo por su belleza y por su ansia de ser reconocida.
La película se mueve entre dos historias de amor y creo que eso es muy real. En ningún momento es sobre una u otra. Las dos historias quedan en suspenso...
LOLA QUIVORON: Ella es una mujer así que es inevitable que esperen que desee un cuerpo, más concretamente un cuerpo masculino. Pero uno se da cuenta de que a lo mejor podría desear a una mujer. El hecho de que no responda concretamente a esas dos formas de deseo nos permite deshacer el estereotipo. La expectativa es una forma de estereotipo. Es necesario frustrar las expectativas, generar sorpresa, perturbar el inconsciente del espectador. La gente suele decir que al ver Rodeo tiene la sensación de que lo sacuden en todas las direcciones, como en una lavadora. Junto con Rafael Torres Calderón configuramos la película como una línea discontinua, con sus desvíos, sus bifurcaciones, sus curvas cerradas y sus cambios de sentido. La historia está hecha de rupturas, de contrastes. Algunas escenas están montadas con "cortes de salto”. Hay grandes elipses. Esto produce un efecto de velocidad, inestabilidad, precariedad, nerviosismo. Me gusta que la película nos lleve y nos sacuda en todas las direcciones como en un tiovivo, que nos empuje a desear vivir con límites, en medio de la acción, sin psicología.
Montamos la película como si fuera una película bélica, sin respirar, sin dar al espectador la oportunidad de descansar. Desde el montaje de Headshot (un documental coescrito con Antonia Buresi) Rafael y yo nos hemos guiado por esta frase de Edouard Glissant: “Entendemos mejor el mundo cuando temblamos con él. Porque el mundo tiembla en todas las direcciones”. Hay que temblar con el carácter de Julia para entenderla. En este circuito laberíntico loco y opresivo, lo que mantiene el hilo de la narrativa discontinua es el encuentro con Julia. Quería que estuviéramos unidos a ella, que nunca la dejáramos. Esto genera una relación muy concreta con el personaje, con su misterio. Al principio, la vemos como un bloque invariable de ira, pero que se esculpe y se pule a medida que se abre a la mirada de Kais y Ophelia.
Háblanos del personaje de Ophelia. ¿Cómo lo construiste?...
LOLA QUIVORON: Antonia se implicó mucho en el guion de la película. Tuvimos muchas sesiones de escritura juntas, muchas relecturas. Es una película que ha formado parte de nuestra vida diaria durante 4 años.
ANTONIA BURESI: La vida que compartimos, las luchas que la atraviesan, las discusiones y los compromisos en torno a temas como el feminismo, el antirracismo han influido en nuestra reflexión sobre la historia que estábamos construyendo. En ciertas secuencias mi manera de abordar los diálogos fue bastante natural. Plantea la cuestión de la encarnación, de la dimensión carnal, emocional, espiritual que servirá de alimento a las palabras. Y para que tengan espacio, esas palabras deben ser sencillas. Es un espacio donde me interesa intervenir; trata sobre la relación con el ritmo, la escansión, la sustracción de lo innecesario.
LOLA QUIVORON: El personaje siempre ha existido, pero el nombre cambió varias veces. Era la misma cara pero no el mismo feeling. Antonia es corsa así que me interesó añadir ese elemento a la mitología de Rodeo. En una versión de la película, Julia terminaba en Córcega.
ANTONIA BURESI: La idea de huir y escapar siempre estuvo muy presente.
De hecho, esa idea de huida sigue muy presente en la película. Puedes creer en ello durante mucho tiempo....
ANTONIA BURESI: Nos inspiramos en algunas personas reales de mi familia, en términos del encarcelamiento del personaje, el hecho de que está encerrada en su entorno familiar y vive sin tener voz. Depende económicamente por completo de ese Domino invisible. Apoya el aislamiento de su marido con su ausencia del mundo. Me recordó cosas que he visto en mi familia, de mujeres que son esposas de presos. El hecho de que ella sea la esposa de Domino fue un poderoso desencadenante de la historia. Por lo tanto, la función de Julia con Ophelia podría estar justificada. De lo contrario, esa casa sería solo un refugio que resultaba difícil conectar con la historia.
El niño también es un prisionero, de ahí su hiperactividad. El niño y la madre son como leones en una jaula...
ANTONIA BURESI: Exactamente. También tiene una relación conflictiva, incluso infeliz, con la maternidad. Julia se enfrenta a una imagen negativa de la feminidad cuando entra en contacto con Ophelia y, al mismo tiempo, se produce una especie de liberación entre ellas. Antes hablaste de objetos; hay una circulación de objetos clave en esta atmósfera claustrofóbica. Está Julia, que trae los víveres, que proporciona el vínculo con el mundo exterior y al mismo tiempo posibilita esa vida de reclusión. Está Ophelia, que ofrece a Julia todas las trampas de la feminidad para engañar al mundo y representar su género. Está el cuchillo, que es una herramienta que representa la venganza pero también la emancipación. Está el pistón y después al final, el legado como herramientas de una posible liberación. Lo que me parece emocionante es que siempre existe la idea de una brecha, de algo que se abre, que insinúa oportunidades. Para Ophélie, el mandato de género es demasiado poderoso. Ella está subyugada y demasiado acostumbrada a su vida para atreverse a elegir. El momento en el almacén solo es un escape fugaz. Al final de la película, Domino vuelve a ser Dominante. Cierra la puerta.
¿Cómo trabajaste con los otros actores, que en su mayoría no son profesionales?...
LOLA QUIVORON: Elegimos a los actores con Julie Allione, la directora de casting. Dar forma al equipo de B-more fue una tarea emocionante. Por lo general, cuando hacemos castings abiertos, convocamos a los actores uno por uno; suele ser una relación de dos personas. Julie convoca personas en grupos de 4, a veces de 12. Eso crea inmediatamente un tipo de cohesión, una especie de pandilla. Tuvimos casi 200 solicitudes. Más de 150 personas vinieron a París para asistir al casting.
Antes del rodaje nos encerramos diez días en el norte de Francia para ensayar con Antonia, Yanis y Julie. Julie tiene una relación muy particular con su cuerpo. Tiene poca energía, al contrario del personaje principal. Era necesario prepararlo para recibir la furia de Julia. Julie tonificó su cuerpo. Se entrenó para andar erguida, para caminar como Julia, para gritar sin lastimarse la voz. En ese momento se creó un vínculo de confianza muy fuerte.
Después vino el trabajo con el grupo B-More. Trabajamos mucho antes del rodaje. Durante los ejercicios de improvisación, investigando escenas de la película, los actores interiorizaron sus personajes ficticios, se apoderaron de ellos. Fue genial ver cómo dialogaban constantemente con ellos. La ficción los estaba esculpiendo, pero ellos también se dejaban esculpir por las cosas íntimas de sí mismos. Yo quería filmar esa química. Mi manera de dirigir giraba totalmente en torno a ellos. La energía de los personajes es lo que guía la forma en que quiero filmarlos. Estoy allí como guía, como catalizador, alguien que canaliza la energía, la concentra o la dispersa. Es un juego de influencia libre, común, colectivo, donde cada actor es responsable de su personaje. Los personajes de mi película son sujetos potenciales que luchan con sus propios problemas: los de la ficción, de la escena, pero también los de su propia relación con la realidad.
Por ejemplo, la escena en la que Julia vuelve con la primera gran moto robada es el momento en el que nos damos cuenta de que está trastornando el orden establecido en el taller. Cada motero tenía una reacción singular ligada a lo que sucede, pero también a su forma de recibir íntimamente esa realidad. El personaje de Mous, que interpreta Ahmed Hamdi, es a la vez cercano y familiar para Julia y, al mismo tiempo, él la llama “charo de cité”, una ladrona. Encarna lo ambivalente que puede ser la fascinación. Desconfía de Julia, pero la admira. Él es el primero en apoyarla cuando entra en su taller por primera vez. Ella le recuerda a una "Amazona" que "joderá a las madres”. Me gusta mucho esa expresión, que también es muy inquietante, feminista y sexista al mismo tiempo. Quería capturar esa complejidad.
Ayer te hablé sobre la forma de hacer que los diálogos de la película parecieran reales, lo que sigue siendo un desafío, sobre todo cuando se trata de hacer hablar a los jóvenes, y aún más de los suburbios. Allí, todo es muy real...
LOLA QUIVORON: Es su realidad, su compromiso con la interpretación. Lo dieron todo. Escucharon mucho, ensayamos mucho y sobre todo se sintieron libres. Los actores dan el tono que hay que seguir. Y no al revés. Para las escenas de grupo, lo que más importaba era su energía. A veces era muy intenso hacerla salir a la superficie. Lo conseguimos con ejercicios físicos que hicimos justo antes de rodar. La autenticidad de sus interpretaciones tenía que prevalecer sobre todo lo demás. En las secuencias del taller con el equipo de “B-more”, quería que se apropiaran completamente de ese lugar hasta el punto de sabérselo de memoria, de tal forma que el equipo de rodaje era casi demasiado numeroso. Rodamos mucho, de forma continua para no perder la energía en ningún momento. Tan pronto como terminábamos una toma seguíamos con otra. Me encanta trabajar así, haciendo planos maestros que son muy largos, como túneles donde rodamos toda la secuencia de la A a la Z decidiendo, por ejemplo, seguir a Julia en un primer plano. Después la seguimos en todos sus movimientos y luego hacemos lo mismo con los demás personajes. De esa forma multiplicamos los puntos de vista. Cuando llegó la hora de realizar el montaje, el material recopilado era enorme pero también tenía una densidad increíble. Lo bueno de este método es que nos acercamos muy rápidamente a la verdad, a la simplicidad, es como ajustar la música a medida que vamos avanzando. En cuanto decíamos “acción”, los personajes se sumergían en la escena durante veinte minutos.
El personaje de Julia se afianzó cada vez más a medida que avanzaba el rodaje. Rodamos casi en orden cronológico. La primera escena de la película es la primera escena que rodamos. Las dos acabábamos de llegar, no conocíamos al equipo. Así que fue necesario subir inmediatamente el listón en términos de energía. Al principio, intentamos contar cómo este pequeño personaje estalla de ira como en la película Rosetta, pero no funcionaba. Yo estaba obsesionada con esa idea. Le decía a Raphaël Vandenbussche, el director de fotografía de la película, que teníamos que estar conectados a ella como un cordón umbilical.
Para las secuencias en moto, los dejamos libres, no estaban coreografiadas. Organizamos un evento llamado Rasso y trajimos muchos extras de París y Burdeos. Todos los actores de la película montan en moto de diferentes maneras. Lo más complicado es saber cómo posicionarse porque siempre estás al límite. Así que todo se basa en la confianza.
ANTONIA BURESI: Es muy interesante crear esa dinámica de grupo para gente que no suele actuar. Parece un entrenamiento y permite cierta autonomía. Lo que les propusiste estaba perfectamente escrito en el papel. Pero les diste instrucciones para no imaginación y espontaneidad con diálogos muy definidos.
LOLA QUIVORON: No me gusta hablar de “dirigir” actores. Es un término que me recuerda más a entrenamiento... Prefiero hablar de “guiar” a los actores. No hay dirección. Los actores no saben de forma inmediata cómo van a representar una u otra escena. Yo tampoco. Empezamos juntos, en la niebla, y después de un tiempo, las cosas se vuelven más claras y el horizonte se vuelve más claro. El tiempo que dedicamos a la investigación no se puede acortar y nos permite encontrar la escena. Las cosas nunca son obvias. Trabajar juntos permite que surja la fuerza profunda, mágica e imaginaria de una escena. Así también se teje la mitología de Rodeo. Dejando salir la parte inconsciente. Los actores están en el origen de esa magia, de esa química. El rodaje de una escena tiene éxito cuando va más allá de lo que está escrito en el guion.
Además, el guion es un documento malsano y austero que genera muy poca creatividad. Nunca les di nada para leer. Preferí que mantuvieran la imaginación abierta. Que no se cerraran nada y que nunca se conformaran con una idea preconcebida de la película. Solía reunirlos a todos durante las pruebas para improvisar escenas alrededor de la película pero que no estaban en el guion. Les contaba la historia de la película pero de diferentes maneras. Me da la impresión de que eso les permitió comprender mejor la película, además de no sacralizarla. No es un documento que deben seguir sino que se convierte en su película.
Estás en medio de esa realidad, que es la realidad de tus actores, pero también hay un lado deliberadamente onírico en tu película. Hay magia, pero no das ninguna explicación cuando Julia hace esa especie de fumigación como si quisiera protegerse. Me gustaría saber qué hace con eso...
LOLA QUIVORON: Es salvia, para purificar su cuerpo. Esta relación esotérica proviene de mi creencia íntima en el poder de las energías, los sueños, las señales y los símbolos. Este tema también es un legado de una película que hice llamada Ça brule (producida por Année Zéro en 2020), que iluminé, encuadré y monté yo sola. Es un objeto único que me gusta muchísimo y que sigue inspirándome y guiándome en la vida. Con un estilo entre documental y ficción, la película cuenta la historia de un encuentro entre un niño, Khalillou, y una mujer joven, Samaya. Esta película está en el origen de la cualidad onírica de Rodeo en la que he querido mantener esas creencias y encarnarlas en el cuerpo de Julia. Además, la actriz tiene esa misma relación esotérica con el mundo. Concede mucha importancia a la riqueza interior del mundo de los sueños, de la imaginación, de la meditación. Su objetivo final es experimentar cómo "abandonar su cuerpo” algún día. Su íntima creencia en lo inmaterial ha influido mucho en el personaje de Julia.
Tiene gracia que hables de inmaterialidad porque hay algo en tu película que está muy anclado en lo material, lo prosaico, hay grava, metal, chispas. Hay cierta aspereza en el material; es una película tosca en la que hay muchos objetos, carreras, juguetes, la moto obviamente, el pistón...
LOLA QUIVORON: Sí, es un tipo de densidad, por eso hablo de “super-naturalismo”. La proximidad al material a través del primer plano, mi obsesión por los objetos, los detalles significativos y los símbolos, densifica el punto de vista, lo poetiza. Creo que la singularidad de Rodeo radica en su propia mitología, su estructura interna, que para mí es como una capa de significantes. De hecho, cuando construyes una película escribiendo el guion y montándola después, hay una consciente y racional de la historia, pero también y sobre todo hay una dimensión más profunda e inconsciente. Para mí, esa dimensión es la parte más importante y también es la más difícil de ejecutar. El trabajo en la edición de sonido y después en las mezclas permite profundizar en esa dimensión imaginaria e inconsciente. El trabajo en torno al sonido nos permite jugar con lo inmaterial, lo evanescente, con lo que emerge pero no se ve. Trabajar con el sonido es estar acosado por las energías, los fantasmas, los motivos, el misticismo de la película. Las ganas de vivir, la muerte, los sueños de Julia, la aparición de Abra. La fuerza de los elementos naturales es omnipresente. En el sonido, Abra se materializa por el viento de la velocidad, la corriente de aire que golpea contra la puerta del garaje, por las aspas del ventilador y después por el helicóptero que escuchamos en sueños... El fuego también es un motivo real al que tratamos de dar vida en una continuidad real con respecto al sonido. Resalta de manera concreta el fuego del deseo de Julia en su deseo de reconocimiento. Quema las alas para brillar, para iluminar la noche.
La película también coquetea con un género en particular, las películas de atracos. En Rodeo, no ocupa toda la historia pero contribuye a que surja la tragedia. Comprendes que el resultado va a ser trágico. Me preguntaba cómo te las has arreglado para provocar esa tragedia...
LOLA QUIVORON: En las primeras versiones de la película comprendimos, junto con el montador Raphaël Torres, que el personaje de Domino trata del capitalismo salvaje, de su espiral violenta, de la competencia feroz, del dinero como fetiche, de una sociedad que lo ve todo y exige la máxima flexibilidad. Domino le pide a Julia que sea flexible incluso cuando tiene el cuerpo herido, incluso de noche. Controla todo y le pide que vaya a trabajar porque hay demanda. La película también se puede interpretar de esa manera. Lo que resulta trágico es que ella necesite exponerse a tantos peligros y creer que necesita ese diabólico e increíble robo para que reconozcan su valía. Creo que en esa búsqueda hay cierta tristeza pero también mucha emoción.
Es una película bastante oscura donde la única forma de escapar de todas esas contradicciones y condicionamientos es la muerte...
LOLA QUIVORON: Para mí, ella no muere para escapar de los condicionamientos y de los efectos del poder. Es ese mundo malvado lo que la consume. Es su ira lo que la prende fuego. También hay una trascendencia, ya que ella surge de sus cenizas y su espectro retrocede hacia la perspectiva de otro mundo. Julia es una especie de ave fénix.
La película Al rojo vivo de Raoul Walsh me impresionó muchísimo. Es la historia de Cody, un matón con una cicatriz que vive con su madre. Hace un trabajo muy desagradable y se junta con la mafia. No recuerdo bien la trama, pero sé que el final es maravilloso y me sirvió de inspiración para el final de Rodeo. Huye de los policías que lo persiguen y planea realizar un atraco en una refinería de petróleo para llevarse la nómina de los empleados. El último plano de la película es una explosión mientras Cody está en lo alto del depósito en llamas donde muere. Tampoco he visto muchas películas de cine negro, pero esta me impresionó muchísimo. Termina con esa muerte, esa huida... Me pareció un final muy hermoso. Se produce una relación con la trascendencia, fuera de la realidad. Para mí, la muerte es una forma de resolución que no es necesariamente negativa. La idea de que la muerte es el origen o la continuidad de la vida, está relacionada con mis lecturas sobre taoísmo y sintoísmo durante el confinamiento. En Rodeo, Julia entra en el grupo porque ocupa el lugar de Abra. Pero él la persigue. El primer encuentro entre ellos deja huella. Él le dice a ella “tú vuelas”, es la llamada de la vida y de la muerte, algo que forma parte de una misma realidad. Le dice: “nos encontramos al otro lado de la línea”. A partir de ese encuentro, Julia ya está casi muerta. Es como lanzar un hechizo.
Una vez más, tu final no es tu final, tu resolución no es tu resolución porque después viene la secuencia en la que Kylian encuentra el dinero. La escena transcurre de día, hay más sol. Es una perspectiva de futuro, renacimiento, una apertura. Imagino que pensaste en parar la película antes...
LOLA QUIVORON: Así es. Para Charles Gillibert, Romain Blondeau y yo fue un tema de debate muy rico, muy interesante. Quisieron que existiera esta secuencia de epílogo. Julia es un personaje que llega hasta el final, que lo da todo, no se deja llevar, se pone en peligro, busca la adrenalina, el momento. Pero también es un personaje que ve en Ophelia y Kylian una manera de construir una utopía. Eso la hace muy conmovedora. El final rinde homenaje a su utopía, a sus creencias y a su deseo de escapar.
A veces no soporto cómo se utiliza la música en ciertas películas. Pero en esta me parece que siempre llega en el momento adecuado...
LOLA QUIVORON: Es la primera vez que pongo música a una de mis películas, no sabía con quién iba a trabajar. Me dieron muchos discos para que los escuchara pero no me gustaban, eran demasiado académicos o predecibles. Este artista musical se llama Kelman Duran, es de Los Ángeles y de origen dominicano. Estaba en Calarts y hacía películas allí. Se convirtió en productor musical y se dedica a hacer samples con sonido reguetón y lo distorsiona por completo. Y las mezcla con loops para un resultado muy singular. Es post-reguetón, que en sus orígenes es una música festiva y bailable. Disminuye la velocidad de ciertos segmentos, aumenta un poco el ritmo, crea pausas, loops. Produce piezas muy melancólicas y metálicas. Lo que hizo para la película es sublime.
Estás muy atenta a cuestiones del lenguaje, los nombres, las palabras. Por ejemplo, me habías explicado la elección del título, Rodeo...
LOLA QUIVORON: Rodeo es un término de los moteros muy popular en Estados Unidos y no es para nada peyorativo. Pero en Francia sí que lo es y los periodistas y políticos reaccionarios utilizan esta palabra para hablar de la práctica del "cross-betume" (motocross en asfalto) como una forma de delincuencia. Quería evitar poner un acento agudo en la "e" de Rodeo para que hiciera referencia a la palabra en inglés. Además es una manera de reapropiarse de ese término. En cierto momento quise cambiar el título, pero los moteros me dijeron que no lo hiciera. Quería que la película se llamara La dalle, como el hambre, como una lápida, como el deseo incontenible (en francés, "avoir la dalle" es tener mucha hambre). Rodeo es un buen título, evoca movimiento. Rodeo es también una lucha, una lucha para aguantar para que no te expulsen de la pantalla.
¿Hay alguna película que haya influido en tu guion?...
LOLA QUIVORON: Hubo varias películas que me acompañaron mientras escribía el guion de Rodeo, y en las que se habla mucho de la furia... Rebelde sin causa, Ruido y furia, etc. Ruido y furia es una gran película. Me gusta su brutalidad, su inmensa poesía, su fuerza onírica. Entiendo la violencia de cada personaje. Para pensar en la iluminación de las secuencias oníricas, Raphaël Vandenbussche y yo nos inspiramos en el color “azul real” de las escenas oníricas en las que aparecen la mujer y el pájaro. El personaje de Julia está muy inspirado en las figuras paranoicas del cine. Me fascinan los personajes poco atractivos, adictos a las drogas, atrapados en crisis existenciales a veces autodestructivas.
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