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SINOPSIS
¿Qué pasaría si un domingo por la tarde, esperando delante de la ventana, tu madre no regresa? No solo ese día. Nunca. Y esa sensación del domingo se convirtiera en algo perpetuo, para toda la vida...
INTÉRPRETES
SUSI SÁNCHEZ, BÁRBARA LENNIE, RICHARD BOHRINGER, DAVID KAMMENOS, BRUNA GONZÁLEZ, MIGUEL ÁNGEL SOLÁ, GRETA FERNÁNDEZ, FRED ADENIS, ABDELATIF HWIDAR, MÓNICA VAN CAMPEN, MANUEL CASTILLO, IVÁN MORALES, CARLA LINARES, LUCY TILLET
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PREMIOS Y FESTIVALES
- Festival de Nantes 2018: Premio Jules Vernes del Jurado, Premio del público
- Festival de Berlín 2018
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NOTAS DEL DIRECTOR...
EL COMIENZO:
La primera piedra que coloqué para levantar esta historia fue decidir que SUSI SÁNCHEZ fuese la protagonista, el punto de vista desde el que contar la película. Nos habíamos entendido a la perfección trabajando en mi anterior film 10.000 NOCHES EN NINGUNA PARTE y gracias a este trabajo ella había conseguido una nominación al Goya.
Susi es una actriz dispuesta a todo con tal de llegar al recoveco emocional más escondido y siniestro que pueda tener un personaje. Su compromiso con un proyecto es absoluto y concienzudo y pocas veces he visto a alguien dispuesta a dejarse llevar tanto o a defender con garras a la mujer que interpreta.
Quería repetir (más y mejor) con ella, no hay mayor placer que poder profundizar aún más en el interior de una actriz sabiendo que va a saltar al vacío sin red.
He podido trabajar con ella de manera excepcional ya que, incluso durante la escritura del guión, ya se encontraba incorporada al proyecto. Poder leer lo que escribes en boca de la actriz que lo interpretará, escuchar como va expresando su alma el personaje, tener respuesta de la actriz al momento sobre el proceso de creación; es un ensayo que comienza dos años antes de empezar a rodar, un arma valiosísima de la que no siempre se dispone a esas alturas del proceso.
Quería huir de lo coral, contar una historia centrada en dos personajes femeninos, madre e hija y quería que el peso dramático estuviese sobre ellas dos.
Por tanto los anclajes narrativos debían ser igual de precisos: madre e hija; un abandono; un reencuentro; un motivo; ¿una redención?
Siempre busco referencias en la fotografía, me parece un arte que propone una importante carga de imaginación en su interpretación. Hay historias completas en una fotografía. Escogí dos para este proyecto, dos que fueron la cabecera que inspiraba la historia entera.
En la primera (del álbum familiar de Serge Gainsbourg y Jane Birkin), una niña de perfil mirando algo fuera de plano, dándole la importancia a aquello que nosotros no vemos.
En la segunda (del fotógrafo Jaime Olías), una mujer casi sumergida en un lago, inmóvil, en un plano picado que le otorga toda la importancia al agua.
Y la obsesión por unir emocionalmente estas dos imágenes, que es el trayecto al que se enfrenta esta película: empezando con una niña de ocho años que espera que vuelva su madre (que no regresa nunca) y terminando treinta y cinco años después con esa madre sumergida hasta los hombros en un lago.
Lo que ocurre entre las dos imágenes es LA ENFERMEDAD DEL DOMINGO.
UN RECUERDO DE LA INFANCIA:
Recuerdo cuando tenía ocho años y odiar profundamente la sensación que me producía el domingo por la tarde. Ese momento en que se va
el sol y ya no puedes hacer nada más que dejar que todo acabe y esperar que llegue el lunes. Me resultaba tremendo, me invadía el desasosiego y una profunda sensación de que la vida dejaba de tener sentido.
El lunes desaparecía todo, por supuesto. Te volvías a enfrentar al lunes con fuerza y deseando que el viernes llegara lo antes posible.
Pensé, ¿Qué pasaría si uno de los personajes viviese en la sensación continua del domingo por la tarde?
¿Y si aquella niña de ocho años siguiese allí, pegada a la ventana esperando que su madre regresara aquel domingo por la tarde, pero ya hubiese pasado los 40? Y ahí nacía la segunda protagonista, Chiara, el personaje que interpreta BÁRBARA LENNIE.
LA TEORÍA DEL EMBUDO:
La premisa de esta película es esta: una madre abandona a su hija con ocho años, treinta y cinco años después ésta reaparece y le pide a su madre que pasen diez días juntas.
Por tanto el siguiente paso en la creación de la historia sería: ¿cómo meter treinta y cinco años en diez días? Se presentaba la estructura narrativa como una especie de embudo, en la que los temas universales a tratar tras casi cuatro décadas de ausencia se atascarían en el conducto estrecho de los diez días.
Aparte de no querer hacer una película de personajes explicándose o poniendo excusas sobre lo que hicieron o no hicieron bien, resultaba restrictivo tratar de solucionar en diez días el abismo abierto por el abandono y la ausencia. Hay por tanto una decisión de no tomar ese camino y dejar que los personajes vayan a la esencia de sus almas sin expresar sus emociones abiertamente; olvidar razonar a favor de una emoción contenida que se tapa con la imposibilidad de comprender aquello que las marcó para toda la vida. Hay cosas demasiado grandes para expresarlas; o como diría uno de los personajes: “No te lo puedo explicar, hay que vivirlo.”
LO QUE NO SE DICE...
Todas las decisiones creativas de esta película están tomadas en base a que “nada de lo que los personajes digan es lo que en realidad quieren decir”.
Una brecha en la vida de ambas desarrolla su incapacidad para expresar lo que sienten. Hablan pues los silencios, expresa más el que escucha que el que expone, se multiplica entre ellas la dificultad de entenderse.
Y ahí entra el elemento de la INTRIGA en la película.
¿Por qué tienen que pasar esos diez días juntas? ¿Por venganza, para reconciliarse? La imposibilidad de llegar a un entendimiento claro de lo que sucede pone a los personajes, sobre todo a la madre, al límite de la razón hasta llegar a sentir que su vida está en peligro. ¿Y si quiere matarla?
BUSCANDO LA INTIMIDAD...
Le tocaba esa escena que clavó en la prueba. Hace ya más de un año, dije a las directoras de casting que las actrices me podían llamar para preguntar sobre el personaje.
BÁRBARA LENNIE no lo hizo.
Me parecía demasiado joven para el personaje. Pero llegó y, sin muchas palabras de por medio, agarró una pelota de tenis que le di para la escena (en la realidad es una taza de té caliente). Es, con diferencia, la secuencia más difícil de la película. Empezó a hablar mirando por una ventana que no existía (por la que el otro día veía volar al equipo de eléctricos) y a decir —cargada de odio, asco y mesura— las palabras que yo había escrito un año antes. Arrasó, como el huracán del viernes. Cuando intenté hablar con ella después cogió su mochila como si estuviera ruborizada y se marchó. Yo me quedé mudo, con esa sensación de congoja al ver que algo que has escrito ya tiene voz y cuerpo, como cuando ves aparecer al chico que te gusta en la discoteca y haces como que no te das cuenta o no te importa, pero el corazón te va a mil y te vas a mear encima.
Lo que más me gusta cuando trabajo con una actriz con la que no he trabajado antes es observarla en secreto (sin que me vea) y tratar de entender cómo funciona en el proceso creativo; qué movimientos emocionales ejecuta antes de entrar en su personaje.
Con Bárbara no lo he conseguido.
He tratado de esconderme en recovecos, detrás de columnas, etc… para estudiarla sin ser visto.
Allá donde me coloque, por bueno que sea el escondrijo, es contar hasta cinco y ella gira la cabeza justo en la dirección hacia mí.
Me mira tranquila como diciendo “te pillé” y me sonríe cómplice.
Menos una vez que me debió ver tan concentrado en descifrarla que abrió los ojos incrédula como diciendo “quita de ahí, puto Nosferatu” y yo aparté mi cuello de búho.
Antes de rodar me soltó un: “Vamos a comer un día, ¿no? Y Hablamos”. Y allí, sentados en la terraza de un restaurante cool de Barcelona, delante de nuestras ensaladas de quinoa, me sometió al tercer grado más intenso que nadie me ha hecho sobre un personaje. Mientras me sometía a las preguntas justas (y con justas me refiero a todas las que luego han jugado en la creación de su personaje, no las que caen en saco roto) me percaté de una cosa: un gesto que le he visto repetir y en el que creo se haya su secreto.
Un eje de mirada estaba en mis ojos mientras me preguntaba. Pero cuando yo contestaba y le daba la información su eje de mirada cambiaba. Miraba ligeramente a su derecha y cuarenta y cinco grados en sentido descendente mientras se asentía a sí misma. En algún lugar por ahí abajo hay una puerta de entrada a la forma en la que selecciona, procesa y ordena meticulosamente la información sobre el alma de sus personajes.
Cuando estamos rodando y me acerco entre tomas a darle información al oído para que nadie más nos oiga, la noto bajar la cabeza como para escucharme, pero es para mandar la nueva información a través de su eje secreto. Dice “vale” bajito, cinco segundos después otro “vale”. Y poco después, en la toma, lo ves. Lo ves todo. Absolutamente todo.
ALGUNAS PREGUNTAS QUE PLANTEA LA PELÍCULA...
¿Quién soy? ¿Somos capaces de enterrar el pasado? ¿Somos capaces sobrevivir al abandono? ¿Somos capaces de perdonar del todo? ¿Deja una madre de serlo alguna vez? ¿Y una hija? ¿Somos capaces de vivir una vida en diez días? ¿Hasta dónde somos capaces de llegar para redimir la culpa?
GALERÍA DE FOTOS
https://cineymax.es/estrenos/fichas/111-l/104955-la-enfermedad-del-domingo-2017#sigProId8678ddcae2