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INFORMACIÓN
Titulo original: Les Petits Mouchoirs
Año Producción: 2010
Nacionalidad: Francia
Duración: 154 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 12 años
Género: Comedia, Drama
Director: Guillaume Canet
Guión: Guillaume Canet
Fotografía: Christophe Offenstein
Música: 
FECHAS DE ESTRENO
España: 27 Mayo 2011
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
A contracorriente Films


SINOPSIS

Max, propietario de un restaurante, está casado con una mujer con tendencias ecológicas. Todos los años invitan al grupo de amigos a su casa de la costa. Pero justo cuando se disponen para tal encuentro un amigo sufre un accidente...

INTÉRPRETES

FRANÇOIS CLUZET, MARION COTILLARD, BENOÎT MAGIMEL, GILLES LELLOUCHE, JEAN DUJARDIN, VALÉRIE BONNETON, PASCALE ARBILOT, ANNE MARIVIN, LOUISE MONOT, JOÉL DUPUCH, HOCINE MÉRABET, MATTHIEU CHEDID, MAXIM NUCCI, NÉO BROCA

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UNA EMOCIÓN ESPECIAL... 
  Es muy raro, porque no había sentido nada así antes como director. He dirigido dos cortos y tres largometrajes, entre ellos "Pequeñas mentiras sin importancia", y eso es «poco» y a la vez suficiente para poder decir que lo que he vivido con esta película desde el principio ha sido muy especial para mí.
  Digamos que he atravesado un periodo crucial, eso es evidente. Después de Ne le Dis à Personne, he superado varios obstáculos, como consecuencia del paso de los años. A los 35 no te planteas las mismas preguntas que a los 20, te has llevado ya algunos palos... Decidí hacer un trabajo de análisis. Un trabajo bastante importante; mucho más interesante de lo que había imaginado, ya que me llevó a escribir este guión en menos de cinco meses. Por eso esta película es tan especial para mí. No habría podido hacer una película más personal que Pequeñas mentiras sin importancia.

LA GESTACIÓN DEL PROYECTO...
  La génesis se produjo al terminar Ne le Dis à Personne. Tuve un problema de salud: había acumulado tanto cansancio durante el rodaje, el montaje, etc., que pillé el primer virus que pasó por delante. Tuve una septicemia que me tuvo encamado un mes en el hospital.
  Cuando salí, tuve una depresión de caballo. Me di cuenta de que mi existencia no podía limitarse a mi trabajo, y de que tenía derecho a tomarme el tiempo de apreciar la vida. Eso me hizo darme cuenta de hasta qué punto me había estado mintiendo a mí mismo durante años acerca de mis verdaderos deseos; de cuánto me había refugiado en el trabajo para no reflexionar.

DE LA INTROSPECCIÓN A LA ESCRITURA...
  No puedo reconocer haber hecho una película tan personal sin reconocer públicamente haber pasado por eso. Gracias a ese trabajo de introspección, comprendí muchas cosas que me han permitido volver a centrarme en lo que verdaderamente quería; y descubrí quiénes son los amigos a los que amo de verdad. Empecé a poner orden en mi vida y Pequeñas mentiras sin importancia empezó a tomar forma.
  Durante el verano de 2008, empecé a escribir mientras trabajaba en otro guión que no guardaba relación alguna con la agitación interior que estaba viviendo. Mientras compartía una casa durante unos días con una amiga, empecé a contarle muchas cosas que se me habían ocurrido, deslavazadas; sobre todo las ganas que tenía desde hacía tiempo de hacer una «película de amigos». A medida que se lo contaba, me di cuenta de que, de hecho, la película estaba a punto de nacer. Y, durante los cinco días que siguieron, le pedí en cierto modo que fuera algo así como mi obstetra. Ella me escuchaba, me hacía preguntas, me daba su opinión, y yo tomaba notas. Le debo mucho, porque gracias a eso enseguida tuve la estructura de la película. Escribí muchas escenas durante el rodaje de L’Affaire Farewell, en mi caravana, muy rápido, siempre que tenía un rato entre dos escenas. Nunca antes me había resultado tan fácil escribir.

PERSONAJES AUTOBIOGRÁFICOS...
  Sí, hay un poco de mí en cada personaje. Muchas de las cosas que se dicen en la película forman parte de mi vida. Aunque, evidentemente, todo eso se ha reformulado: se ha dramatizado, integrado dentro de un trabajo clásico de ficción. Aun así, escribir Pequeñas mentiras sin importancia ha sido doloroso, debido precisamente a ese lado personal del que hablaba y a los sentimientos que me ha llevado a revivir.
  Mi objetivo era hacer una película transgeneracional. Incluso los personajes de los niños los he escrito apoyándome en mis sentimientos, de cuando tenía entre cinco y diez años y vivía rodeado de personas mayores. Hay mucho de mí en los personajes. Los he escrito con una gran honestidad y una gran sinceridad. Creo que por eso es fácil identificarse con ellos. Siempre hay que poner algo de uno mismo en una historia. Lo que es verdadero y emotivo para uno, puede serlo para otros... En cualquier caso será verdadero, porque es personal.

DE LA RISA AL LLANTO...
  La frontera entre ambos suele ser sutil. Todos hemos vivido momentos trágicos en los que de pronto estalla la risa. Eso es lo que yo quería recrear. Una situación en la que los personajes se reencuentran y que les obliga a experimentar toda clase de emociones y sentimientos... Quería mostrar cómo muchas veces las vacaciones son una válvula de escape que nos hace relajarnos... y eso produce toda una serie de reacciones, ya sean cómicas o trágicas. Me di cuenta de que funcionaba cuando François Cluzet, tras leer el guión por primera vez y bastante emocionado, me dijo: «hay escenas con las que uno no sabe si reírse o llorar».

LA MENTIRA...
  La película trata de las mentiras que nos contamos a nosotros mismos y, de rebote, a los demás, de todo eso que no queremos ver de nosotros, que disimulamos con «pequeñas mentiras sin importancia». Al principio, los personajes pasan parte de su tiempo eludiendo las preguntas importantes, como hemos hecho todos en algún momento de nuestra vida: «¿Estoy trabajando en lo que verdaderamente soñaba?» «¿Vivo con la mujer a la que verdaderamente amo?» «¿Vivo mi sexualidad como verdaderamente me gustaría?» Y aquí no estoy utilizando la palabra «verdaderamente» por casualidad... El significado está en esa palabra... Y estas preguntas pueden aplicarse a cualquier generación.

UNA PELÍCULA DE AMIGOS...
  También es una película sobre la amistad. Me he inspirado abiertamente en películas de grupos de amigos, en hermosas historias como Reencuentro [The Big Chill, 1984], que es sin duda mi mayor referencia. También puedo citar Mes meilleurs copains, de Jean-Marie Poiré [1988], Un elefante se equivoca enormemente [Un éléphant ça trompe énormément, de Yves Robert, 1976], o Husbands, de John Cassavetes... y muchas películas de Claude Sautet. También ha simplificado las cosas hacer esta película con personas que son mis amigos, como Gilles [Lellouche], Marion [Cotillard] y el equipo técnico, que ha trabajado conmigo desde mis cortometrajes; hace mucho que nos conocemos. También están François [Cluzet], Benoît [Magimel]... Hasta Jean Dujardin: ¡he descubierto que fui con él al parvulario y al colegio! En aquel entonces, nuestros padres vivían en Yvelines. Pero yo me había olvidado completamente. Fue él quien me lo recordó el día del preestreno de Mon idole [2002]: «¿Te acuerdas de la señora Pichon? ¿Y de la señora Copeck?». ¡Y vaya si me acordaba! ¡Estaba alucinando!

OBSESIVO...
  El rodaje fue un momento intenso, pero también complicado, porque yo quería que los actores sintieran las cosas igual que yo las había sentido al escribirlas. Me volví muy obsesivo, les pedía que siguieran a pie juntillas lo que yo había escrito, lo que había imaginado. Nunca había puesto tanta pasión en una película. Aunque Ne le Dis a Personne es una película que adoro, creo que Pequeñas mentiras sin importancia es una película más personal y más lograda, que me produce un orgullo particular, pero sin ninguna pretensión. Esa pasión me la provocan sobre todo sus personajes, que me conmueven.

REALISMO...
  Cuando propuse los papeles a los actores, les puse dos condiciones: para poder rodar en agosto, les pedí que estuvieran disponibles cinco días en mayo, para hacer un trabajo de inmersión en el cabo Ferret. Así pude llevar a todo el mundo a la casa en la que íbamos a rodar. Quería que la viviesen, que abrieran los armarios, que supieran dónde estaba el café, los cubiertos... Que se la conocieran de memoria. Que las salidas al mar parecieran naturales, que el restaurante de la playa les resultara familiar. Y, en agosto, cuando volvimos al cabo Ferret, tenían la sensación de haber estado allí de vacaciones.
  También quería que se conocieran, que las parejas comenzaran a formarse y que conocieran a los actores que iban a hacer de sus hijos. La segunda condición, durante todo el rodaje, fue la presencia permanente de todos y cada uno de los actores. Quería que se quedaran allí, que se involucraran en la vida del grupo las veinticuatro horas del día. Que estuvieran disponibles para rodar nuevos planos si surgía la necesidad. No quería que la historia fuera interpretada, sino más bien vivida.
  Rodé con dos cámaras simultáneamente, para que los actores tuvieran libertad absoluta al interpretar. Para que en las escenas de grupo pudieran levantarse de la mesa para ir a la cocina a por un vaso si les apetecía, sin preocuparse por entrar o salir del plano. Después, durante el montaje, fue cuando creé la película, con un material infinito. Y gracias a eso, en cierto modo, he conseguido una película viva en la que prevalece el ritmo. ¡Todos han interpretado su papel a la perfección! Por eso la película me emociona cada vez que la veo. Porque encuentro en ella las emociones que sentí al escribir el guión.

LAS OCASIONES PERDIDAS...
  Todos pasamos por ciertas situaciones por las mismas razones: porque nos dejamos absorber por el trabajo, nos dejamos engullir por determinado ritmo de vida. Y descuidamos a nuestra familia, nuestros amigos, nuestra pareja, a pesar de que les damos la impresión de estar ahí. Sabemos que tendríamos que detenernos para tomarnos el tiempo necesario de reflexionar. Definir nuestras prioridades. Decir lo que verdaderamente queremos. Pero no siempre nos tomamos ese tiempo, y, cuando queremos hacerlo, a veces ya es demasiado tarde. En un grupo, siempre existe ese miedo de crear malestar si abordamos ciertos temas que consideramos delicados. Y no decimos nada... ¡Pero eso también crea malestar! Y aun así los dejamos pasar, suponiendo que las cosas acabarán arreglándose solas. Pequeñas mentiras sin importancia es la alfombra bajo la cual escondemos la mierda... ¡hasta que se acaba viendo! Y esa visión puede ser terrible; así sucede, en parte, en la película, cuando cada uno se encuentra frente a su verdad.

LA REVELACIÓN...
  El personaje del ostricultor desempeña un papel crucial. Jean-Louis es como la conciencia del grupo, el que no tiene miedo de decir la verdad. Es un hombre recto, y lleva una vida modesta. Él lleva mucho tiempo observando a los demás. Los ama, porque tiene un corazón enorme, pero no les deja pasar ni una. Él los enfrenta a sus contradicciones, a sus pequeñas cobardías. El papel de Jean-Louis lo interpreta Joël Dupuch, que en la vida real es un ostricultor de Cabo Ferret. Es un amigo. Está fantástico en el papel, lo borda. ¡Ha sido la revelación de la película!

MADUREZ...
  En cuanto a la puesta en escena y a la dirección de actores, ésta es mi película más lograda. Y a lo largo de ella, me he dado cuenta de hasta qué punto me quedaban cosas por aprender.

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