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NOTAS DEL DIRECTOR...
El lodo es un thriller de personajes, situado en el presente, en una población anónima del levante español.
Después de un rodaje duro, con la pandemia en las puertas, inundaciones por gota fría, parones de rodaje… etc, puedo considerar que hemos logrado al cien por cien la pretensión que tenía. Una película emocionante, de personajes que viajan en la trama descubriéndose su lado más oscuro. Una película que creo que cumple las expectativas de un cine necesario, que tiene un mensaje muy importante en su trasfondo.
Siguiendo la premisa de las películas de “emigrados que vuelven o extranjeros enfrentados a una comunidad desconocida”, la estructura del guion busca un ascenso continuado desde su planteamiento hasta el clímax final, combinando la trama principal, que hace progresar la acción, con las tramas secundarias, que nos descubren a los personajes, a medida que avanzamos en la historia.
Suele ocurrir, que las motivaciones de los personajes están forjadas únicamente durante el primer acto. Lo que hemos querido con El lodo es crear un thriller, donde los personajes y su mundo interior tengan tanto peso como la trama principal, que lo mueve todo. Un ejemplo de esto último sería La caza, (Thomas Vinterberg), aunque dicho film no atienda a lo que sería un thriller “puro”.
Otra referencias sobre las que me he podido apoyar, por la temática o alguno de sus personajes, a la hora de construir El lodo, serían películas como Perros de paja (Sam Peckinpah), Deliverance (John Boorman), Bosque de sombras (Koldo Serra), Mistyc River (Clint Eastwood) o La isla mínima (Alberto Rodríguez) donde los paralelismos también pasan por los parajes donde se desarrolla la acción, en este proyecto en La Albufera de València y que queremos reivindicar.
Una de las cosas que me interesa tratar en El lodo es la huella que, inevitablemente, llevamos con nosotros. Todos sin excepción tenemos un pasado que nos afecta en nuestro “hoy”, en mayor o menor medida. Los personajes de El lodo están, claramente, tocados por su pasado.
Desde Claudia, que sigue en tratamiento, hasta Ricardo, que trata de ignorar la muerte de su hijo a base de éxitos profesionales y trabajo, pasando por su hija Julia, que se ha convertido en una niña rebelde, siempre enfrentada a su madre.
Por otro lado tenemos a Tomás, alcoholizado y sin remedio, y a su hermano Eusebio, que vive con la nostalgia y el recuerdo de su mujer fallecida y, más tarde, con la culpa, por no haber sabido cuidar de su hermano.
He querido buscar un proceso de empatía que oscile entre Ricardo, Claudia y Eusebio, “nuestro eje del bien”. En ocasiones sus actos nos llevan a no entenderlos y no empatizar con alguno de ellos, en favor de otro.
Más adelante, cuando conocemos el lastre que cada uno de ellos puede llevar consigo, podemos llegar a entenderlos, poniéndonos de su lado nuevamente.
Visitar en invierno los arrozales junto al Parque Natural de La Albufera, donde se ha rodado El lodo, es toda una experiencia sensorial.
La frialdad que desprenden sus tierras húmedas y anegadas, el frío y el viento, las aves volando a baja altura, las máquinas trabajando los campos, recubiertos de barro, los campesinos con sus rostros cuarteados, las ruinas de antiguas casas...
En la pequeña población de el Grau Vell, se respira ese aire de soledad y aislamiento que necesita la película.
Silla y Sollana son las otras dos poblaciones, todas ellas en València, en las que se ha desarrollado el rodaje.
El contraste de bellos parajes con lugares abandonados, el lodo mezclado con la belleza de aguas que actúan como espejos. Todo ello confiere un aspecto único a la imagen de El lodo.
Y si tuviera que hablar de una paleta de color, sin duda, esta se encuentra en todos los tonos que nos ofrece el propio Parque Natural: tierras, plomos, azules, verdes, amarillos...