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ENTREVISTA AL DIRECTOR PIERRE SALVADORI...
¿Cómo nació la idea de 'En un patio de París'?...
.- Hacía tiempo que daba vueltas a la idea de una película con un personaje al límite, una mujer enloquecida por la preocupación. Literalmente enloquecida. Cada día, Mathilde lee el periódico a un ciego, pero su cansancio y su fragilidad pueden con ella, hasta el punto de que ya no absorbe tantas malas noticias. Me he preguntado a menudo cómo podía uno inmunizarse contra algo así. ¿Cómo se pueden saber tantas cosas y seguir viviendo sin tener una crisis de pánico? Mathilde no lo consigue.
A la hora de construir una película, ¿se basa en un tema o en un personaje?...
.- Desconfío de los temas, pero nunca de los personajes. Para En en un patio de París empecé con Mathilde y el resto encajó de forma natural. Me basta con familiarizarme con los personajes, que empiecen a gustarme, para que se conviertan en imanes: atraen a la ficción, a los decorados, al tono y a los personajes secundarios. Todo nace a partir del personaje.
En otras palabras, ¿el personaje trae el tema?...
.- Sí. Llegamos a ese pequeño mundo mediante Mathilde. A un microcosmos algo destartalado. A ese patio que, visto a través de una lupa, puede ser un concentrado de la época y, sobre todo, del miedo difuso en el que vivimos. Luego se llega a los personajes secundarios y a las respuestas irrisorias y a veces cómicas que oponen a ese temor. Por ejemplo, Lev, de tan perdido se hace místico y, luego, violento; Maillard es un obseso que está aterrado ante la idea de que un intruso entre y “okupe” el edificio; Colette y su librería esotérica; o Stéphane, que busca el sosiego y el olvido cueste lo que cueste. Mientras escribía el guión, siempre tenía en la cabeza una expresión que suele aparecer cuando se habla de las comedias italianas de los años sesenta: la idea de que pillaban la época con las manos en la masa.
'En un patio de París' quizá sea su película más sombría, ¿ha sido algo involuntario?...
.- Mis personajes siempre han estado un poco dolidos, nerviosos, ansiosos. Creo que cuento historias algo tristes, pero el género cómico disimula y protege. En esta película se nota más. En un patio de París debía ser mucho más oscura. Al principio, la película no contenía un solo elemento cómico. Pero no puedo evitar las ganas de inyectar un toque divertido y vital en lo que hago. Es como si me sintiera obligado a reponerme. Es una dualidad permanente en mis personajes y en mi trabajo.
¿'En un patio de París' es su película más íntima?...
.- Todos mis personajes siempre están muy próximos a mí, pero quizá se note más en este caso. No están disfrazados, no se esconden. Aquí, ningún asesino a sueldo o ninguna aventurera recorren palacios. A veces, cuando miraba a Gustave Kervern, llegué a pensar que había ido demasiado lejos buscando un parecido conmigo. Antes escogía a Guillaume Depardieu para interpretar a personajes que tenían algo que ver conmigo. Ya sabe, ¡apuesto, rubio, delgado! Creo que ya no tengo la misma imagen de mí mismo.
Los personajes secundarios aportan toques cómicos, incluso fantásticos, como Maillard, que ladra en el patio en plena noche...
.- Sí, Lev y Maillard son personajes más exagerados. Efectivamente, aportan un toque cómico, lúdico. El cine tiene mucha fuerza cuando se trata de despertar la capacidad de identificación o de empatía en los espectadores, y por eso creo que se debe tener cuidado suscitando emociones. Es fácil caer en la obscenidad. En cierto modo, me siento obligado a apartarme con más o menos discreción de una forma de verismo o de naturalismo que llega a molestarme mucho en la pantalla.
La película transcurre en un ambiente confinado, a puerta cerrada...
.- Sí, desde el principio tuve la idea de crear un ambiente cerrado sobre sí mismo. Un poco como un “pop-up”. Los libros infantiles que se despliegan hacia arriba cuando se abre una página. En la ciudad esta el edificio; en el edificio, el patio; en el patio, la portería; en la portería, la maqueta, y en la maqueta, las figuritas a las que quiere unirse Stéphane. También es un dispositivo que favorece una comedia más alocada y visual, como cuando el perro se come la ciudad y Maillard aúlla cual lobo por la ventana.
¿Pensó en Catherine Deneuve y Gustave Kervern desde el principio?... .- Hacía tiempo que tenía ganas de trabajar con Catherine Deneuve. Escribí el guión para ella. Con el tiempo, algunos actores se convierten en personajes; el público tiene una idea bastante concreta de ellos y es posible jugar con esa imagen. Da la impresión de que se puede contar con Catherine, es valiente, tiene sentido común, sabe vivir. Pensé que si interpretaba a Mathilde sorprendería a todo el mundo porque nadie imagina que pueda volverse loca. Además, para la primera parte de la película pensé en su rapidez, su sentido cómico. “Me gustan las personas inseguras, al menos se esfuerzan”. Estaba convencido de que nadie podría decir esta frase como ella. Es muy estimulante porque permite al guionista ser más literario, pero con ella no se nota. Se puede “arriesgar” con el texto, pero no se oirá, la frase será impecable. Borra todo lo que pueda parecer artificial; es capaz de hacer que el personaje sea totalmente legible sin perder un toque opaco, misterioso.