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CRITICA
Por: PACO CASADO
No dudamos que la intención de José Luis Alemán haya sido buena en su debut detrás de las cámaras y al escribir el guion de esta historia que, según confiesa, trata de recuperar el espíritu de los textos de H. P. Lovecraft, y que incluso haya creado su propia productora para hacer su primera película, que haya prescindido de subvenciones estatales (no sabemos si no las pidió o no se la concedieron), pero antes de meterse a hacer este film, con un notable y nada despreciable presupuesto de 13 millones de euros, mejor hubiera sido contar con un guionista solvente que le reordenara el relato y lo condensara en una sola cinta, en lugar de hacerlo en dos partes, por cierto no anunciadas, con lo que el público no informado sale insatisfecho y protestando, lo cual se le puede volver en contra para la proyección de la segunda mitad en la que se cierra la narración.
Hay que decir que es un prólogo demasiado amplio para un doble relato que está por contarse.
Mejor hubiera sido hacer dos películas una con la historia de la familia Valdemar y otra con la desaparición de Luisa Llorente la tasadora de la mansión. Pero aquí se mezclan ambas y una apenas ha empezado y la otra queda sin terminar.
Luisa Llorente, tasadora inmobiliaria, desaparece cuando es encargada de valorar la mansión Valdemar y un policía es buscado para que la encuentre y para ello se le pone en antecedentes de la historia de los Valdemar y ahí termina esta primera parte, sin resolver ninguno de los dos casos.
Se ha querido evocar a los films de la Hammer británica o a los de terror de época de Roger Corman y otros títulos más modernos como El orfanato, al que nos recuerda en algunos momentos, por los niños y el caserón, no por sus valores fílmicos.
Lo peor de esta costosa producción es el guión, mal estructurado y con diálogos excesivamente literarios, la novatez de la puesta en escena con secuencias que resultan ridículas y otras propias de un amateur que no sabe dirigir a los actores.
Lo mejor de esta producción son la correcta fotografía, los efectos especiales, la abundante partitura musical, que a veces sobra, el maduro trabajo de Paul Naschy y poco más porque de otros actores más vale no hablar, por lo mal elegidos o encajados que resultan, que no acaban de creerse sus personajes ni sus cometidos.
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