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En 2010, un libro de un autor desconocido, cuya lectura fue fomentada exclusivamente por el boca a boca y el fuerte entusiasmo de curiosos y conmovidos lectores, de repente y de la nada alcanzó la cacareada primera posición en la lista de ventas del New York Times. Hablamos de ‘El cielo es real’, de Todd Burpo y Lynn Vincent, que vendió más de 10 millones de copias en todo el mundo y se ha traducido a 35 idiomas, provocando animadas conversaciones sobre la naturaleza de la vida, la fe y la eternidad entre familias y comunidades en todo el mundo.
Como tantos otros, el director de ‘El cielo es real’ y escritor al alimón del guión Randall Wallace ha perdido a seres queridos y ha considerado la promesa del cielo, pero en muchas ocasiones se ha enfrentado también con las grandes preguntas sobre la vida aquí y ahora. “La historia trata temas fascinantes,” reflexiona Wallace.
“La pregunta qué ocurre cuando morimos es sin duda una cuestión que en el fondo todos en algún momento nos hemos hecho. Pero la historia de la familia Burpo también toca otras cuestiones de gran importancia: ¿Qué nos hace sentir vivos? ¿Cuál es la fuente de la fe? ¿Qué nos motiva? ¿Cuál es la herramienta que cambia nuestra vida? ¿Qué nos hace dejar de temer y empezar a avanzar en nuestra vida con confianza y seguridad? Lo que me gusta de esta historia es que atañe a todo esto.” La historia llegó a Wallace de la mano del veterano productor de Hollywood, Joe Roth, quien leyó por primera vez sobre la familia Burpo en un artículo de dos párrafos sobre el libro antes de que se publicara. Habiendo producido docenas de exitosas películas desde la década de los 70, el instinto de Roth inmediatamente se activó.
A petición de la familia Burpo, Roth contó con el productor T.D. Jakes, un conocido pastor y líder espiritual, para llevar el proyecto a la gran pantalla. Jakes también se emocionó con la capacidad demostrada de la historia para dejar una huella en todos los que se toparan con ella, desde aquellos que buscan crecer en su fe hasta aquellos que simplemente tienen curiosidad de saber más.
Aunque millones de lectores terminan ‘El cielo es real’ sintiendo la emoción de haber profundizado en sus convicciones, Wallace es muy consciente de que no todo el mundo interpretará las cosas que Colton vio durante su operación de la misma forma – y el guión lidia con esas mismas dudas.
Para Wallace, la fuerza de ‘El cielo es real’ no depende solo de lo que dice Colton que vio en el cielo, sino aún más en como su historia ha tocado, y cambiado, tantas vidas aquí en la tierra.
A medida que avanzaba el guión, Wallace también empezaba a desarrollar una regla básica para la producción. “Cuando empezamos este proceso, lo único que les dije a todos aquellos que se sumaban a la película era ‘recuerda el título: El cielo es real.’ Siempre sentí esta necesidad de convivir en una historia real sobre gente real – así que era esencial que cada escena, cada acción y cada palabra, se percibiera como parte de la vida diaria.” Aunque entendían que la adaptación cinematográfica cambiaría algunas de las líneas de su historia, para la familia Burpo lo fundamental era mantener la más absoluta fidelidad al punto de vista de su hijo.
Para Wallace, lo más importante era presentar la historia de Burpo de una forma auténtica y convincente, y dejar lo demás a la meditación personal y la conversación y diálogo a posteriori. “Lo que creo que atraerá a la gente a El cielo es real es la idea de que la historia le cautivará. A la gente le gusta emocionarse, entusiasmarse y que se le hable al corazón,” resume.
Así como Randall Wallace insistió en que los personajes se basaran en la vida diaria, en cuanto a la estética de la película estaba decidido a descubrir la belleza y grandeza desplegada en torno a la familia Burpo en su casa de la pradera en Nebraska. Grewal recuerda que Wallace acudió a él con una palabra para describir la visión general que buscaba. “Majestuoso fue el primer término que empleó Randall” señala el director de producción. “Así que nos esforzamos por encontrar los exteriores más amplios y majestuosos.”
Al rodar en Winnipeg, Canadá, Wallace y Grewal utilizaron abundantes campos de trigo, radiantes campos de girasoles y un cielo azul infinito como fundamento para la arquitectura visual de la película.
Las localizaciones también se mantuvieron auténticas – por ejemplo, la estación de bomberos, los camiones de bomberos y otros equipos de extinción de incendios que aparecen en la película pertenecen a los bomberos de Rosser, Manitoba, quienes trabajaron como extras en la película junto a varios miembros del departamento de bomberos voluntarios de Imperial, Nebraska.
Para la residencia familiar de los Burpo, Grewal buscó una vivienda que fuera un lugar de reunión cómodo para la familia y que además diera una sensación envolvente de esplendor natural.
Cuando comenzó el rodaje, Wallace colaboró muy de cerca con el director de fotografía Semler para mantener esa mezcla de autenticidad y sencillez tejida a través de los elementos visuales.
“Una de las razones por las que queríamos que Dean Semler rodara esta película era porque es uno de los mejores cámaras del mundo, con quien he trabajado durante 25 años,” apunta Joe Roth. Queríamos aportarle a esta película una riqueza, una sensación de espacios abiertos, una especie de realidad aumentada que transmite que lo que tenemos aquí en la tierra es bastante milagroso, y Dean lo consiguió.
Para los realizadores la idea de que el público viviera esa exaltación visceral se convirtió en un aspecto fundamental tanto en la estética de la película como en su narración. Para el director y escritor al alimón Randall Wallece, el amor es el elemento fundamental que toda persona podrá experimentar en la fascinante historia de la familia Burpo, incluso a medida que indagan en lo que Colton vio desde su perspectiva particular. “En realidad trata la idea que puede que descubramos que la vida es más grande de lo que nunca imaginamos” resume Wallace. “Y puede que encontremos no solo amor, sino cómo dar amor- y para mí, ésta es la esencia de la fe.”