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“Leí la novela de Patricia Highsmith ‘Las dos caras de enero’ hace más de veinte años. La trama era muy abierta, incluso inconsistente, a menudo ilógica, pero la historia y sus personajes imperfectos nunca me abandonaron desde entonces. De todos los libros que he adaptado a la pantalla, es el único que he querido dirigir, quizá porque reconocí en mí mismo las muchas contradicciones emocionales y defectos de los personajes. El cine explora con frecuencia el lado más oscuro del ser humano, pero pocas veces se inclina hacia su lado más débil, y es exactamente lo que me fascinó del libro. En ningún momento me he sentido tentado por describir una postal de Grecia y de Turquía en los años sesenta, he querido mostrar un mundo que reflejara el estado psicológico y el descenso al inframundo de los personajes”, afirma el director Hossein Amini. Para el director novel se trata de un proyecto pasional que despertó su imaginación creativa hace más de quince años. “La primera vez que leí ‘Las dos caras de enero’ fue mientras estudiaba en la Universidad”.
Hossein Amini siempre fue consciente de que la adaptación de esta novela, una de las menos conocidas de Patricia Highsmith, representaba un reto. El libro se publicó nueve años después de su mayor éxito, ‘El talento de Mr. Ripley’, pero no fue recibido con el mismo fervor. Su editor incluso llegó a mandarle una carta donde decía que “una historia puede con dos personajes neuróticos, pero tres son demasiados”. En los años siguientes, el director y guionista intentó conseguir una copia de la novela, pero descubrió que no se había reeditado. A pesar de todo, siguió pensando en ‘Las dos caras de enero’.
Incluso un gran guionista como Hossein Amini puede tener dificultades en encontrar formas para que el espectador no se distancie de unos personajes tan difíciles. Decidió seguir el modelo de los sofisticados thrillers de antaño con un ritmo actual y una trama sin trucos artificiales. Hablando de su debut como director aclara que no tenía ningún empeño en colocarse detrás de la cámara, simplemente quería contar esta historia. Hace unos seis años, durante una reunión con Tom Sternberg, que produjo ‘El talento de Mr. Ripley’ y que se encontraba en Londres para la adaptación de ‘La huella’, le habló del proyecto y añadió que Diogenes, la editorial de Patricia Highsmith, no estaba dispuesta a venderle los derechos.
El guión no tardó en caer en manos de Viggo Mortensen. El actor se reunió con Hossein Amini en su casa de Madrid a finales de 2010 y se apuntó al proyecto. Nunca perdió el entusiasmo por interpretar a Chester a pesar de las dificultades para levantar el proyecto. Una vez que Viggo Mortensen se comprometió a interpretar a Chester MacFarland, el guionista decidió realizar algunos cambios en el personaje principal: “Viggo exhala heroicidad, y decidí dar un toque estilo Gatsby al personaje, algo que no está en la novela”, dice Hossein Amini.
Dadas las exitosas adaptaciones cinematográficas de las novelas de Patricia Highsmith el realizador sabía que el listón estaba muy alto: debería ser un thriller sofisticado e inteligente con personajes complicados, contradictorios, llenos de defectos, en un ambiente estresante y oscuro. Hossein Amini reconoce que sus influencias cinematográficas son múltiples, pero la de Hitchcock, el padre del thriller moderno, es obvia. Además, el realizador visionó numerosas películas rodadas en la época en que transcurre la historia, sobre todo thrillers franceses e italianos, “para ver el mundo, los paisajes, las composiciones de entonces.
El rodaje de ‘Las dos caras de Enero’ empezó en octubre de 2012 en Creta. La novela de Patricia Highsmith transcurre en París, Estambul y Grecia, la cuna de la civilización occidental. Dada la crisis económica en Grecia y las consiguientes manifestaciones antigubernamentales, al principio se pensó en rodar toda la película en y alrededor de Estambul, para posteriormente trasladar el equipo a los estudios Ealing de Londres para los interiores. Sin embargo, ante la dificultad de encontrar algunos exteriores en Turquía, el director y la productora decidieron rodar en Creta, además de unos días en Atenas, antes de ir a Estambul. La versión de Hossein Amini no incluye París. El rodaje de la película, que contaba con un presupuesto de 21 millones de dólares, se dividió como sigue: tres semanas en Creta, cuatro días en Atenas, cuatro semanas en Estambul y dos semanas en los estudios Ealing.
Los libros de la autora describen la edad de oro de los turistas estadounidenses en Europa. Era muy importante conseguir plasmar esa sensación de “edad dorada”, simbolizada por los MacFarland, en la pantalla. La película empieza en la Acrópolis y aunque parezca increíble, se obtuvo el permiso para rodar dentro del mismo Partenón, a pesar de que los visitantes tienen la entrada restringida. Para rodar en uno de los destinos turísticos más visitados de Grecia, el equipo del diseñador de producción Michael Carlin tuvo que tapar el sistema de iluminación y las señales actuales en la colina con escombros de polietureno. Hossein Amini también debió acoplarse para evitar dos enormes grúas instaladas en el perímetro. Cuando no fue posible, la imagen de las grúas se borró en posproducción. Tan solo disponían de dos días para rodar la importante escena, y Hossein Amini reconoce que no fue tarea fácil. “Había cientos de turistas ahí mismo”, recuerda.
La parte más relajada del rodaje se llevó a cabo en Creta. El equipo se instaló en el pintoresco pueblo de Chania para rodar en las estrechas callejuelas, en el puerto y en los montes cercanos. El departamento de decoración creó una pequeña plaza en esa parte del puerto para rodar la secuencia en que el trío cena después de haber salido huyendo de Atenas y la búsqueda desesperada que emprende Chester de su esposa y Rydal. La huelga general facilitó el rodaje en Cnosos, la ciudad minoica donde nació el mito de Teseo y el Minotauro, ya que en el palacio no había turistas por la huelga de los guardas.
El director de fotografía danés Marcel Zyskind acompañó a Hossein Amini en todo momento, e hizo posible que el realizador plasmara su visión en la pantalla. “Es joven y dinámico. Tenía que rodar muy deprisa porque había muchos decorados”, dice el guionista y director, que en principio quería rodar en 35 mm, pero acabó inclinándose por el digital. Sin embargo, Marcel Zyskind escogió lentes anamórficas, que permiten obtener una imagen más suave, más clásica.