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CRITICA
Por: PACO CASADO
El tema del divorcio entre parejas en el cine americano es algo tradicional en las películas de esta cinematografía. Grandes títulos, incluso oscarizados, se podrían citar de este género, unas veces tratados en tono de comedia y otras más en serio constituyendo casi siempre un drama la ruptura de la familia.
En esta ocasión el film se decanta por la comedia para contarnos la historia de Brad Taggart, un tranquilo y amable ejecutivo de Radio Panda, que se esfuerza por ser el mejor padrastro de los dos hijos, Dylan y Megan, de Sarah, su mujer, con la que se acaba de casar.
Pero las complicaciones llegan cuando Dusty Mayron, el ex-marido de Sarah, un tipo despreocupado e irresponsable, el auténtico padre biológico de los niños, reaparece de nuevo en sus vidas, al que éstos echan de menos.
A partir de se momento se origina una auténtica competición entre ambos por ver quién es el que tiene el favor y el cariño de los chicos, lo que se convierte prácticamente en una guerra sin cuartel en la que cada cual ofrece mejores regalos y concede más cosas para llevarse el gato al agua.
Dusty, todo un cachas vividor, se aprovecha de la inocencia e ingenuidad de Brad para ganarle con frecuencia en este partido tan desigual en el que el más pillo tiene todas las de ganar.
Las escenas que se originan, a cual más absurda, son las que producen alguna que otra sonrisa en esta comedia desvaída, con un guion vulgar, que el coguionista Brian Burns extrae de una experiencia personal llevando los hechos al límite para tratar de conseguir hacer gracia en las situaciones en que se encuentran los protagonistas.
Sean Anders, autor de los guiones de 'Somos los Miller' (2013) y Dos tontos todavía más tontos (2014), viene de dirigir unas comedias que no dicen mucho en su favor, 'Desmadre de padre' (2012) y 'Cómo acabar sin tu jefe 2' (2014), lo que denota que no se le da nada bien el género y ésta no anda muy lejos de los logros conseguidos con los títulos citados.
A la cinta le faltan pretensiones, originalidad, ritmo y como coguionista situaciones más divertidas en una realización que demanda una mayor eficacia en la puesta en escena en la que todo es previsible.
En cuanto a la interpretación la presencia del patoso Will Ferrer sólo se justifica por estar también inmerso en la producción de esta comedia ya que como actor, cotizado en Norteamérica pero poco apreciado por estos lugares, la verdad es que poca gracia nos hace personalmente, aunque ciertamente hay que reconocerle que tiene el papel más desgraciado, siendo el mejor para Mark Wahlberg en un personaje más lucido, desinhibido y echado para adelante, pero de lo que no cabe duda es que no se trata de las mejores interpretaciones de ninguno de los dos.
El aburrimiento en una comedia es lo peor que le puede suceder.
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