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MEMORIA DEL PROYECTO...
¿Hasta dónde puede llegar la maldad humana? ¿Hay límites en nuestra producción de horror? ¿Es posible la redención para quien ya ha traspasado muchas líneas rojas? ¿Existe la compasión en el infierno?
Estas y otras preguntas plantea esta película, un narco-thriller moral, donde la “violencia” es un nombre demasiado suave para unos personajes más allá del bien y del mal, más allá de todos los infiernos terrenales que son difíciles de aceptar, pero que son humanos, demasiado humanos.
Tenemos una película que nos tensionará des del primer al último momento, que nos tendrá enganchados aguantando el aliento, que nos pondrá sobre la mesa dilemas morales literalmente de vida o muerte, donde los personajes deberán probarse los unos a los otros conscientes que cualquier error es definitivo para sus vidas. ¿Con quién confiar en estas circunstancias en las que tu mejor amigo es posiblemente la persona de quien menos debes fiarte, dónde lo evidente es imposible de desentrañar y el engaño forma parte del lenguaje común? Ciertamente nadie estará seguro de nadie.
El contexto es la frontera, el territorio donde la ley es más difusa y la supervivencia se convierte en una cuestión de honor; donde las vallas separan alguna cosa más que los estados, donde el tráfico de personas, sustancias, armas, ilusiones y esperanzas se confunde y se mezcla en un magma donde no se sabe quién es el inocente y quién no lo es, quién te salvará y quién te clavará la última puñalada.
Como dijo Marco Antonio a los romanos frente el cadáver todavía fresco de Julio César: “The evil that men do lives after them; The good is oft interred with their bones” (“El mal que hacen los hombres perdura después de ellos, con frecuencia el bien es enterrado con sus huesos”. (“Julio César” de William Shakespeare).