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SINOPSIS
Lou, la solitaria directora de un gimnasio, se enamora perdidamente de Jackie, una ambiciosa fisicoculturista que se dirige a Las Vegas en busca de su sueño. Pero su amor enciende la violencia, arrastrándolas profundamente en la red de la familia criminal de Lou...
INTÉRPRETES
ANNA BARYSHNIKOV, KRISTEN STEWART, DAVE FRANCO, KATY O'BRIAN, JENA MALONE, ELDON JONES, ED HARRIS, CATHERINE HAUN, ORION CARRINGTON, MATTHEW BLOOD-SMYTH, KEITH JARDINE, JERRY G. ANGELO, TAIT FLETCHER, ROGER IVENS, KIM S. MONTI, DAVID DeLAO
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LA PRODUCCIÓN...
Un crimen y un romance: los dos emblemas del cine estadounidense desde su origen. Así es Sangre en los labios, una historia de evasión que rompe todos los esquemas siendo a la vez sueño y pesadilla, terror y diversión, un toque de veneno y el mágico resplandor del desierto y las carreteras infinitas. Esta luminosa historia de Rose Glass acompaña a Lou, la solitaria dueña de un gimnasio que conoce a una aspirante a culturista convertida en fugitiva. Su encuentro desata una reacción en cadena en un pequeño pueblo de Nuevo México. La trama y la dirección rompen con todo lo predecible. Glass y su elenco, que incluye a Kristen Stewart, la joven promesa Katy M. O’Brian, Ed Harris, Dave Franco y Jena Malone, mezclan trazas de comedia negra, crimen queer, pulp tórrido, drama familiar y thriller de venganza para explorar las fuerzas destructivas del exceso, la ambición y el amor apasionado.
El segundo largometraje de la cineasta británica Rose Glass ofrece un disfrute asegurado. Es la primera vez que rueda en territorio estadounidense, un paisaje que le resulta familiar y extraño al mismo tiempo. Con una visión completa y fresca, en 2020 terminó su primer trabajo para la gran pantalla, Saint Maud, aclamada por la crítica como obra de terror magistral, además de una exploración gutural de la fe y la locura. Aunque por poco quedó eclipsada por la pandemia, la película se ha convertido ya en un clásico de culto.
Siguiendo la senda de aquella presentación, el instinto de Glass de salirse de lo establecido la lleva a dar un giro de 180 grados. En lugar de volver a jugar en el mismo terreno, la directora tuvo la necesidad de alejarse de él. Junto con su amiga y compañera cineasta Weronika Tofilska, empezó a escribir un guion que era prácticamente el polo opuesto de la fría y claustrofóbica Saint Maud. Navegando los espacios diáfanos del Oeste de Estados Unidos, este potente thriller está empapado en sudor, humor negro, épica, personajes que desafían todo arquetipo y amor por otros géneros distintos del terror (aunque los momentos de terror abundan), todo tamizado por la visión intensa y desafiantemente humana de Glass. Cuenta la historia de Jackie, una joven ingeniosa y carismática que llega a un pueblo y a quien cuya búsqueda de la victoria en un campeonato de culturismo en Las Vegas la lleva hasta el Crater Gym. Allí conoce a Lou y se desencadena una oscura y excéntrica odisea de mal de amores, venganza sangrienta y huida furtiva.
La magnitud de la película, con decorados inmensos, efectos especiales y estallidos repentinos de fantasía le hizo sentir que empezaba desde cero. Glass reflexiona acerca de por qué decidió cambiar de rumbo: «Me pareció que probar algo nuevo sería un reto enriquecedor, tanto en cuanto al tipo de historia como en cuanto al hecho de coescribirla: la colaboración siempre aporta cosas nuevas e interesantes. Sabía que quería hacer algo tipo pulp y excesivo, con mucho humor negro».
Aunque el escenario no pueda ser más distinto, Glass ve que ambas películas comparten temas. «Las dos tratan sobre personas que aspiran a transformarse y sobre las dinámicas de poder en las relaciones íntimas. Y la diferencia de esta nueva película es: “Si te parece que estar sola es duro, ¡prueba a estar enamorada!” », se ríe Glass. «A menudo, el amor romántico se entiende como la meta final, como aquello que te hará cambiar para mejor, pero la realidad es más complicada.
Sangre en los labios juega con las zonas grises de esa idea, con la naturaleza egoísta y parasitaria del amor y con la forma en que puede hacer sentir ilusión, náuseas y pavor al mismo tiempo».
Glass pretendió derrotar todas las perogrulladas cinematográficas y admite que «la película parodia de algún modo esa idea de “personaje femenino fuerte” y cuestiona lo que se entiende por eso.
Sabía que quería hacer algo sobre una culturista, una persona con una fuerza innegable, a nivel físico y mental, y que
descubre más tarde que la gente de su alrededor se aprovecha de su fuerza y la manipula».
Respecto a la elección del culturismo en los 80 como telón de fondo, Glass explica: «Acabamos situando la película en los 80 porque consideramos que fue la época dorada del exceso, justo antes de la cúspide del nihilismo que fueron los 90. Un exceso que estaba llegando a su clímax antes de desintegrarse irremediablemente.
El culturismo y los anabolizantes que consume Jackie son una forma de reflejar los peligros de la artificialidad y la ambición por castigo, de la fuerza por castigo».
Glass y Tofilska sitúan la historia en un escenario plagado de sórdidos clichés de la cultura estadounidense, dos entornos sofocantes con olor a metal sudado: un gimnasio de mala muerte y un campo de tiro enclavado en las abruptas rocas rojas del desierto de Nuevo México. El paisaje y el entorno reflejan la escabrosa vida interior de las protagonistas: «Nos llevó tiempo decidirnos por Estados Unidos», cuenta Glass.
«Barajamos fugazmente la idea de irnos a Escocia, pero es que, con tanto músculo y tantas armas, Estados Unidos era lo que más sentido tenía: el tinte melodramático de la historia encajaba a la perfección en ese universo. Es una visión artificiosa y exagerada de Estados Unidos: igual que el resto de la película, tiene un pie en la realidad y otro, en las nubes. Ni Weronika ni yo somos estadounidenses, por eso la versión que mostramos en la película está fraguada desde nuestra imaginación y la influencia omnipresente del cine y la televisión americana».
Aunque en Sangre en los labios se puede identificar toda una gama de referencias cinematográficas, la película se aleja de todas ellas por cómo exhibe esos lugares donde la parodia y la realidad colisionan y se transforman. De cara al rodaje, Glass elaboró una lista de películas que el reparto y el equipo técnico tenían que ver: desde el thriller erótico de Paul Verhoeven Showgirls, a la corrosiva Crash de David Cronengberg; desde el relato ciberpunk de sexualidad destructiva A Snake of June (Rokugatsu no hebi) de Shin’ya Tsukamoto hasta el evocador roadtrip de Wim Wenders Paris, Texas.
El reparto se empapó encantado de todas estas influencias. Pero lo que les convenció fue la originalidad de la propia Glass. «Pocas directoras hacen películas tan cinemáticas, frenéticas y elaboradas como las que hace Rose», dice Kristen Stewart. «Sus películas no imitan a otras, aunque sus referentes se intuyen. Lo que ella hace viene de un lugar tan honesto que convierte indiscutiblemente la estructura, la arquitectura y la voz de la película en la suya propia. Su intención es asustar, al público y ella misma, y no solo para despertar interés, sino para que uno pare y
se analice a sí mismo». Dave Franco añade: «Es una historia imposible de predecir. La sensación que da es a la vez extraña, aterradora, humana y cargada de drama familiar. Lo que me gusta de Rose es que jamás se contiene.
En esta película puede pasar cualquier cosa, y eso te mantiene enganchado y en tensión durante todo el metraje. Y, aunque esté todo tan exagerado y los personajes sean tan imperfectos, creo que mucha gente puede verse reflejada en las cosas que están viviendo».
LOU Y JACKIE CONTRA EL MUNDO...
Las parejas de delincuentes en el mundo del cine se han presentado en múltiples formas: desde Bonnie y Clyde o Malas tierras, hasta Thelma & Louise, Arizona Baby o Asesinos natos. Pero aún no se había visto una pareja como Lou y Jackie: Lou, con el pelo cortado por ella misma, camisetas sin mangas, secretos oscuros y esa energía reprimida e introvertida; y Jackie, con sus bikinis de purpurina, sus curvas musculosas y esa dulce ingenuidad que se transforma en un aterrador instinto asesino. Puede que terminen siendo una mezcla explosiva, pero están profundamente enamoradas.
«A pesar de lo oscuros y peculiares que son los dos personajes, me gusta mucho la ternura y el cariño que Kristen y Katy aportan a la relación de Lou y Jackie», comenta Glass.
Cuando Tofilska y ella estaban escribiendo el guion, solo podían pensar en Stewart para el papel de Lou. «Kristen fue la única a la que le ofrecimos el papel y, por suerte, había visto Saint Maud y le había encantado», recuerda Glass.
Stewart saltó a la fama con el papel de Bella Swan en la popular saga Crepúsculo.
Desde entonces, su carrera se ha ido trazando en una gran variedad de direcciones, destacando así su versatilidad y su capacidad de abordar con profundidad personajes complejos. Su interpretación de la Princesa Diana en la película Spencer, de Pablo Larraín le valió una nominación al Óscar, y recibió el premio de la Sociedad Nacional de Críticos de Cine de Estados Unidos y el del Círculo de Críticos de Nueva York por el drama psicológico de Oliver Assayas Viaje a Sils Maria.
Al principio, Glass temía sentirse intimidada al incluir en su proyecto universitario a una estrella del calado de Stewart.
Todo lo contrario: descubrieron que tenían la misma sensibilidad y el mismo sentido del humor. «Kristen es una tía con los pies en la tierra. Recuerdo que hablé con ella al principio y me dijo: “Hay veces que te ofrecen papeles que dices: No sé si voy a poder’, pero leí tu guion y pensé: ‘Si no hago yo este papel, ¿quién narices lo va a hacer?’”».
El impacto sísmico que causa Jackie en la tranquila soledad de Lou conquistó de inmediato a Stewart. «La dinámica que tienen esos dos personajes no la había visto en ninguna película», comenta.
«Nunca había visto a una fuerza imparable conocer a una roca inmóvil y conseguir hacerla añicos. Es raro que te den la oportunidad de cuestionar la idea de cómo ganamos las mujeres. En esta película ganamos con trampas, y eso no es fácil de ver, pero sé que va a remover a muchas mujeres en todo el mundo». Lou es una mezcla de aspereza, indiferencia, desgaste por un padre sobreprotector y loco por el poder y disposición para enamorarse perdidamente. Todo esto le dio a Stewart mucho a lo que hincarle el diente. «Lou tiene un exterior de lo más fiero debido a la educación criminal que recibió por parte de su padre, al cual creo que en el fondo admira porque es capaz de tenerlo todo bajo control », dice Stewart. «Yo creo que Lou quiere ser buena persona. Siempre está haciendo por limpiar los estropicios de otras personas.
Aun así, sabe de lo que es capaz y, cuando las cosas se ponen feas, va a proteger aquello que ama».
Lou encuentra en Jackie un medio por el que expresar todo lo que tiene reprimido. «Jackie es una polvorilla», comenta Stewart entre risas. «Es transparente, porosa, reactiva y llena de vida. A Lou le vuela la cabeza su físico, evidentemente, pero todavía más su energía. Todo en ella sobresale mientras que Lou es cóncava.
Encajan. Lou siempre ha intentado ser alguien en quien nadie repare y Jackie es un unicornio de purpurina imposible de detener».
Encontrar a la actriz que interpretase a Jackie no fue tan sencillo. Desde el principio, Glass supo que quería a una culturista de verdad que se estuviese iniciando en la interpretación, alguien que el público pudiese descubrir al mismo tiempo que Lou. «Si tienes un personaje que practica culturismo, no te queda otra opción, no se puede fingir: solo hay una manera de tener ese cuerpo y es con muchos años de trabajo constante».
Pero para ser una coprotagonista tan compleja y actuar junto a Kristen Stewart, el papel exigía tablas en la interpretación.
Las directoras de casting de Betty Mae decidieron ampliar miras para dar con una promesa y peinaron el país entero y cientos de cintas de audición.
«Vimos a culturistas, boxeadoras, luchadoras, halterófilas, gente que nunca había actuado, actrices emergentes con trayectoria deportiva que podrían llegar a estar en forma», indica Glass.
«Vimos a gente muy interesante, pero encontrar a alguien que cumpliese todo lo que necesitábamos a nivel físico y de interpretación empezó a convertirse en un imposible». La búsqueda se empezó a alargar y las fechas de rodaje se acercaban.
Los nervios estaban ya de punta cuando apareció en una cinta una cara nueva, Katy O’Brian. «Katy nos pareció tan intrigante», cuenta Glass, «y tenía una presencia escénica increíble. Hizo una prueba de química con Kristen y salió fenomenal. Nos miramos entre nosotras y dijimos. “Dios mío, por fin, la hemos encontrado”».
Sangre en los labios es el primer gran papel dramático de Katy M. O’Brian, a quien ya hemos visto previamente en películas de franquicias como Ant-Man y la Avispa: Quantumanía y The Mandalorian. O’Brian cuenta que no fue una película fácil a la que enfrentarse. «Cuando leí el guion, me quedé petrificada, de verdad», confiesa. «Sabía que iba a ser lo más difícil que había hecho jamás. Me sentí intimidada pero también muy motivada.
Me enamoré del personaje de Jackie y supe que quería interpretarla».
Se enamoró de la tenacidad de Jackie y de su salvajismo. «Jackie es una persona con mucha energía y ganas de aventura», dice O’Brian. «Viene de un contexto complicado, pero va en búsqueda de la excelencia, de sentirse valorada, querida y vista, como le pasa a mucha gente.
Su motivación es ganar un importante campeonato de culturismo. Pero cuando conoce a Lou, todo da un giro. El drama familiar de Lou la hace descarrilar. Jackie es fuego y Lou es agua. Lou hace lo mismo todos los días y Jackie es el torbellino que trae el caos».
O’Brian es experta en artes marciales, había competido en culturismo y sigue haciendo levantamiento de potencia en sus entrenamientos. Pero no estaba ni de lejos en forma máxima a nivel de competición: un estado breve de aumento muscular y bajo porcentaje graso que no se puede sostener. Se sumergió de cabeza en un tedioso calendario intensivo de entrenamiento y una dieta restrictiva para construir y perfeccionar el físico de Jackie. «Trabajé con un entrenador, Steve Zim, que me metió muchísima caña y me puso en forma mucho antes de lo que creía posible», explica O’Brian. «Entrenaba tres horas al día, además de seguir la dieta, y luego hice un ciclo de deshidratación cuando quedaba poco para el rodaje. Me encantó poder hacer toda una rutina de poses de culturismo en la película.
Me sentí, de alguna manera, como si yo fuera Jackie y estuviera entrenando para el campeonato, y así lo hice».
Al mismo tiempo, O’Brian quiso indagar más allá de la aceitosa piel de Jackie.
«Quería que el espectador viese en Jackie a una persona, aportarle toda una personalidad a alguien que tiene una ambición que no es corriente en la sociedad.
Quería que la gente viera que no hay nada de estrafalario ni de vergonzoso en que una mujer gane músculo. De hecho, puede ser muy bello».
Cuando Jackie empieza a meterse esteroides, en el universo de la película, las drogas son como un hechizo que la convierte instantáneamente en un alter ego hulkesco agresivo y terrorífico. Pero ¿es por los esteroides? «Puede que sea el amor de Lou lo que la transforma de esa manera en que a veces el amor saca lo más oscuro de nosotros mismos», reflexiona Glass.
Stewart admite que se quedó pasmada con la valiente interpretación de O’Brian.
«Katy está tan presente y deslumbrante en el papel de Jackie... Tiene la peculiar capacidad de transformarse, y su transformación me embelesaba día tras día.
Tiene mucha fuerza, y no por sus músculos, sino por su energía. Su presencia en la película me dejó impresionada».
LOU SR. Y FAMILIA...
«¿Que si la gente debería tener miedo de mi personaje?», pregunta Ed Harris acerca del padre de Lou, Lou Sr., capo del crimen y contrabandista de armas (además de ávido coleccionista de escarabajos), el que maneja el cotarro en el pequeño pueblo de Nuevo México donde se desarrolla Sangre en los labios. «Pues depende de lo que hagan. Si se portan bien, si no me llevan la contraria, no tienen nada que temer. Soy un tío majo. Pero si haces algo que no me guste, te has metido en un buen lío. Me cuesta muy poco “ocuparme” de la gente que no me cae bien, digámoslo así».
La excéntrica interpretación de Harris —por no hablar de su peinado, que es prácticamente un personaje por sí mismo— añade una dimensión inesperada al personaje. Igual que les pasó a sus compañeros de reparto, su interés empezó a raíz de su deseo de trabajar con Glass. «Primero, tiene visión, y segundo, es inteligente», concluye. «Y tiene mucha imaginación. No le da miedo salirse de la norma, eso desde luego, y, pese a eso, es muy minuciosa, y a mí esa mezcla me encanta. Me recuerda a Peter Weir en ese aspecto. Presta mucha atención a los detalles, sus notas de dirección son esclarecedoras y te permiten profundizar en la verdad del asunto».
La dinámica padre-hija de Lou Sr. y Lou es de todo menos corriente. Se conocen extremadamente bien, aunque eso implique que saben ¬dónde están enterrados los cadáveres. «Hay cosas del pasado
que hacen que Lou odie a mi personaje en este momento», describe Harris.
«Y solo va a peor a medida que avanza la película. Rose tiene una imaginación retorcida y no duda en utilizarla en esta historia».
Stewart disfrutó especialmente explorando los entresijos emocionales (y delictivos) entre Lou y su padre. «Tenemos una historia muy sórdida, impregnada a partes iguales en amor y rabia contenida», cuenta ella. «Ed abordaba el personaje de una manera tan cariñosa que me ayudó enormemente a ver lo exasperante que es para Lou saber que podían haberlo tenido todo. Es perfecto como adversario, pero también el tipo de padre que desearías que te diese consejos y te dijera que te quiere. Esa combinación solo podía existir con un actor de la talla de Ed. Es capaz de dar vida a sus personajes más allá de lo que esté escrito en el guion».
Harris sorprendió a Glass con la personalidad descarada de Lou Sr. «Le dije a Ed: “Me gustaría que tuvieses un aspecto que no te hayamos visto antes”», recuerda Glass. «Y él me dijo: “Podría ponerme una coleta o algo”. Yo me imaginé una coleta con cuatro pelos. Pero le pidió a un amigo suyo estilista que le pusiera esas extensiones tan tremendas. Me envió una foto suya con ese peinado absurdo entre lujurioso y Cosa de La familia Addams. La vi y dije: “Sí”, y se la enseñé a Kristen diciendo: “Por favor, mira a Ed Harris, qué pelo tan ridículo”, e inmediatamente sacó el móvil y me enseñó una foto de su padre. Pues resulta que su padre tiene el mismo pelo. Me preguntó: “¿Has buscado una foto de mi padre y se la has enviado a Ed?”. Pero no, fue Ed, él solito, quien dio con ese peinado en concreto, o sea, que parece que fue el destino».
La otra hija de Lou Sr., Beth, tiene problemas de pareja. Su marido, un discreto maltratador, el modesto JJ, detona la rabia silenciosa de Lou y desata la furia encolerizada de Jackie. Para interpretar a JJ, Glass fue contra lo esperado y eligió a Dave Franco, el actor nominado a los Emmy conocido por sus papeles cómicos.
«Dave no era la elección obvia para este papel y por eso me gustaba, porque muchas veces los monstruos no parecen monstruos», dice Glass. «Su personaje reúne una serie de rasgos malvados, desagradables y tóxicos, pero Dave no da ni de lejos esa impresión. Dave es un tío encantador y majísimo, y eso despista... hasta que ves de lo que es capaz JJ».
Franco aborda el personaje a través de sus numerosos defectos y le aporta un punto de humor y torpeza a su oscuridad.
«Su personaje resulta cómico por el hecho de que se cree que es un tipo mucho más guay de lo que en realidad es. Él se cree más listo de lo que es, pero todo el mundo se da cuenta de que es una mierda de tío», explica Franco. «Me quise apoyar en esa falsa confianza para poder aportar algo de ligereza a momentos que son muy fuertes».
Disfrutó especialmente de la fricción entre su personaje y el de Stewart, Lou. Franco ahonda en esto: «Lou no lo traga, y JJ sabe que ella está intentando alejarlos a él y a su mujer. Han llegado a un punto en que lo que tienen es mucho más que tóxico. Pero trabajar con Kristen fue un placer, ella te lo pone muy fácil enseguida.
Hacer una escena de confrontación con ella fue una pasada».
En el papel de Beth está Jena Malone, nominada a un Globo de Oro y dos veces ganadora del premio del Sindicato de Actores de Cine, conocida por su papel de Johanna Mason en la saga de Los juegos del hambre. «Jena y Kristen resultan muy convincentes como hermanas», apunta Glass. «Se conocen desde hace mucho y eso les permite relacionarse de una manera muy natural. Jena es una actriz increíble y estuvo más que dispuesta a probar cosas distintas con Beth».
Malone describe a Beth como «una superviviente de la violencia doméstica, algo con lo que lleva lidiando mucho tiempo y respecto a lo que nadie ha hecho nada. En 1989, el mundo en que vivíamos no contaba con sistemas de apoyo para ese tipo de violencia contra las mujeres.
La situación de Beth da pie a que emerjan esa especie de justicieros».
Ver a Glass jugar con las convenciones cinematográficas y hacerlas suyas fue, para Malone, la parte disfrutable de un papel muy oscuro. «Es una cineasta que desmigaja el género y lo transforma», dice. «Aun habiendo formado parte del reparto, me resulta complicado describir esta película. ¿Es una fantasía queer? ¿Es un thriller? ¿Es un romance? Es muchas cosas distintas sin parecerse a nada que conozcas. Oscila de forma brillante entre lo camp, la comedia, el amor y la depravación y las complejidades de la naturaleza humana».
EL UNIVERSO VISUAL...
Enmarcada en el paisaje del Oeste estadounidense, sublimado por su belleza áspera y siniestra, Glass llega a Estados Unidos con un estilo visual propio.
Su Nuevo México de 1980 es espinoso y sórdido, con una atmósfera tan intensa que deja saborear la putrefacción y oler el sudor. Pero aunque la película evoca todas las maneras en que un pueblo infame puede asfixiar los sueños de cualquiera, también estalla en momentos surrealistas de estupor, dicha y grandiosidad.
«Quería que la película atrajese al público a su propio mundo visual dinámico», dice Glass. «Fue muy emocionante paratodos tener por primera vez esa paleta tan amplia con la que experimentar».
El productor Oliver Kassman coincide: «Era importante para nosotros construir un universo que fuese específico de la película. Rose cuenta sus historias en formato sobrenatural, y Albuquerque con el desierto que lo rodea era perfecto: la magnitud, la arena y la belleza de los entornos nos dieron una paleta espectacular con la que trabajar y nos permitió alejarnos de todo lo que nos era familiar».
Para explorar este inmenso lienzo, trabajó con un equipo que incluía a su director de fotografía de Saint Maud Ben Fordesman. «Como Ben y yo habíamos trabajado juntos en Saint Maud, desarrollamos un sistema que resultó esencial en Sangre en los labios, y seguimos construyendo sobre un lenguaje visual similar que se mueve entre la cruda realidad y la teatralidad exagerada».
Fordesman comenta: «Vimos una amplísima colección de referencias visuales de películas conocidas. Rose me pidió que viese películas como Showgirls, Paris, Texas, El borracho, Vivir y morir en Los Ángeles o Mystery Train por mencionar algunas. Queríamos una imagen que gritase “americana” y a mí, personalmente, me gustaba mucho el trabajo del director de fotografía Robbie Müller con Wim Wenders en Paris, Texas y el de William Friedkin en Vivir y morir en Los Ángeles.
Me gusta cómo utilizan la luz existente, sobre todo la luz artificial de las farolas de vapor de mercurio, que tienen una tonalidad verde o azul muy intensa, una imagen muy potente que reprodujimos con equipos modernos de luz LED. Eso, conjugado con la luz azul de la última hora del día, era pura magia, grabamos todo lo que pudimos en esas condiciones lumínicas».
Glass le pidió a la diseñadora de producción Katie Hickman (We the animals) que siguiera la misma línea en los decorados. «Les repetía siempre a Ben y a Katie la palabra “mugriento”», recuerda Glass. «Quería que todo tuviese un aspecto como visceral, tangible, y que nada pareciese estar limpio ni aseado, pero tampoco abandonar el aspecto de película melodramática».
Hickman se tomó en serio esas palabras.
«Me metí a tope en esa textura arenosa», se ríe Hickman. «Gran parte de la historia transcurre de noche. Pero esa oscuridad se acentúa también con algo de luz y de comedia, sobre todo con esos colores tan prototípicos de los 80. Por ejemplo, pusimos colores melocotón y verde salvia en las localizaciones más elegantes, como la mansión de Lou Sr. Teníamos un montón de decorados enormes con los
que trabajar. Pero la idea predominante era que todos los elementos fueran un poco peculiares, un poco nostálgicos y muy memorables».
El Crater Gym cobró vida desde cero en una nave que Hickman recubrió con panelado de madera, moquetas mugrientas y material deportivo hecho polvo, tenía que ser un mundo en sí dentro de la visión de Glass. «Quería una textura de acero corrugado y hormigón, donde se percibiese el polvo en el suelo y el sudor en las paredes», explica. «El gimnasio tenía que reflejar al personaje de Kristen y esa sensación de que ese pueblo de mala muerte le tenía minada la moral».
Hickman añade: «Exploramos un montón de gimnasios viejos, lóbregos y cutres, de esos en los que te encuentras todas las paredes paneladas en madera y donde nada pega con nada porque se han ido haciendo sobre la marcha. Ese era el rollo que queríamos darle al Crater Gym».
El espacio abierto de Nuevo México permite dar rienda suelta una ambición humana de igual amplitud, como se puedeapreciar en la mansión de Lou Sr. Hickmanse lo pasó en grande diseñando todossus espacios. «Es que su personajees una salvajada», comenta. «Queríamos que su casa hablase de él, así que fuimos con todo. Y la guinda fue hacer unos terrarios especiales para su colección de escarabajos, algunos de ellos con cristal rompible para cierta escena memorable».
Para Ben Fordesman, las localizaciones de Nuevo México demostraron ser el lienzo perfecto. «Me encantó el desierto, el Winkie’s Diner, el gimnasio, la casa de Lou... Todo me recordaba a películas que he visto alguna vez en la vida. Estar allí y hacer una película con ese pedazo de equipo fue un sueño. Vivimos muchísimas tormentas y vimos cielos arrebatadores: empezábamos el día con el cielo azul y un sol abrasador y, de repente, lluvia y relámpagos, y teníamos que ponernos a cubierto y rodar el resto de la escena con unas condiciones lumínicas absolutamente maravillosas. No era lo ideal en términos de calendario, pero logramos captar la naturaleza en estado puro».
LA IMAGEN DEL AMOR: EFECTOS ESPECIALES, VESTUARIO Y MÚSICA...
En el universo de Sangre en los labios, la realidad no es la norma, sino que sirve para retorcer la experiencia de sus personajes.
De ahí, las explosiones de surrealismo repentino de las que mejor no anticipar nada. Esto atrajo a Glass a explorar rincones del mundo de los efectos especiales que nunca había visitado, y se enfrentó a ello con la actitud juguetona de quien está descubriendo sus nuevos poderes. «Muchas de esas cosas, como el uso de cromas, eran nuevas para mí, pero incluso usando efectos a lo grande quería mantener los pies en la tierra», nos cuenta.
La productora Andrea Cornwell apunta: «Había un par de secuencias ambiciosas en la película que requerían efectos especiales.
En Saint Maud casi todo fueron efectos prácticos, pero en Sangre en los labios sabíamos que íbamos a necesitar transformaciones corporales complejas y manipulación de los espacios para dar vida a las ideas vívidas y surrealistas del guion de Rose». La empresa de Londres Time Based Arts trabajó codo con codo con el equipo creativo a lo largo del rodaje para hacer realidad el Nuevo México de 1980 y el pueblo ficticio de Crater.
Una de las dificultades fue crear el foso que contiene en sus profundidades muchos de los secretos del pueblo. Cornwell explica: «Descubrimos pronto que en Albuquerque no hay fisuras en las rocas de manera natural, así que, trabajamos con Time Based Arts para crear la grieta, un paisaje creado con efectos especiales que tenía que tener un aura de oscuridad y de magia. Hicieron un trabajo fantástico en esas escenas tan cruciales».
El paisaje de Sangre en los labios se extiende al vestuario y la peluquería, que funcionan como reflejo de los personajes.
La diseñadora de vestuario Olga Mill, conocida por su trabajo en Hereditary de Ari Aster y El reverendo de Paul Schrader, empezó basándose en esos looks escandalosos de los 80. Cuenta Mill: «La gente tiene una imagen muy brillante de los 80, pero Rose y yo quisimos hacer algo más real y que honrase los elementos fantásticos del guion».
Para Lou, Mill pensó: «¿Qué aspecto tendría un personaje abiertamente queer en los 80 sin llegar a caricaturizarla? Es alguien que debe sentirse más grande que el pueblo en que vive. Seguramente fantasea con vivir en Nueva York o San Francisco».
Stewart disfrutó mucho de su colaboración: «Hablamos de que el vestuario de Lou no sería demasiado estridente, pero tendría un par de prendas particulares», recuerda Stewart. «Decidimos desde muy al principio que su estilo sería sutil, nada de zapatones o botas pesadas.
Unas pequeñas zapatillas de deporte.
Todo modesto y sin forma, pero con el punto marginal que la haría destacar en un pueblo como ese».
En cuanto a Jackie, Mill fue en otra dirección mucho más opulenta. «Jackie depende a veces de la atención de los hombres para arreglárselas, por tanto, su ropa tiene que ser provocadora.
Rose también quería que cuando vieras al personaje de Jackie por primera vez, te explotase la cabeza. Tenía que ser un bombón».
Si la creatividad fue el quid de la cuestión en el rodaje, aún lo fue más en la posproducción, la fase favorita de Glass.
«Me flipa la posproducción. Como soy más bien introvertida, me da mucho gusto meterme en un cuarto oscuro con otra persona después de haber estado todo el día socializando. Es como volver a la fase de guion, pero ya con la película delante». Glass reclutó al montador Mark Towns, que había trabajado con ella en Saint Maud. «Me parece que es brillante.
Tenemos un método de trabajo muy pulido y los dos tenemos un sentido del humor muy áspero que me vino muy bien para tomarle el pulso a la película. Si una escena nos hacía reír a los dos, se quedaba, y todo lo que no nos parecía entretenido, no teníamos piedad en cortarlo».
La banda sonora, elaborada con la ayuda del consultor musical Yigit Bülbül y el supervisor Simon Astall, se compone de artistas alternativos de los 80 como Throbbing Gristle, Cabaret Voltaire y Patrick Cowley, un compositor gay cuyo trabajo en el cine porno de los 70 y los 80 lo convirtió en pionero de la música electrónica dance. «También hicimos listas de reproducción para Kristen y Katy con el tipo de música que les gustaría a Lou y a Jackie», cuenta Glass. «Muchas de las canciones de la lista de Lou acabaron en la banda sonora de la película, las bandas más underground e industriales».
La partitura de Clint Mansell añadió una capa más de atmósfera de época. Glass disfrutó de trabajar con el compositor que había sido vocalista de la banda de rock alternativo Pop Will East Itself y que es conocido por haber creado la música de las películas de Darren Aronofski Pi,Réquiem por un sueño, La fuente de la vida y Cisne negro. «Me hizo tanta ilusión que aceptara, sobre todo porque hizo Pi, que fue una de las películas que recuerdo ver de adolescente y pensar: “Vaya, se pueden hacer películas así”».
Glass prosigue: «Es muy tranquilo y modesto y fue muy rápido en componerla.
Su música le aporta una dimensión increíble al conjunto y se integra de maravilla con la banda sonora, utilizándola como una especie de paleta sónica. A veces me decía: “Esto, igual es demasiado”, pero yo siempre le decía: “De eso nada, hazlo más grande”. Sentía que todo podía ser siempre más grande».
A lo grande, pero sin desconectarse de su sensibilidad, ese es el principio que Glass aplica a todo en Sangre en los labios.
GALERÍA DE FOTOS
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