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A mediados de la década de 1980, se estaba produciendo una de las mayores crisis humanitarias de la historia en el continente africano. La mayor parte de los ciudadanos occidentales sabía muy poco de la guerra civil que se estaba librando en Sudán, ni sobre sus víctimas más vulnerables: los más de 100 000 niños que se encontraron huérfanos y desplazados a consecuencia de la brutal violencia que asolaba el sur de Sudán. Pero entre los Estados Unidos y Sudán se iban a crear un vínculo integral gracias a un programa que se encargaría de llevar a miles de esos jóvenes sudaneses, conocidos como “los niños perdidos”, a ciudades americanas de costa a costa, en el mayor reasentamiento de su clase en la historia de los Estados Unidos. Aunque los personajes de la película son ficticios, el film refleja lo vivido por muchos durante esos años, y muestra sus tragedias y sus triunfos, en una historia que celebra la fortaleza del espíritu humano. El director Philippe Falardeau explica: “Se inspira en la experiencia colectiva de los niños perdidos, que lograron huir de la destrucción de sus aldeas cuando el norte, que contaba con todo el aparato militar, empezó a machacar el sur, aniquilando todo cuanto hallaba a su paso”. Cuando la guionista Margaret Nagle descubrió la existencia de estos niños perdidos, supo que quería contar su historia y “arrojar luz sobre un lugar muy oscuro, que es lo que siempre he querido hacer como guionista y, en aquel entonces, se trataba de un desastre humanitario de proporciones épicas completamente desconocido para la mayoría de la gente. Realicé una tremenda labor de documentación; recopilé una enorme carpeta con todos los artículos sobre el tema escritos en periódicos de todo el mundo. Recorrí el país y me reuní con alrededor de un millar de niños perdidos, que me ofrecieron relatos de primera mano. También hablé con voluntarios, pastores, clérigos y prácticamente todo el mundo que había tratado con ellos, y pude ver cuánto les había afectado la experiencia”. El guión de Nagle encontró a su primer paladín en el productor ejecutivo Bobby Newmyer, para el que se convirtió en un proyecto sumamente personal. Por desgracia, Newmyer falleció antes de tener ocasión de ver la película hecha realidad. No fue hasta que los productores se reunieron con Philippe Falardeau que descubrieron el profundo vínculo que unía al director con el material. Falardeau aporta: “En el 94, una amiga me pidió que la acompañara al sur de Sudán durante la guerra para manejar la cámara en su documental, y dos veces nos vimos atrapados en el fuego cruzado y tuvimos que ser evacuados por la ONU. Sabiendo que dejábamos atrás a gente que probablemente moriría, me sentí culpable por poder marcharme mientras ellos se quedaban”.
Falardeau consideraba imprescindible seleccionar la mayor parte de su elenco de entre la comunidad de refugiados sudaneses en Estados Unidos y otros lugares del extranjero, porque “llevan esta historia en los corazones”, opina.
Comprometido a presentar la historia de la manera más auténtica posible, el equipo responsable de la película se puso en contacto con comunidades sudanesas de todo el mundo para elegir a los actores que interpretarían los papeles sudaneses —no sólo a los jóvenes que abandonarían su campamento de refugiados en busca de un futuro incierto en Estados Unidos, sino a los niños que conocemos inicialmente trece años antes, cuando huyen de sus aldeas, que están siendo arrasadas a causa de la guerra. “Para ellos, era más importante ser sudaneses que hacerse famosos”, afirma Falardeau. “Así que el reto era encontrar a los mejores actores posibles, que fueran adecuados para esos papeles, pero que a la vez tuvieran también una verdadera conexión con esos acontecimientos”. La estrategia de Falardeau arrojó excelentes resultados, incluso con los actores que interpretarían los papeles principales del filme. A fin de ampliar la búsqueda de actores más allá de las audiciones realizadas in situ, el equipo responsable de la película creó un sitio web en el que cualquiera pudiera presentar su propio vídeo de prueba, que llegaron desde todas partes del mundo. De hecho, encontraron a Kuoth Wiel gracias a una de estas pruebas presentadas online.