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Etiquetas: 2016EE.UU.TerrorRobert Eggers
INFORMACIÓN
Titulo original: The Witch
Año Producción: 2015
Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 90 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 18 años
Género: Terror
Director: Robert Eggers
Guión: Robert Eggers
Fotografía: Yukihiro Onodera
Música: Yuri Mliyauchi
FECHAS DE ESTRENO
España: 13 Mayo 2016
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Universal Pictures


SINOPSIS

Un matrimonio y sus cinco hijos llevan una vida cristiana muy devota. De buenas a primeras su hijo recién nacido desaparece y acto seguido las cosechas comienzan a perderse y la unidad familiar comienza a resquebrajarse...

INTÉRPRETES

ANYA TAYLOR JOY, RALPH INESON, KATE DICKIE, HARVEY SCHRIMSHAW, LUCAS DAWSON, ELLIE GRAINGER, JULIAN RICHINGS, BATHSHEBA GARNETT, SARAH STEPHENS, WAHAB  CHAUDHRY

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  El director y guionista Robert Eggers ofrece, en su primer largometraje, una visión diferente de la brujería al sumirse en las pesadillas de un pasado no tan lejano, cuando la gente, temerosa de Dios, creía en las brujas, mujeres regularmente perseguidas por practicar ritos de magia popular que amenazaban la hegemonía de la Iglesia, y que la vieja del pueblo mataba a los niños lactantes. LA BRUJA se centra en una familia puritana que vive aislada, y cuya fe y devoción se tambaleará cuando se enfrente al horror primigenio que vive en el bosque. La cinta está meticulosamente pensada para sorprender, además de rendir homenaje al cine a cualquier nivel de producción. Es el primer largometraje de Robert Eggers, ganador del Premio al Mejor Director en el Festival de Sundance 2015, una nueva voz en el género de terror que irrumpe con fuerza. LA BRUJA, una de las películas más aterradoras de los últimos años, inquieta y asusta. En palabras de su creador: "Hay muchos sustos en la película. Los sustos son necesarios en una película de terror, pero no plantean cosas terribles. El lado oscuro del ser humano siempre se codea con el lado más luminoso, y debemos examinarlo para entender mejor quiénes somos. Las historias de terror que nos tocan más profundamente son aquellas que nos enfrentan a las sombras de nuestra sociedad y también a nuestras sombras individuales".

  Para muchos, la palabra "bruja" trae a la mente los disfraces de Halloween o la eterna imagen de la bruja malvada, encarnada por Margaret Hamilton, en El mago de Oz. Pero la brujería va mucho allá de eso y hunde sus raíces en la vida de los primeros colonos de Norteamérica, sobre todo de Nueva Inglaterra, donde la histeria llegó a su culminación con los juicios de Salem en 1692 que llevaron a la muerte a decenas de mujeres acusadas de brujería y de mantener relaciones con el maligno. En el libro The Witches: Salem 1692, publicado en octubre de 2015, la historiadora Stacy Schiff, ganadora del Premio Pulitzer, documenta la evolución de la bruja, vista como una fuerza del mal, a través de los siglos. "Cualquier habitante de Nueva Inglaterra en el siglo XVII podía describir a una bruja", escribe la autora. "Las brujas y los brujos son los conocedores de la magia, y como tal existen desde que existe la historia. La bruja, tal como se concibió en Salem, apareció en el siglo XIII, cuando la brujería y la herejía iban de la mano. Se hizo más fuerte con la Inquisición, y el mito popular acabó por convertirse en locura popular". En el siglo XVII, las brujas llegaron a la Colonia de la Bahía de Massachusetts, el telón de fondo para LA BRUJA.
  Tres siglos antes de El proyecto de la bruja de Blair, las manifestaciones sobrenaturales formaban parte de la vida cotidiana de Norteamérica. La Iglesia Anglicana extendía su rígido poder sobre toda la comunidad y se reforzaba la creencia popular de que Satanás era real, una fuerza del mal que se oponía a la benevolencia y bondad de Dios. Las personas acusadas de cooperar con el diablo, si no eran condenadas a muerte, solían convertirse en proscritas que vivían al margen de la sociedad, como Hester Prynne en La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne. Las historias de posesiones demoníacas abundaban en las colonias y estaban documentadas en panfletos que circulaban de mano en mano, como Memorable Providences: Relating to Witchcraft and Possessions (Providencias memorables: Acerca de la brujería y las posesiones) o también The Wonders of the Invisible World (Las maravillas del mundo invisible), escritos por los exaltados predicadores Cotton e Increase Mather, padre e hijo. En estos panfletos se describían terribles posesiones con las palabras "agitaciones, retorcimientos, revolcones, saltos, contorsiones, babas y espuma" - tal como dice Stacy Schiff en su libro y como se muestra en una escena de LA BRUJA -, con el fin de aterrorizar visceralmente al lector; miedo que se propagaba por las familias y las comunidades a gran velocidad, aumentando las sospechas y la paranoia latente de una sociedad devota obsesionada por la brujería y la influencia del maligno.
  "En la actualidad, cuando hablamos de brujería y posesiones demoníacas, pensamos que son tonterías", dice Anya Taylor-Joy, que encarna a Thomasin, la protagonista de LA BRUJA, acusada de brujería por toda su familia. "Nos cuesta creer que son reales, pero para la gente del siglo XVII en Nueva Inglaterra, una bruja era la respuesta a algo que iba mal". Y sigue diciendo: "En aquella época, la vida cotidiana incluía elementos sobrenaturales, y la bruja era la explicación de por qué ocurrían tragedias sin respuestas lógicas, que se veía reforzada por la desesperación. La muerte de un niño o una vaca que dejaba de dar leche eran cosas de brujas". Hoy en día serían acusaciones ridículas, pero entonces las brujas eran reales.

  Con LA BRUJA, Robert Eggers ha querido plasmar las persecuciones y el puritanismo de una época que solía ver a las mujeres como símbolos de la oscuridad y del mal, como sigue ocurriendo actualmente en algunas sociedades restrictivas. Fascinado por lo que él llama "el oscuro femenino", decidió explorar el mito de la bruja a través del prisma de la vida moderna. "Las sombras de Salem están vivas en el inconsciente actual", explica el director. "Seguimos atrapados en ciclos de pensamientos realmente regresivos y feos. La bruja representa las sombras de lo desconocido, y la gente aún la señala con un dedo acusatorio".
  Robert Eggers creció en un pueblecito de New Hampshire con viejas granjas, pequeños cementerios en medio de los bosques y extrañas leyendas. "El pasado de Nueva Inglaterra siempre estuvo presente en mi cabeza", dice el realizador. "La historia de brujas y brujería de la zona formó parte de mi imaginación durante mi infancia".
  De niño veía películas de terror como las clásicas de Universal y las producciones de Hammer Studios, muchas de las cuales transcurrían en Nueva Inglaterra. También se sintió atraído por el cine mudo del expresionismo alemán, como El gabinete del Dr. Caligari o las películas de F. W. Murnau, y posteriormente por los dramas psicológicos del cineasta sueco Ingmar Bergman. "Me parece que Bergman es uno de los directores de terror más eficaces", dice Robert Eggers. "Y no me refiero a las
dos o tres películas suyas que pueden categorizarse dentro del género de terror. Me interesa mucho más el planteamiento psicológico y emocional de Gritos y susurros, una de las películas más aterradoras que he visto nunca". Para el cineasta era crucial que el terror arquetípico de LA BRUJA se enfocara rigurosamente desde el punto de vista psicológico.
  Otra influencia fue El resplandor, de Stanley Kubrick, una obra maestra del género y una de las películas más aterradoras de la historia del cine. Robert Eggers quiso cuidar cada detalle cinematográfico de la película y convertirla en un homenaje a los mejores ejemplos del género, sin dejar de ser en una obra completamente original. Al igual que en 'El resplandor', la historia gira en torno a un hombre que traslada a su familia a un lugar aislado donde es presa de la desesperación, la locura y la violencia.

  La película empezó a tomar forma hace unos cinco años, un periodo dedicado a la documentación y a la escritura tan meticuloso como las cuidadas fases de rodaje y de posproducción. Durante la escritura del guión, Robert Eggers se centró en el vocabulario de la época y en la forma de hablar de las personas que vivían en el campo. Para sumergirse en el ritmo del idioma de entonces, releyó a Shakespeare, fijándose en la cadencia de la gramática jacobea. Empezó a rellenar libretas con citas encontradas en fuentes de la época, tales como cuentos, panfletos contra la brujería que, según él, pueden compararse a la prensa amarilla actual, documentos de juicios, la Biblia de Ginebra y, sobre todo, diarios puritanos de los que entresacó frases incluidas en el guión. Por ejemplo, las oraciones que se oyen en la película son versiones resumidas de libros de oraciones puritanos. "Muchas frases de los niños están directamente sacadas de las descripciones de brujería y posesiones realizadas por Cotton Mather o Samuel Willard", explica.
  El realizador leyó todos los documentos sobre posesiones que encontró. Por ejemplo, la de una adolescente de Massachusetts llamada Elizabeth Knapp, dada a convulsiones y ataques que hoy en día se atribuirían a las hormonas. Cuando el pastor del pueblo fue a visitarla, la joven tuvo una crisis de histeria y se concluyó que estaba poseída por el diablo. "Estudié la tradición de las historias de brujería, tanto reales como de los cuentos, pero la línea divisoria entre la realidad y el cuento no era muy clara en aquella época", añade Robert Eggers. "Me centré en Nueva Inglaterra y no tardé en ver que la misma historia y las mismas frases se repetían. Eran historias exóticas, primigenias, inesperadas, pero también muy sencillas. En una sociedad donde se creía en la brujería, este tipo de historias no tardan en dominar a la comunidad, en hacerse con ella".
  Cuando Robert Eggers terminó la primera versión del guión, Lars Knudsen y Jay Van Hoy, de la productora Parts & Labor, se unieron al proyecto y le ayudaron a pulir la historia. Una tercera productora, Jodi Redmond, se puso en contacto con la Plimoth Plantation, una recreación de la Colonia Plymouth de Massachusetts alrededor de 1627, para pedirles que cooperaran con la preproducción. Robert Eggers tuvo acceso libre a la granja, el pueblo colonial y la biblioteca. Pudo estudiar la arquitectura de la época en todos sus detalles, sobre todo las casas rurales con suelos de tierra batida y una enorme chimenea. "No habría sido posible una visión de Nueva Inglaterra en 1630 sin la cooperación de la Plimoth Plantation", reconoce el cineasta. "Es el mejor ejemplo disponible de los primeros pueblos de los colonos".

  Desde el momento que empezó el proceso de casting, Robert Eggers buscó a actores que parecieran auténticos para encarnar a la familia puritana. Ya se había fijado en Ralph Ineson, un actor inglés conocido por un papel secundario en la serie "Juego de tronos" así como por las taquilleras Guardianes de la galaxia y Harry Potter y las reliquias de la muerte - Parte 2. Su aspecto rudo y su marcado acento del norte de Inglaterra encajaban a la perfección con el papel de William, y el director ya le tuvo en cuenta durante la fase de escritura. "En muchos aspectos, Ralph es el padre de esta película", dice el realizador. "Enseguida se dejó crecer la barba y el cabello, y aprendió a partir leña. Luego empezó a comer mucho menos para perder peso, y llegó a Canadá con un aspecto austero y desnutrido. Siempre fue William". Además de actor, Ralph Ineson es director de teatro infantil, sobre todo de adaptaciones de obras de Shakespeare, lo que vino muy bien a la hora de ayudar a los actores más pequeños a perfeccionar el acento de Yorkshire.
  Kate Dickie ("Juego de tronos", Prometheus) es Katherine, la ferviente esposa de William. El productor Daniel Beckerman le habló de ella a Robert Eggers, y después de verla protagonizar el controlado drama Red Road, de Andrea Arnold, el director supo que tenía a la dura matriarca de la familia, que se refugia en la oración y la histeria a medida que crece el horror. La actriz ya se estaba preparando para otro papel que requería perder mucho peso cuando se le confirmó que sería Katherine. Y no defraudó al realizador encarnando a una fanática que ha llegado al límite. "Mientras se preparaba para el papel empezó a obsesionarse con un libro de oraciones puritanas que había usado para documentarme", dice Robert Eggers. "Luego subió una copia a su iPad y lo llevaba al rodaje. Recitaba oraciones entre las tomas. Nunca he visto meterse tanto en un papel y hacerlo con tanta facilidad".
  Robert Eggers trabajó con la directora de casting Kharmel Cochrane, de Londres, para encontrar a los niños que serían Caleb (Harvey Scrimshaw) y sus hermanos pequeños Jonas (Lucas Dawson) y Mercy (Ellie Grainger), cuyo trabajo alumbra la película. El realizador y la directora de casting recorrieron numerosas escuelas en Inglaterra. Encontraron a Harvey Scrimshaw y a Ellie Grainger en Nottingham, y a Lucas Dawson en Yorkshire. "Era de suma importancia que los actores más jóvenes tuvieran acentos auténticos para que su interpretación fuera creíble", recalca el realizador. "Tampoco fue fácil encontrar a padres dispuestos a dejar que sus hijos actuaran en la película por la naturaleza de algunas escenas".
  En una de las secuencias más desgarradoras de la película, Caleb regresa a la casa familiar después de estar en el bosque y entra en un trance religioso que no tarda en convertirse en algo demoníaco. Los demás miembros de la familia, Jonas y Mercy entre ellos,  contemplan horrorizados la inesperada transformación. Sin embargo, lo que habría podido ser algo traumático para los más jóvenes solo fue otra forma de pasarlo bien gracias a los vínculos que se crearon durante el rodaje. Ralph Ineson y Kate Dickie trabajaron con los más jóvenes desde el principio de los ensayos con el objetivo de crear una unión que serviría para aliviar cualquier momento de tensión durante las duras escenas de posesión.
  Por su parte, Robert Eggers enseñó a los niños vídeos de YouTube de supuestas posesiones demoníacas rodados en el sureste asiático. "Ellie estaba encantada de tirarse al suelo y hacer todo tipo de contorsiones como en los vídeos", recuerda el realizador. "Ralph usó metáforas futbolísticas para que Harvey hiciera los movimientos. Conseguir que las escenas salieran adelante fue un auténtico trabajo de equipo, la película dependía de ellas. La idea de la familia funcionó". De hecho, el amor familiar, despedazado por fuerzas exteriores, ocupa una buena parte de LA BRUJA. "Aquí vemos a una familia en los peores momentos", dice el director. "Pero la sensación de amor familiar debía ser real, y los actores lo consiguieron".

  Se presentaron numerosas actrices para el papel protagonista de Thomasin, la hija mayor de la familia que se siente cada vez más alejada de las reglas y tradiciones puritanas, hasta el punto de que su propia familia la acusa de brujería. "Ya me gustaría poder contar que descubrimos a Anya Taylor-Joy en las calles de Londres vendiendo cerillas", dice Robert Eggers. "Pero todo se debe a una fantástica directora de casting llamada Kharmel Cochrane, que ya conocía a Anya. Después de la prueba, supe que era capaz de dar vida a Thomasin. En principio había pensado en un personaje menos seguro de sí mismo, menos atractivo, pero Anya tiene un toque de cuento de hadas y, al mismo tiempo, da la impresión de estar muy anclada en la realidad. Nos dimos cuenta enseguida de que era de esas personas que jamás sería una puritana, y eso la hacía ideal para el papel".
  La joven actriz nació en Miami, creció en Argentina y actualmente vive en Londres. Su idioma materno es el español aunque es totalmente bilingüe, pero jamás había hablado nada parecido al típico acento de Yorkshire descrito en el guión. "Cuando leí el guión, por las abreviaturas y la forma en que estaban escritos los diálogos, comprendí que era el acento del norte de Yorkshire", dice. Pero al haber crecido hablando dos idiomas, no tuve dificultades en imitarlo. Vio la película Full Monty y se fijó en cómo hablaba su compañero de reparto, Lucas Dawson, que tenía seis años cuando se rodó la película, para hacerse con el peculiar acento del norte de Inglaterra. "Tiene un acento de Yorkshire muy marcado", dice, hablado del joven Dawson. "Jugaba con él durante los descansos e inconscientemente imitaba su acento. Luego, delante de la cámara, me salía espontáneamente".
  En una interpretación sin par, Anya Taylor-Joy aporta autenticidad y convicción a un personaje que pasa por un torbellino emocional y físico mientras intenta superar la adolescencia en un ambiente puritano en medio de la nada. Ella misma dice que se saltó la adolescencia debido a los constantes traslados de sus padres, pero supo reconocer las dificultades por las que pasa su personaje. "En aquel mundo se sabía muy poco o nada de los cambios hormonales de la adolescencia. Había que esconder la sexualidad y fingir que no pasaba nada, que no se maduraba", explica. "Intenté ser honrada con la situación de mi personaje y aceptar la realidad de lo que sentía. Cada vez que Thomasin tiene un sentimiento, debe guardarlo en un cajón".
  La situación de Thomasin cautivó a Anya Taylor-Joy. Varias semanas después de que terminara el rodaje, todavía llevaba las cintas para el pelo de su personaje en el bolso. "Es una joven cuya pasión se esconde bajo muchas capas", explica. "Y no me refiero a la ropa. No acaba de entender la vida puritana. Siempre que sigue su instinto o hace algo que le parece bien, la regañan y le dicen que se equivoca. Me parece una persona maravillosa que no acepta la situación en la que se encuentra". Por su parte, la joven actriz también cautivó al director. "Tiene una presencia eléctrica en la pantalla", dice Robert Eggers. "No sabemos qué le ocurre realmente, por lo que su interpretación es mucho más trágica. Sin embargo, sus ojos reflejan sus pensamientos, sus emociones, sean cuales sean. Es una actriz madura e inteligente que aporta a su trabajo mucho más de lo que cabría esperar a su edad".

  LA BRUJA está impregnada del idioma e imágenes de los clásicos cuentos de hadas donde los bosques vivían, hablaban y se movían tal como recogieron los hermanos Grimm en sus colecciones y otros muchos autores desde el siglo XIX hasta los años de entreguerras. De niño, esos cuentos fascinaban a Robert Eggers, no solo por su contenido, sino también por las maravillosas ilustraciones de dibujantes como Harry Clarke y Arthur Rackham, cuyos estilos incluso influenciaron esta película. "El estilo de los ilustradores de la edad de oro de los cuentos de hadas ha sido una influencia mayor que cualquier cineasta", reconoce el director.
  Pero esa era dorada también fue muy importante para Jarin Blaschke, el director de fotografía de varios cortometrajes de Robert Eggers y de LA BRUJA. A pesar de proceder de la costa noroeste de Estados Unidos, no tardó en hacerse con los colores, matices y luz de Nueva Inglaterra. Describe la película como "de una naturalidad muy creíble a pesar de ser aparente", además de exhalar una opresión controlada de la que casi no se puede escapar. "Nuestra idea era que la cámara llevara al espectador hacia el horror", explica. "Contamos con la imaginación del público para completar las imágenes y así, en cierto modo, la experiencia se hace más personal".
  Para conseguir el aspecto que deseaban para la película, sobre todo el grado de oscuridad y de luz en la casa, Jarin Blaschke y Robert Eggers fueron juntos a la Plimoth Plantation y se dedicaron a medir la luz en una típica casa rural del siglo XVII, cuando solo se disponía de luz natural durante el día y, una vez que se ponía el sol, de alguna que otra vela y de las llamas de la chimenea. La iluminación de la película es totalmente fiel a la época. Las escenas nocturnas solo están iluminadas por las llamas del hogar y tríos de velas hechas a mano muy parecidas a velas de sebo. "La luz parpadea, se mueve y casi desaparece, como habría ocurrido entonces", explica el director de fotografía. "Si a eso se le añade una interpretación impecable, un vestuario perfecto y un gran diseño de producción, el espectador siente que le han transportado a Nueva Inglaterra en 1630".

  El diseñador de producción Craig Lathrop recreó una granja de la época basándose en los dibujos que se encuentran en la biblioteca de la Plimoth Plantation, una zona boscosa del norte de Ontario, Canadá, cerca de un pueblo maderero llamado Kiosk. Muy a pesar suyo, el diseñador tuvo que aumentar un tercio el tamaño de las ventanas para que penetrara bastante luz. "Craig no quería hacer ningún tipo de concesión en la construcción de los decorados, y muchos eran estructuras completas", explica Robert Eggers. "Todo lo que aparece en la película se construyó con los materiales y las técnicas disponibles para una familia puritana, desde los listones de roble cortados a mano, hasta los tejados de madera con paja encima. Usaron técnicas y herramientas de la época siempre que fue posible para que el mundo en el que transcurría la historia resultara más creíble y auténtico".
  La diseñadora de vestuario Linda Muir (Sinfonía en soledad: Un retrato de Glenn Gould, Exótica) visitó la Plimoth Plantation para estudiar la ropa, además de ponerse en contacto con Stuart Peachey, el hombre que más sabe de los atuendos usados por el pueblo inglés en la época. A partir de la documentación recabada, diseñó prendas de lana y de lino que fueron cosidas a mano para encajar con el empeño del director en ser lo más fiel posible al periodo descrito en cualquier nivel de la producción. Las telas pesaban y restringían los movimientos de los actores, sobre todo los adultos, que debían trabajar con el ganado, cortar leña y hacer múltiples tareas de ese tipo durante la filmación. "Al principio me preguntaba cómo conseguían vestirse solas las mujeres", recuerda Anya Taylor-Joy. "Tardé dos semanas en conseguir vestirme sola. Me sentí muy orgullosa de ponerme mi atuendo puritano sin la ayuda de nadie".
  El vestuario también ayudó a la joven actriz a entender las limitaciones impuestas a las mujeres por la sociedad de entonces. Las restricciones y la represión formaban parte de la vida diaria en la época puritana, sobre todo para las mujeres. "El traje me ayudó a comprender la diferencia entre los hombres y las mujeres", dice Anya Taylor-Joy. "Los hombres y los chicos llevaban unos pantalones anchos que les permitían moverse con facilidad. Pero ahí estaba yo, intentando defenderme y correr con un vestido en el que apenas podía respirar. Me costaba mantenerme de pie".
  Solo se usó maquillaje para imitar la suciedad, los fluidos corporales y los estragos del agotamiento físico en William y Katherine. En cuanto a la escurridiza bruja, Robert Eggers encontró a Bathsheba Garnett, una nonagenaria con la fisionomía de una bruja arquetípica.  La diseñadora de maquillaje Traci Loader se centró sobre todo en los detalles naturales, como pueden ser rastros de suciedad en las caras, mugre debajo de las uñas, dientes algo ennegrecidos, y subrayó el aspecto de la Sra. Garnett ensombreciéndolo.

  LA BRUJA es, ante todo, una película de terror que transcurre en un entorno natural, por lo que la banda sonora y el diseño de sonido debían impresionar, trascender y tener algo de malévolo a partes iguales. "El sonido de la naturaleza siempre debía estar muy presente", explica Robert Eggers. "Se trataba de encontrar las tonalidades adecuadas y crear un ambiente sonoro denso a partir del sonido de los árboles, el chirrido de las paredes de madera, el agua de los riachuelos y los aullidos del viento". El compositor Mark Korven es un estudioso de la historia de la música, muy especialmente de la época, y se especializa en sonidos extraños. Trabajó con el realizador para transformar unos salmos del siglo XVII cantados por un coro protestante en una música disonante y atonal que ocasionalmente acompaña las escenas más aterradoras de la película.
  En principio, Robert Eggers quería que un cuarteto de violas interpretara la música. Mark Korven utilizó las violas, pero también introdujo instrumentos muy especiales, como la nyckelharpa, un instrumento de cuerda parecido al violón usado en la música tradicional sueca, y el jouhikko, una especie de lira muy antigua. Asimismo, contrató al Element Choir, un coro experimental de Toronto dirigido por Christine Duncan, para ser la voz del bosque. Sus innovadoras vocalizaciones intensifican las escenas en plena naturaleza.
  El diseño de sonido de Adam Stein (la serie "The Strain") subraya la partitura de Mark Korven. Se inclinó por acompañamientos minimalistas y naturales después de visionar un primer montaje sin música. "La partitura de Mark tiene mucha fuerza, por eso intenté buscar momentos más tranquilos que compensaran la emoción que produce su composición", explica el diseñador de sonido. "Grabé vientos y sonidos procedentes del bosque para crear una tensión de baja frecuencia sin que se apoderara de las escenas que transcurren entre los árboles". El resultado es un uso del sonido lleno de virtuosismo que se funde a la perfección con el ambiente de la película. "El diseño de sonido es la fusión perfecta entre la partitura de Mark y el increíble trabajo de ambientación sonora realizado por Adam Stein", dice el realizador. "Es más, hay momentos en la película en que el diseño de sonido se convierte en partitura y viceversa".

  El rodaje de LA BRUJA duró 26 días y tuvo lugar en el norte de Ontario, en una zona boscosa muy parecida a los bosques de Nueva Inglaterra que Robert Eggers conoció en su infancia. Los enormes árboles se convirtieron en personajes de la película. Sin embargo, para encontrar un bosque virgen con un claro, fue necesario alejarse de las ciudades más importantes, lo que dificultó algo la logística, sobre todo los desplazamientos del reparto y del equipo, que se alojaron en la pequeña ciudad de Mattawa. "El rodaje estaba bastante alejado, no había cobertura ni wi-fi y poquísimos baños portátiles", dice Robert Eggers, riendo. "Pero era mágico porque tuvimos que enfrentarnos a grandes dificultades, al igual que la familia puritana de la historia".
  La película se rodó a finales de la primavera, pero aún había parches de nieve en el suelo que se disimularon con musgo. Los bancos de nieve más importantes se esparcieron con sopladores. Las hojas habían empezado a brotar, y tanto el equipo como los actores se dedicaron a arrancar las hojas nuevas para mantener un bosque de carácter más bien invernal y desolado. La casa donde vive la familia está construida en un claro muy cerca de la primera línea de enormes árboles, el equivalente a la frontera entre la civilización y lo desconocido. El director de fotografía Jarin Blaschke intentó filmar la mayoría de los exteriores con poca luz. "Si hubiéramos rodado a pleno sol, habríamos destruido el ambiente", explica. "Por mucho que se corrijan los colores en la posproducción es imposible imitar un auténtico tiempo plomizo. Si llegamos a falsearlo, habríamos socavado la autenticidad que buscamos desde un principio".
  Jarin Blaschke utilizó la cámara Arriraw de Arri Alexa con un sensor de 4x3 y objetivos Cooke de los años 50 y 60 que distorsionan los fondos "casi como si se viera la película a través de una bola de cristal", explica. "Se rodó en 1:66 para dar más altura al fotograma y que los árboles parecieran más altos e impresionantes, además de conseguir que los interiores fueran más íntimos y claustrofóbicos.
  Hubo que adaptar el plan de rodaje a la meteorología. "Fue un rodaje muy duro", reconoce Robert Eggers. "No queríamos que hiciera sol, queríamos que estuviera nublado. Fue una auténtica pesadilla". Jarin Blaschke añade: "En el 90% de casos que sale el sol, está justificado porque sirve para apoyar lo que se cuenta. Por ejemplo, cuando Thomasin y Caleb cazan en el bosque y tienen suerte. De golpe, todo se estropea y vuelven las nubes".

ENTREVISTA AL DIRECTOR...

 ¿Qué le inspiró para escribir 'La Bruja'?...
- Crecí en Nueva Inglaterra, y desde mi más tierna infancia, el pasado de la zona ha formado parte de mi conciencia, las brujas han poblado mis pesadillas. Quería crear una historia de terror arquetípica para Nueva Inglaterra, un mal sueño que surge del pasado, una película que trasladara la pesadilla vivida por una familia puritana y, a la vez, llevar al espectador al lugar donde las brujas son reales y aterradoras.

¿Cómo fue el proceso de escritura?...
- Largo y minucioso. Primero llegó la inspiración, pero la compaginé con el proceso de documentación y de escritura. Me documenté acerca de la estructura gramatical y el vocabulario de la época con el fin de conseguir numerosas frases y expresiones que me sirvieron posteriormente para crear los diálogos. En ocasiones leía un pasaje de una novela o de un diario que me aportaba la inspiración para una escena. Muchas de las frases que dicen los niños están sacadas de las descripciones de brujería y posesiones que realizaron Cotton Mather y Samuel Willard antes y durante los juicios de Salem. La mayoría de las plegarias pertenecen a un libro de oración puritano. Tardé diez meses en escribir la primera versión, y entonces se me unieron los productores Lard Knudsen y Jay Van Hoy. Fue increíble contar con dos productores tan geniales, comprensivos y creativos. Su aportación me ayudó a moldear la película. Más o menos en esa época, la productora Jodi Redmond, que se apasionó con la historia desde el primer momento, se puso en contacto con el museo Plimoth Plantation para que participara en el proyecto. Fui allí en numerosas ocasiones para trabajar en su biblioteca, estudiar el pueblo colonial y hablar con el personal, consiguiendo información crucial para la construcción del guión. Posteriormente, nuestro asesor histórico Jim Baker revisó las últimas versiones en busca de anacronismos, además de ayudarme a encontrar las pruebas históricas en las que están basados ciertos giros del guión. Por fin tuve la enorme fortuna de ser escogido para ser miembro del Cinereach Feature Film del Instituto de Sundance. El apoyo de Sundance me ayudó a profundizar aún más en el proceso de escritura. Hay que tener en cuenta que fueron unos cuatro años de trabajo antes de empezar a rodar el guión.

¿Puede hablarnos del proceso de casting?...
- Los inversores y productores comprendieron que un reparto estelar no ayudaría a la película. La familia debía ser auténtica, no un grupo de actores maquillados para la ocasión. Hacía años que me interesaba Ralph Ineson, y siempre oía su voz cuando escribía las escenas en las que aparecía William. Sirvió de ancla para el resto del casting gracias a una interpretación tan poderosa como conmovedora. Su entrega, inagotable energía y amor por el trabajo arrastraron al resto de actores y miembros del equipo. Debo mencionar a Kharmel Cochrane, el magnífico director de casting en Inglaterra. Empezamos buscando actores jóvenes en Londres, pero pronto vimos que también debíamos probar suerte en el norte de Inglaterra. Era de suma importancia que los actores más jóvenes hablaran con acentos auténticos si queríamos que la historia funcionara. Daniel Beckerman, el productor canadiense, nos recomendó a Kate Dickie, y me quedé totalmente enganchado cuando vi su interpretación en Red Road. La realizadora de esta película, Andrea Arnold, me mandó una carta de recomendación superlativa, nunca había leído una semejante, y Kate se merecía eso y más. Jamás había trabajado con una actriz tan entregada y disponible emocionalmente. El trabajo de Ralph y de Kate con los actores más jóvenes no tiene precio. Por suerte, tuvimos una semana para ensayar antes de empezar a rodar, lo que nos permitió establecer lazos de unión y de confianza dentro de la unidad familiar. En esta historia vemos a una familia en su peor momento, era necesario palpar una corriente de afecto subyacente.

¿Cómo descubrió a Anya Taylor-Joy, que interpreta a la joven Thomasin?...
- Se presentaron muchas actrices jóvenes y talentosas para el papel, pero supe inmediatamente que Anya era la única que podía interpretar a Thomasin. Tiene una presencia eléctrica en la pantalla, expresa los pensamientos con el rostro, y las emociones con la mirada. Es una actriz madura e inteligente que aporta un peso inesperado a la interpretación a pesar de su edad. Incluso durante la prueba leyó los diálogos exactamente como yo había imaginado mientras los escribía. Mi colaboración con Anya fue vital para la película.

El reparto está formado por niños en su mayoría, ¿cómo fue dirigirlos?...
- Muy divertido y gratificante. Me encanta trabajar con niños. Su imaginación es asombrosa, sin límites, y se entregan completamente al papel. Muchos dicen que es difícil trabajar con niños, pero no me parece más complicado que trabajar con adultos. Quizá lo más complicado sea que no se les permite trabajar tantas horas seguidas y, por lo tanto, estamos obligados a ser más eficientes.

¿Exactamente dónde se rodó la película?...
- En un pueblo de leñadores abandonado llamado Kiosk, al norte de Ontario, que vuelve a estar completamente rodeado de bosques. Kiosk pertenece a "The Unorganised South Nipissing District" (Distrito sur no-organizado de Nipissing), con una población total de 80 personas. Encontramos un prado rodeado de grandes pinos y abetos, muy parecido a los bosques de Nueva Inglaterra, y supimos inmediatamente que era el decorado perfecto. Pero era una localización complicada por muchas razones: no había cobertura de móvil ni wifi, y estaba a una hora en coche de la encantadora ciudad de Mattawa, donde nos alojábamos.

¿Cómo recrearon el lugar y la época? ¿Ayudó mucho la participación del museo Plimoth Plantation?...
- Como he dicho antes, tardé años en documentarme acerca de la vida cotidiana de los primeros colonos ingleses en Nueva Inglaterra. Mientras escribía el guión, me interesé por las tradiciones agrícolas de la época en Inglaterra y en los cambios que sufrieron al llegar a Norteamérica. Toda esta información me ayudó a entender ese mundo y a crear una casa de muñecas en mi cabeza con la que jugar. Lo conseguí documentándome a fondo y pasando muchas horas en el museo Plimoth Plantation, pero no habría sido posible sin la generosidad del personal del museo. Cuando conocí a Craig Laithrop, el diseñador de producción, ya se había documentado en profundidad sobre la Nueva Inglaterra del XVII, y vi enseguida que nuestra colaboración sería genial. Craig y yo viajamos a Massachusetts y a otros lugares para documentarnos, aunque no fuimos a Plimoth juntos, y lo mejor es que Craig sabía mucho más de las casas que visitamos que los propios guías. Su empeño en ser fiel a la realidad cuando se construían los decorados bordeaba el fanatismo, por lo que acabaron siendo estructuras reales y no meras fachadas. Todo lo que aparece en la película se construyó con los materiales y las técnicas disponibles para una familia puritana de la época. Obviamente, usamos sierras mecánicas y otras herramientas para ganar tiempo y ser más eficaces, pero lo que se ve, los tablones, los tejados, los clavos, es lo que se hubiera usado entonces.

¿Se documentó desde un punto de vista histórico mientras escribía el guión? ¿Cómo se sirvió de esta información en relación con la mitología y supersticiones en las que se basa la película?...
- Efectivamente, tuve que documentarme mucho. Leí la Biblia de Ginebra, una de las primeras biblias usadas por los protestantes, los panfletos isabelinos contra las brujas, los cuentos de los Hermanos Grimm y, finalmente, di largos paseos por los bosques de Massachusetts. Entendí que para las personas que vivían al principio de la edad moderna, la frontera entre el mundo real y el de las hadas, de la magia, no estaba perfectamente definida. La vida cotidiana también era mágica. Para nosotros, las mujeres acusadas de brujería fueron perseguidas de una forma horrible. Además de este deleznable aspecto de nuestra historia, también me interesó el arquetipo de la bruja, y su importante papel en la mente moderna como representación mental y física de nuestro lado oscuro. Bastaba que muriera un niño o que una vaca dejara de dar leche para pensar en un hechizo. La bruja era la antimadre, el ogro femenino de los cuentos de hadas que se comía las entrañas de los niños para poder volar por los aires. La bruja de la época moderna es mucho más aterradora de lo que pensamos. Otro aspecto crucial del proceso de documentación fue entender la mentalidad de los puritanos más devotos. Al principio me costó comprender cómo el calvinismo más extremo y la creencia en la predestinación podían llevar a una vida gratificante. Sin embargo, después de leer más detenidamente diarios y cartas que describían sus actividades, sus luchas, afectos y pérdidas, encontré una conexión. Fue entonces cuando comprendí que el significado sublime del ritual cotidiano les permitía vivir la vida como una auténtica obra de arte. Personalmente nunca escogería un modo de vida tan dogmático, pero a través de la escritura acabé queriendo a esa familia, y creo que el espectador también simpatizará con ellos. Por muy diferente que sea su mundo del nuestro, el público descubrirá aspectos con los que identificarse.

¿Cuánto tiempo duró el rodaje?...
- 26 días.

Háblenos de cómo trabajó con Jarin Blaschke, el director de fotografía, para conseguir la estética tan particular de la película...
- Hace años que Jarin y yo nos conocemos. Siempre ha filmado mis cortometrajes y hemos trabajado en numerosas películas de las que he sido diseñador de producción.  He desarrollado mi lenguaje cinematográfico a través de mis colaboraciones con Jarin. Es una de las personas de mayor inspiración y talento que conozco. A los dos nos apasionan las ilustraciones clásicas de cuentos de hadas. Eso no solo nos unió, también nos influenció. Ambos apostamos por el realismo. Las interpretaciones y los objetos deben ser auténticos, pero podemos diseñar mundos oníricos en el momento adecuado. En cuanto a la iluminación, usamos luz natural siempre que fue posible y nos servimos de la meteorología para componer exteriores sombríos y opresivos. Pasamos muchas horas en el museo Plimoth Plantation con un fotómetro para medir la oscuridad en el interior de las casas y recrearla en la película. Para conseguir la luz adecuada, ampliamos ligeramente las ventanas. En las casas de los primeros colonos había ventanas minúsculas para alejarse de la naturaleza. En los interiores de noche solo usamos luz de velas, excepto en una ocasión para no asustar a un animal. Las velas reproducen las de sebo que se utilizaban en la época, pero las colocamos en candelabros de tres brazos, lo que nos permitió obtener suficiente luz para rodar. Usamos una Arriraw en el 90% de la película con objetivos remodelados de los años 40. Rodamos en formato 1:66 para que los árboles parecieran más altos e imponentes, al tiempo que aporta intimidad y claustrofobia en interiores. El formato 1:66 también da más resolución que el 1:85 y realza algunas de las  extrañas características de los objetivos antiguos que escogimos, debido al índice 4:3 innato a la Alexa Plus.

Me interesa el uso del maquillaje en la película, sobre todo en lo que respecta a la creación de la bruja...
- Con pocas excepciones, solo se usó el maquillaje para simular suciedad o líquidos corporales. Ralph se dejó crecer la barba durante meses para interpretar a William, aprendió a hacer leña y perdió unos cuantos kilos para parecer un padre de familia puritano. En cuanto a la bruja, no usamos efectos; el maquillaje solo sirvió para realzar algunos rasgos de la cara y del pelo. Nos limitamos a buscar una mujer de 90 años cuyo aspecto físico encajara con el de la bruja arquetípica. A pesar de que se usó un mínimo de maquillaje para realzar el realismo, la diseñadora de maquillaje Traci Loader se aseguró de que cualquier detalle fuera perfecto. Pero trabajar a un nivel tan sutil requiere una gran habilidad para no exagerar. Traci tuvo sumo cuidado al aplicar "mugre" debajo de las uñas o al ennegrecer los dientes de los actores. También creó el ungüento que permitía volar a las brujas utilizando arcillas de diversos colores y documentándose sobre las hierbas que se cree que usaban. Sustituyó las entrañas de los recién nacidos con un ingrediente secreto.

¿Quién se encargó del diseño de vestuario y cómo creó la ropa?...
- Linda Muir encabezó el departamento de vestuario. Como ya he dicho en dos ocasiones, me había documentado mucho, y cuando hablé con Linda por primera vez, yo tenía muy claro lo que quería. Pero transformó mi idea en algo mucho mejor gracias a su enorme imaginación, sus conocimientos y su profunda atención al detalle. Se puso en contacto con Stuart Peachey, el gran experto en vestimenta de la época, y se basó en la enorme documentación del investigador. La ropa se realizó con lanas y telas de lino que se asemejaban lo máximo posible a las muestras que nos mandó Stuart. Todas las costuras visibles en la pantalla fueron cosidas a mano.

¿Cómo crearon la partitura? ¿Trabajó con el compositor?...
- Desde luego, colaboré con Mark Korven para crear la partitura. Escuché mucha música del XVII mientras escribía y me documentaba, así como música disonante del siglo XX. Mi idea era fusionarlas en la partitura. Los conocimientos musicales de Mark Korven son enormes y entiende perfectamente el sonido de esa época, pero también le atrae lo imprevisto, lo raro. Mi idea era usar los salmos que cantaban los puritanos de Nueva Inglaterra en familia y transformarlos hasta obtener una música atonal y disonante que acompañara a la bruja y a los elementos sobrenaturales de la película. También estaba empeñado en usar instrumentos de época junto a voces y percusión. Al principio pensé que nos limitaríamos a usar violas para todo. Usamos violas, desde luego, pero Mark me habló de otros instrumentos de época, como la nyckelharpa y un violín primitivo que remonta al siglo XI, tocado por Ben Grossman (que también tocó la zanfona). Al final, la nyckelharpa y la zanfona cobraron más importancia en la partitura que la viola. El único instrumento no de época es el waterphone, un tipo de instrumento de cuerda atonal capaz de producir algunos de los sonidos más etéreos y escalofriantes que he oído nunca. Mark también contrató al Element Choir, dirigido por Christine Duncan, un coro experimental muy interesante que da voz al bosque y a la naturaleza en la película.

Háblenos de su experiencia previa en el cine...
- He dirigido y diseñado numerosas obras de teatro y unos cuantos cortometrajes. También me he ocupado del diseño de películas, obras teatrales y libros.

¿Cuál fue la escena más complicada de rodar?...
- Muchas escenas fueron complicadas de rodar. Casi no hubo ninguna escena sencilla. Desde instalar un travelling de 25 metros prácticamente cada día para rodar exteriores, pasando por los animales, el horario reducido de los niños, efectos especiales prácticos muy complicados, hasta un tiempo totalmente impredecible... Tampoco debemos olvidar las complejas emociones requeridas en muchas escenas. Solo diré que fue un rodaje complicado.

¿Qué cineastas le han influido más? ...
- Los que más admiro son Ingmar Bergman y F.W. Murnau. Me inspira mucho la articulación de la memoria que realiza Tarkovsky en un entorno, pero su obra está a otro nivel. También me inspiran pintores como Durero, Goya, Hyman Bloom, e ilustradores como Harry Clarke y Arthur Rackham. Posiblemente estos artistas han conformado mis gustos más que cualquier director de cine.

¿Qué películas han influido en este largometraje?...
- Mis principales influencias en este caso fueron el folclore, los cuentos de hadas, mis propias pesadillas y algunos cuadros e ilustraciones, pero debo mucho a 'El resplandor', tal vez la película que he visto más veces. Y también a Gritos y susurros, de Ingmar Bergman, más aterradora que cualquier película de terror.

¿Cómo fue trabajar con un animal; y más específicamente, cómo fue dirigir a una cabra?...
- Trabajar con una cabra no solo fue difícil, también frustrante. No se lo recomiendo a nadie. Nunca. Jamás. Pero el cuervo y la liebre se comportaron mejor que la mayoría de seres humanos.

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