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SECRETOS DE ESTADO
INFORM MACIÓN
Titulo original: Official Secrets
Año Producción: 2019
Nacionalidad: Inglaterra, EE.UU.
Duración: 101 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 7 años
Género: Drama, Thriller, Biografía
Director: Gavin Hood
Guión: Gregory Bernstein, Sara Bernstein, Gavin Hood. Basados en la novela escrita por Marcia Mitchell, Thomas Mitchell
Fotografía: Florian Hoffmeister
Música: Paul Hepker, Mark Kilian
FECHA DE ESTRENO
España: 25 Octubre 2019
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Entertainment One


SINOPSIS

2003, mientras los politicos británicos y estadounidenses maniobran para invadir Irak, la traductora del GCHQ (Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno Británico) Katharine Gun (Keira Knightley) filtra un e-mail clasificado que urge a espiar a miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para forzar una resolución para ir a la Guerra. Acusada de romper el Acta de Secretos Oficiales y enfrentándose a prisión, Katharine y sus abogados están determinados a defender sus acciones. Con su vida, su libertad y su matrimonio amenazados, Katharine deberá luchar por lo que cree...

INTÉRPRETES

KEYRA KNIGHTLEY, MATTHEW GOODE, MyANNA BURING, RALPH FIENNES, RHYS IFANS, MATT SMITH, INDIRA VARMA, CONLETH HILL, TAMSIN GREIG, SHAUN DOOLEY, JACK FARTHING, KATHERINE KELLY, HATTIE MORAHAN, KENNETH CRANHAM, MONICA DOLAN

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NOTAS DEL DIRECTOR...
   “Llega un momento en que uno debe adoptar una postura que no es ni segura, ni política, ni popular, pero debe adoptarla porque su conciencia le dicta que es lo correcto”. ― Martin Luther King Jr., A Testament of Hope: The Essential Writings and Speeches.
  11-S, Osama, Bush, Afganistán, Powell, armas de destrucción masiva, la Oficina de Planes Especiales, Irak, Obama, ataques con drones, el Estado Islámico, Siria, refugiados, Trump, muros, falsas noticias...
  Han sido un par de décadas desesperantes y confusas, que han dejado a muchos de nosotros desilusionados, furiosos e inseguros. ¿Es posible fiarse de nadie? ¿Es todo demasiado complejo para comprenderlo? ¿Están muertos los conceptos básicos de integridad personal y decencia humana, esos sencillos ideales que inculcamos en nuestros hijos? ¿Es el cinismo nuestro único refugio?
  Llevaba cierto tiempo debatiéndome con esos sentimientos tan poco saludables cuando el productor Ged Doherty, con quien había hecho Espías desde el cielo, me preguntó si había oído hablar alguna vez de Katharine Gun.
  No la conocía.
“Era una espía británica que filtró un memorándum de alto secreto de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense sobre una operación ilegal de espionaje ideada para presionar a los miembros del reducido Consejo de Seguridad no permanente de la ONU, de modo que votaran a favor de la invasión de Irak de 2003”.
  “La ONU no votó a favor de una invasión”, respondí. “Bush y Blair se valieron de datos falsos de inteligencia que alegaban que Irak poseía armas de destrucción masiva para justificar la guerra”.
  “Sí, naturalmente”, comentó Ged. “Ahora eso es algo que todo el mundo sabe. Pero imagina que hubieran conseguido una resolución de la ONU que autorizara la guerra como pretendían en un principio. No habría habido necesidad de valerse de las armas de destrucción masiva. Si la ONU hubiera respaldado la guerra, Bush y Blair habrían tenido una tapadera legal perfecta para su invasión”.
  “De todos modos, nunca han tenido que responder legalmente por sus mentiras sobre las armas de destrucción masiva”, observé, “así que, ¿qué sentido tiene contar esta historia?”.
  “La esperanza”, esgrimió Ged. “Es una sencilla historia de integridad personal que me da esperanza”.
“Esperanza”. Suena como algo que merece la pena, pensé. Pero sentí la suficiente curiosidad como para volar a Londres a reunirme con Katharine. Y a lo largo de una semana de escuchar su historia no precisamente sencilla, de hacerle preguntas y tomar notas, su discreta integridad me llevó a emprender un viaje cinematográfico que me ha devuelto la fe en la más elemental decencia humana y en el poder de la conciencia individual.
  Conciencia, esa “vocecilla” a la que no siempre escuchamos, pero, cuando lo hacemos, destierra el cinismo y nos conduce a un lugar mejor.

LA PRODUCCIÓN...
  En 2003, Katharine Gun ocupó los titulares de la prensa británica. Se trataba de una traductora del GCHQ (Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno) especializada en mandarín, que recibió un mensaje de correo electrónico en el período previo a la invasión de Irak. En este memorándum, la Agencia Nacional de Seguridad del gobierno de los Estados Unidos instaba a la cooperación británica en una campaña de inteligencia para obtener información sobre los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, con la idea de asegurar la aprobación de una resolución de la ONU que permitiera enviar tropas a Irak. Horrorizada, Gun filtró el memorándum, que acabó llegando a manos del periodista del diario The Observer Martin Bright.
  A continuación, se llevaría a cabo una exhaustiva investigación sobre la autenticidad del correo electrónico, dirigida por Bright y sus compañeros, antes de que la historia se publicara definitivamente el 2 de marzo de 2003, con el titular: “Los trucos sucios de EE. UU. para ganar el voto por la guerra de Irak”. Cuando su departamento se vio sometido a un intenso escrutinio, Gun confesó haber sido ella la que filtró el documento y perdió su trabajo. No solo eso, sino que fue arrestada y, posteriormente, acusada de infringir la Ley de Secretos Oficiales.
  “Los informantes pueden ser personas de todo tipo, pero tienden a ser gente fuera de lo común”, observa Bright. “Tienden a ser individuos solitarios. A menudo, son gente bastante extraña. Katharine era asombrosamente sensata. Tenía muy claro por qué hizo lo que hizo”. Como señala el periodista, la “recta” Gun no filtró nada más que un único documento. “Eso es lo que la hace especial. Es alguien que decidió ponerse firme y adoptar esa postura, por la que tuvo que pagar un precio considerable, tanto en lo profesional como en lo personal”.
  A la vez que la prensa informaba sobre la historia, también se difundió lo que Katharine había hecho. Daniel Ellsberg, el informante responsable de la famosa filtración de los papeles del Pentágono, calificó los actos de Gun como: “la filtración más importante y valiente que he visto nunca... nadie más –ni siquiera yo– ha hecho nunca lo que hizo Gun: decir la verdad pese al riesgo personal, ante una guerra inminente y, tal vez, aún a tiempo de impedirla”.
  Por desgracia, los actos de Gun no evitaron la invasión de Irak ni las tremendas pérdidas de vidas que se producirían a consecuencia. Después de un año de angustia, fue a juicio, defendida por un abogado de amplia experiencia, Ben Emmerson. Sorprendentemente, se retiraron los cargos, y muchos sospecharon que el gobierno sencillamente no deseaba arriesgarse a sufrir más humillaciones después de que la búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak –una de las principales razones para ir a la guerra– resultara infructuosa.
  “Fue un momento surrealista”, recuerda Gun. “Estábamos preparados para luchar. Yo había declarado que quería declararme ‘no culpable’. Estábamos dispuestos a llegar hasta el final. Fue casi como si nos hubieran fastidiado los planes. Me sentía dividida. Por un lado, estaba eufórica porque, pensé: ‘Nos hemos evitado todo el circo mediático que se habría formado si hubiéramos ido a juicio con juez y jurado’. Pero, por otro lado, pensé que de ese modo tampoco saldrían a colación los asuntos que íbamos a tratar. Nada de eso se vería sometido al escrutinio público”.
  Pero esos temas se podían explorar de otras maneras. Para Gun, el proceso de trasladar su historia a la gran pantalla empezó cuando Marcia y Thomas Mitchell la abordaron para que escribiera un libro sobre sus experiencias. “The Spy Who Tried to Stop a War: Katharine Gun and the Secret Plot to Sanction the Irak Invasion” se publicaría en 2008, y no tardaría en haber varios intentos de convertir su historia en una película. Entre ellos figuraba SECRETOS DE ESTADO, un guion del equipo de marido y mujer compuesto por Gregory y Sara Bernstein, con la participación de la productora Elizabeth Fowler (Condenados).
  El proceso de poner en marcha una película independiente es tan lento y a menudo complicado que Gun se sentía escéptica. “Estaba convencida de que no llegaría a hacerse”. Pero, en 2015, el productor Ged Doherty recibió el guion de la productora ejecutiva del filme, Claudia Bluemhuber. “La primera vez que leí la historia, no me podía creer que no supiera nada de ella”, comenta. “Me encontraba en Londres durante la época de esas marchas contra la guerra, la mayoría de mis amigos participaron en esas marchas y, a día de hoy, aún me siento culpable por no haber asistido a ninguna de ellas”.
  Doherty, en colaboración con Elizabeth Fowler y su compañera productora Melissa Shiyu Zuo, veía SECRETOS DE ESTADO como una oportunidad de contar una historia importante que “arroja luz sobre lo que realmente sucedió por aquel entonces”. Gun, entretanto, estaba encantada con su interés y su entusiasmo por llevar su historia a la pantalla. “Ged se embarcó en el proyecto y dijo: ‘Nos interesa mucho contar tu historia’”, recuerda. “Pensé: ‘Vaya, esto es asombroso. Es el destino. Por fin se va a llevar a buen término”.
  Quiso la suerte que Bluemhuber también le hubiera enviado el guion al director Gavin Hood, el cineasta sudafricano responsable de la ganadora del Óscar Tsotsi. Bluemhuber había colaborado con Hood en su película anterior, Espías desde el cielo, de 2015, con Helen Mirren, que Doherty había producido a través de su compañía Raindog Films. Con una filmografía que también incluía dramas políticos como Expediente Anwar, Hood “había nacido para hacer” SECRETOS DE ESTADO, opina Doherty. “Es totalmente su especialidad y la clase de cosa que nos encanta a él y a mí: un poco de controversia, un poco de política, arrojar luz sobre personas que han hecho algo que no debían y que nos mienten a todos”.
  Al igual que a Doherty, a Hood le enganchó una historia que no parecía “abstracta y teórica” como, digamos, el informe Chilcot, la investigación sobre Irak dirigida por sir John Chilcot y publicada en julio de 2016. “Cuando leí la historia”, comenta, “me pareció que era una forma de explicar un suceso muy importante a través de un individuo concreto. Me permitía examinar este momento del tiempo de una forma muy personal, a través de la historia de una persona esencialmente ordinaria que se encontró sumida en una situación extraordinaria”.
  No obstante, Hood reconoció de inmediato la dificultad de convertir la odisea infernal de un año de Katharine en una película. “El reto estructural desde el punto de vista del guion y de la dirección era que el tercer acto, que son los preparativos para el juicio, culmina en cierto sentido en una decepción”, explica. “No hay juicio”. Así que Hood se puso a trabajar inicialmente con los Bernstein para pulir el guion.
  Entre las restantes dificultades figuraba contar una historia en la que, en realidad, Katharine únicamente conoce a Martin Bright justo antes de ir a juicio (Bright ni siquiera sabía quién había filtrado el correo electrónico hasta que arrestaron a Gun). Pero Hood estaba decidido a no desviarse a un terreno más fantasioso. “El gran reto fue: ‘¿Cómo podemos contar esta historia de modo que resulte real y precisa, sin dejar de ser dramática, y sin desviarse de la verdad con el fin de crear una película de estilo hollywoodiense?’”.
  La documentación se volvió primordial, y Hood pasó un año investigando el tema. Entrevistó exhaustivamente a Martin Bright, y sus compañeros periodistas del Observer Peter Beaumont y Ed Vulliamy, que también resultaron clave para resolver los problemas que tenía la historia. “Una vez involucrado Gavin, quedó claro que quería ceñirse al máximo a los acontecimientos originales, con la menor licencia poética posible”, comenta Bright. “Le interesaba mucho que todos los acontecimientos relacionados con los periodistas, todos los acontecimientos en los que yo estaba involucrado, se mostraran tal cual sucedieron”.
  Eso incluía el espantoso momento en el que The Observer publica la historia, solo para que el correo electrónico filtrado sea considerado falso solo porque esté escrito a la manera inglesa, no a la americana (por culpa de una becaria demasiado entusiasta, que lo pasa por el corrector ortográfico). “Ese momento del corrector ortográfico... es algo que no se te ocurriría inventarte”, comenta riendo Hood. “Fue uno de los momentos más terribles de mi carrera periodística, la verdad”, se lamenta Bright. “Cómico, pero espantoso”.
  Mientras Hood trabajaba en la historia para que reflejara los detalles que iba revelando su documentación, había una cuestión que era lo que más le preocupaba del guion. “Lo importante, para la integridad de la película, era asegurarse de que los cineastas pudieran aparecer con los actores y con Katharine y los periodistas de investigación clave, junto a ellos, sabiendo que la historia se había contado con integridad. Evidentemente, al resumir una serie de acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de más de un año en una película de dos horas, tienes que tomarte cierta licencia dramática, condensar el tiempo y elegir momentos clave en los que centrarte, pero los hechos materiales tienen que ser exactos en una película de esta naturaleza”.
  Hood también pasó tiempo con el abogado de Gun, Ben Emmerson, tanto en persona como comunicándose por correo electrónico. “Cuando conocí a Ben, intimidaba bastante, porque habla rápido, habla con mucha inteligencia y no aguanta tonterías de nadie”, recuerda Hood, cuya propia experiencia legal –en su época universitaria, estudió Derecho en Sudáfrica– resultó muy útil.
  Había otras personas en las que Hood estaba interesado, como era el caso de James Welch, abogado de la organización de derechos humanos Liberty, que acudió en ayuda de Katharine, así como el experto en seguridad Paul Beaver. Pero, por encima de todas, la más crucial a la que entrevistó fue Katharine Gun. “Cuando la conocí inicialmente, me resultó bastante difícil ganármela”, admite el director. “Me senté a hablar con ella cinco días. Cada día, llegaba y trabajábamos cuatro o cinco horas, y entonces lo dejábamos y se iba a pasar tiempo con su hija. A lo largo de eso cinco días, quiero pensar que me gané su confianza. Le dejé contarme lo que sucedió en realidad, sin tratar de cambiarlo para convertirlo en algo que pudiera resultar más emocionante desde el punto de vista de una ‘película de Hollywood’”.
  Al pasar todo ese tiempo con Hood, Gun no tardaría en dejar de lado su escepticismo natural. “Está lleno de energía, es muy apasionado y está decidido a llegar al meollo de todo”, reflexiona. “Nos pasamos una semana revisándolo todo, quería que se lo contara con todo lujo de detalles, de la A a la Z, para hacerse mentalmente una idea muy clara. Me sentí mucho más tranquila al conocerlo. Demostró que le interesaba mucho sacar el proyecto adelante”.
  En concreto, Hood y Gun hablaron del flujo de los acontecimientos, que tuvieron lugar a lo largo de un año, pero que tenían que condensarse en una película de dos horas. “Cuesta reflejar eso en una película”, opina Gun. En realidad, buena parte de la experiencia fue “muy interna”, mientras le daba vueltas mentalmente a los acontecimientos tras ser despedida del Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno. “Perdí a todos mis amigos inmediatamente. Así que me sentí muy aislada. Pero es difícil mostrar a una persona que no hace más que estar sentada alicaída. Así que mantuvimos toda una serie de discusiones al respecto”.
  Otra conversación clave fue la referente al marido de Gun, Yasar, que casi fue deportado a consecuencia de la filtración, pero se salvó en el último momento. Para Hood, era vital incluir esto para mostrar el verdadero amor que había entre Katharine y Yasar, y las dificultades por las que pasó tras la filtración. “El conmovedor sentimiento de esa reconciliación es lo que sirvió para renovar su amor, su unión, después de sentirse bastante frustrado y desconcertado por el hecho de que ella hubiera [filtrado el correo electrónico] sin contarle antes lo que pensaba hacer”.
  Los intentos de Hood de transmitir no solo la historia de Gun, sino cómo se desarrolló, impresionaron a Bright. “La forma en que está escrita refleja cómo es publicar una historia importante”, opina. “Mantuvimos largas discusiones sobre la dinámica de una sala de redacción, porque una de las cosas más frustrantes, como periodista, de ver secuencias dramáticas ambientadas en una redacción, es que rara vez se reflejan fielmente. Así que nos interesaba mucho asegurarnos de que los entresijos de la vida en una redacción se mostraran con precisión”.

EL REPARTO Y LOS PERSONAJES DE SECRETOS DE ESTADO...
  Encontrar a los actores adecuados para SECRETOS DE ESTADO siempre iba a suponer todo un reto. “Cuando tratas con personas reales tan inteligentes y excepcionales, con la fuerte personalidad de un Ben Emmerson o la autenticidad, inteligencia, amabilidad y determinación de un reportero como Martin Bright, o alguien con las agallas, el coraje y la integridad de una persona como Katharine Gun, es muy importante encontrar actores que personifiquen esas cualidades”, opina Hood.
  La primera intérprete a la que ficharon fue la actriz británica nominada al Óscar en dos ocasiones Keira Knightley, para encarnar a Katharine Gun. “Pensamos que sería la persona perfecta”, aporta Doherty. “No había hecho nunca nada como esto, y, en caso de estar dispuesta a asumir ese riesgo, sería un papel fenomenal para ella. Esa fue la principal razón por la que le atrajo desde el primer momento, lo que fue genial”.
  Knightley tenía 17 años cuando empezó la guerra de Irak en 2003 y admite que ahora no recordaba la historia de Katharine. “No me acordaba de Katharine Gun. Tenía bastante conciencia política, pero por aquel entonces estaba en Estados Unidos, y evidentemente eso no se cubrió allí para nada. Así que me pareció muy interesante que hubiera sucedido todo eso, algo que es una parte tan significativa de la historia moderna, pero que no fuera realmente conocido ni recordado. Era una historia importante que contar y dar a conocer”.
  En lo referente a la documentación, Knightley leyó diligentemente el libro de Marcia y Thomas Mitchell, así como el grueso informe Chilcot. También leyó correos electrónicos gubernamentales de esa época, que ahora son de dominio público “para darme el contexto que necesitaba para interpretar las escenas; los conocimientos que me parecía que [Gun] probablemente habría tenido de alguna manera, que la llevaron a estar absolutamente convencida de que filtrar ese documento era lo correcto”.
  Aunque Knightley también tuvo ocasión de pasar tiempo con Gun, no le resultó fácil hablar con ella de todo lo sucedido. “Se encuentra en una situación bastante delicada, porque si le preguntas en serio por el asunto, sigue estando limitada por la Ley de Secretos Oficiales. No soy periodista, soy actriz. Así que no consideraba apropiado presionarla para que me contara nada más que aquello con lo que se sintiera cómoda y que ya había revelado para que se incluyera en el guion”.
  Conocer a Knightley también resultó extraño para Gun. “Quedé con ella antes de que empezaran a rodar, porque quería conocerme”, recuerda. “Quedamos para comer con Gavin y me sentí mucho más tranquila en cuanto llegó al restaurante, porque se me acercó y me dio un fuerte abrazo. Tenía muchas preguntas. Le interesaba mucho saber lo máximo posible sobre cómo me sentía por aquel entonces y qué se me pasaba por la cabeza”.
  Cuando llegó el momento de elegir a alguien que interpretara a Martin Bright, Doherty sugirió a la estrella de la serie de Netflix “The Crown”, Matt Smith, a Hood, y el director se mostró de acuerdo. Casualmente, Bright ya lo conocía. Cuando trabajaba como redactor político de la revista New Statesman, Bright también fue asesor de la serie de televisión “Party Animals”, en la que aparecía Smith. “Le enseñé el Parlamento, al igual que a los demás actores, como parte de mi trabajo en ese programa de televisión”, recuerda Bright. “Gracias a eso, nos resultó bastante fácil conectar”.
  Bright se puso en contacto con Smith, que se encontraba en ese momento de vacaciones en las playas de México. “Fue una situación bastante extraña”, admite Bright. “Le dije a Matt: ‘Esto resulta un pelín incómodo. ¿Te gustaría interpretarme a mí?’”. Por suerte, Smith respondió rápida y afirmativamente. “Simplemente me pareció que era una historia muy actual, pertinente e interesante”, opina el actor. “Mujeres que alzan la voz y se plantan... Tiene muchas cosas que resultan muy actuales”.
  Tal como recuerda Hood: “Me encanta el comentario que hizo Martin sobre Matt. Dijo: ‘¿Sabes? Creo que Matt es mejor como Martin Bright que yo’”. Bright aclara: “En un aspecto completamente práctico, era aproximadamente de la misma edad que yo tenía entonces. Tiene la clase de intensidad que es importante... esa clase de periodismo precisa cierto grado de intensidad. Implica una cierta seriedad de la que él era muy consciente, así que me pareció que era alguien que podía abordar ese papel”.
  Al haber interpretado ya antes a personajes reales, Smith era plenamente consciente de lo que hacía falta. “No es como el príncipe Felipe, o Robert Mapplethorpe, o Charles Manson, con los que puedes tratar de destilar una vaga esencia de alguien. En este caso, tenía que destilar mi versión de este periodista en esta historia. Intenté contarla de la manera más sencilla posible. Tiene una naturaleza muy práctica, sin florituras”. Smith siguió incluso los consejos de Bright, que le mandó unas sabias palabras del periodista del Sunday Times Nick Tomlin: “Los principales atributos de un buen periodista son: astucia de rata, actitud convincente y una cierta aptitud literaria”.
  Tras asegurar a Smith, Hood y la directora de casting Kate Dowd empezaron a trabajar en los papeles de reparto. Se interesaron por el actor galés Rhys Ifans para interpretar a Ed Vulliamy. Hood quedó con él mientras ensayaba una obra de teatro. “Me dijo: ‘Gavin, son solo un par de escenas y, no pretendo ser grosero, pero no te conozco. Si hubiéramos estado juntos en la escuela de arte dramático, tal vez. Pero la verdad es que no te conozco’. A lo que respondí: ‘¿Nos tomamos un té? Así podríamos conocemos’. Le brillaron los ojos y dijo: ‘¡Serás desgraciado!’”.
  Mientras Ifans y Hood empezaban a conocerse tomándose un té, Ifans ofreció algunas ideas sobre el personaje de Vulliamy. “Me hizo un par de sugerencias y preguntas, y dije: ‘Me voy a ir a ver qué se me ocurre’. Así que me marché, hice unos cuantos ajustes a las escenas y se las volví a enviar. Entonces su agente llamó a mi productor y dijo: ‘Esto no le había pasado nunca a Rhys. Le preocupaba un poco, pero le gustó mucho Gavin y le pareció que realmente incorporó sus sugerencias, así que estará encantado de participar en la película’”.
  Otro miembro clave del reparto fue el actor nominado al Óscar en dos ocasiones Ralph Fiennes, al que ficharon para interpretar al abogado de Gun, Ben Emmerson. “Me pareció que estaban contando una historia muy importante, que sigue teniendo relevancia en la actualidad, sobre la transparencia del gobierno, o la falta de ella”, comenta Fiennes. “También me pareció que Espías desde el cielo, la película anterior de Gavin, era muy sólida. Y el papel me resultó muy interesante. Conocí a Ben Emmerson, y eso me sirvió para confirmar mi instinto inicial de que era un buen proyecto del que formar parte”.
  Emmerson y él pasaron unas horas juntos en un restaurante “oscuro y muy estilo Hogarth” de Londres. “Tiene una presencia muy fuerte, que puede resultar intimidatoria si decide serlo”, comenta Fiennes sobre el abogado que también representó a Marina Litvinenko, viuda de Alexander Litvinenko, el antiguo agente del KGB al que envenenaron. “A los pocos minutos de hablar con Ben, sientes la fuerza de alguien que adoptaría una causa dura porque siente un deber ético con respecto a su trabajo”.
  Para Hood, era crucial conseguir a un actor de la talla de Fiennes para interpretar a Emmerson, entre una de las cosas porque su aparición en la historia se produce ya tarde. “Quería desesperadamente que lo hiciera alguien como Ralph. Necesitaba una presencia significativa, que recogiera el testigo en el tercer acto y no lo soltara”, señala. “Al fin y al cabo, tienes a Matt Smith, que va a rendir a un altísimo nivel a lo largo de esos dos primeros actos –y también al final de la película–, así que no quieres que lo deje en manos de un actor inferior en ese tercer acto”.
  Acompañan a Fiennes John Heffernan e Indira Varma, como los abogados compañeros de Emmerson en Liberty, James Welch y Shami Chakrabarti. Heffernan, que ya había trabajado con Hood en Espías desde el cielo, quedó con Welch para tomarse unas copas durante la preparación de la película. “Básicamente, quería que me contara todo lo que pudiera recordar de esa época. Me resultó muy útil para saber más de esa relación. La atención mediática que recibió fue extraordinaria. Después del juicio, Shami y él se recorrieron durante una semana diversos medios preguntando: ‘Me alegra mucho que la hayan exonerado, pero, ¿por qué? ¿Qué está ocultando el gobierno?”.
  Asimismo, Varma pasó tiempo con la persona real a la que interpreta en el filme. “¡Me invitó a tomar té en la Cámara de los Lores!”, comenta sonriendo, y recuerda lo mucho que Chakrabarti empatizó con Gun. 
  El reparto se completa con Adam Bakri (Omar) como Yasar, el marido de Katharine, Matthew Goode (“Downton Abbey”, Retorno a Brideshead) como el periodista del Observer Peter Beaumont y Conleth Hill (“Juego de tronos”) como el director del periódico, Roger Alton. MyAnna Buring (Kill List, La Saga Crepúsculo) se encargaría de interpretar a Jasmine, amiga y contacto de Katharine, mientras que Jeremy Northam haría de Ken Macdonald, el fiscal general. Además, la alabada actriz Tamsin Greig encarnaría a Elizabeth Wilmshurst, asesora legal adjunta del Ministerio del Exterior, mientras que otra veterana de Espías desde el cielo, Monica Dolan, haría de la supervisora de Gun, Fiona Bygate.
  “Todos estos personajes son esenciales para la integridad de la historia”, asegura Hood, que señala que “había mucho en juego” en lo que se refería a ofrecer un elenco que permitiera obtener la financiación necesaria. Aun así, como apunta Knightley, fue la historia de Gun lo que atrajo a este soberbio reparto. “[Teníamos a] gente que venía para hacer una escena o un par de líneas, que eran actores extraordinarios, y que sentías que realmente querían formar parte de esto... Creo que eso le dio una energía que resultaba muy especial”.

EN LA CARRETERA CON SECRETOS DE ESTADO...
  El rodaje de SECRETOS DE ESTADO empezó en marzo de 2018 y duró 39 días. Pese a que la historia se desarrollaba en Cheltenham, Londres, Irak y Washington D.C., la película se filmó en Manchester, Liverpool y Yorkshire, y Doherty compara el rodaje a una “película de carretera”. Screen Yorkshire aportó parte de los fondos, lo que supuso que ese condado se utilizó mucho. Bradford aportó varias localizaciones clave, como el espléndido interior del ayuntamiento de Bradford, que hizo las veces de los pasillos del Old Bailey.
  El parque de Washington, D.C., en el que Ed Vulliamy queda con su contacto que trabajaba para la CIA, se rodó en el Roundhay Boathouse de Leeds, parte del club de remo de Leeds. Para recrear el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno, se utilizó la British Library, situada en Boston Spa, para las puertas exteriores. El aeropuerto Robin Hood, situado en Doncaster, hizo las veces del centro de deportación de inmigrantes de Heathrow. La comisaría de Otley se utilizó en lugar de su equivalente de Cheltenham, donde mantienen retenido a Yasar.
  Para el interior del Old Bailey, visto en el último acto, el equipo se trasladó a la County Sessions House de Liverpool. “Incluso para las calles de Londres del exterior del Old Bailey se puede utilizar Manchester”, comenta sonriendo Doherty. “Pones un par de autobuses de dos pisos y unos taxis y creerías estar en Londres”. Y lo que es tal vez más impresionante todavía, el emplazamiento bombardeado de Irak, donde se alcanza a ver a Peter Beaumont, se recreó en la fábrica de vidrio de Pilkington, en St. Helens, Merseyside.
  También se construyeron una serie de decorados. El diseñador de producción Simon Rogers (Redención) y su equipo recrearon las oficinas del periódico The Observer en un edificio abandonado de Manchester. La casa de Katharine y Yasar, por su parte, se recreó en el Northern TV & Film Studio de Goldthorpe. “Quieres poder controlar el interior”, explica Doherty. “Nada de tráfico fuera, puedes tener tabiques móviles y, si llueve... está mucho más controlado. Como director, a Gavin le gusta construir muchos más sets. Tener la situación más controlada. Resulta más rentable y lleva menos tiempo”.
  Una visita muy especial que se pasó por el set fue Katharine Gun, que llegó para ver la tensa escena en la que imprime el correo electrónico en el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno. “Resultó algo extraño”, admite, ver a Knightley interpretar un momento tan crucial de su vida, pero quedó impresionada por el nivel de concentración que exigía. “Sobre todo los actores y actrices que tienen que seguir repitiendo lo mismo una y otra vez y manteniéndose concentrados en esa escena... resultó fascinante ver cómo funciona todo el proceso”.
  En cuanto al reparto, fue una oportunidad para trabajar –o, en algunos casos, coincidir de nuevo– con algunos actores maravillosos. Fiennes, por ejemplo, no había vuelto a trabajar con Knightley desde el drama de época de Saul Dibb La duquesa, en 2008. “Tengo a Keira en muy alta estima”, afirma. “Creo que sus interpretaciones se van haciendo cada vez más espléndidas. Hizo algunas cosas fantásticas en el juicio. Fue una actuación verdaderamente impresionante. Me encantó lo que hizo en La duquesa, pero creo que estaba accediendo a algo con mucha fuerza como Katharine Gun en los momentos que compartí con ella”.
  Para Knightley, por mucho que disfrutara filmando, el rodaje resultó agotador, dado que su hija de 3 años no dormía bien. “Las semanas en las que tuve más trabajo, se despertaba cinco o seis veces por noche entre la medianoche y las seis de la mañana. Creo que eso probablemente le dio un toque especial a mi interpretación, por el que tal vez debería darle las gracias, o echarle la culpa de todo... ¡No estoy muy segura! Pero eso fue lo más difícil para mí”.
  Pese a la presión que suponía el apretado plan de rodaje, Hood estaba decidido a encontrar “pequeños momentos” con los actores. “Lo que Keira y Matt tienen en común es que son actores increíblemente intuitivos”, afirma. Cita un pequeño ejemplo en el que Katharine se encuentra en casa y llama al trabajo para avisar de que no va a ir por estar enferma; un momento después, su marido abre la puerta de casa y la luz del día que entra por la misma hace estremecerse a Knightley. “Está tan metida en lo que está haciendo en ese momento”, comenta, “que sus reacciones son naturales y no planificadas”.
  Hood, que mantuvo a menudo las líneas de visión muy cercanas a la lente de la cámara, señala que las escenas de las que más se siente orgulloso son aquellas en las que Katharine se dispone a confesar la filtración. “Esa cámara la va siguiendo en un primerísimo plano, mirándole directamente a la cara, pidiéndole que se tome tiempo para que veamos lo difícil que le resulta esa decisión. Eso es algo que, en manos de un intérprete de menor categoría, podría quedar algo forzado. Pero, en el caso de Keira, cuando toma la decisión de levantarse, sientes que has vivido esa lucha interna con ella”.
  Una vez terminado el rodaje, empezó la posproducción y Hood se reunió con Megan Gill, la montadora con la que ha colaborado en casi todas sus películas desde Tsotsi, en 2005. También volvió a contar con Paul Hepker y Mark Kilian, que han compuesto la banda sonora de varias de sus películas desde Tsotsi. Pero el momento más peliagudo –al menos, a su modo de ver– fue enseñarle la película terminada a Katharine Gun. “Estaba aterrado. ¿Quién sabe cuál sería su reacción? ¿Quién sabe cuál sería la reacción de su marido?”.
  Gun, que ahora vive con su marido y su hija en Turquía, vio la película en un viaje a Londres. “Cuando la vi, buena parte de la misma se aproxima mucho a lo que sucedió”, explica. “Me trajo muchos recuerdos y me resultó bastante extraño ver repetirse ante mis ojos la misma clase de escenas... fue un poco como una montaña rusa de emociones”.
  Ver la película acabada con familiares, entre ellos su padre, despertó como era de esperar viejas emociones. “Todos comentamos lo enfadados que volvíamos a sentirnos por toda la debacle y cómo es realmente como una herida abierta. Espero que haga darse cuenta a la gente de que prácticamente nada ha cambiado. Ha sido una sucesión de lo mismo desde hace quince años y es una situación verdaderamente escandalosa. Hay toda una nueva generación que no se habrá dado cuenta todavía de esto, porque tenían menos de diez años cuando pasó todo esto”.
  Como dice Bright, la historia de Katharine –y la propia guerra de Irak– tiene enormes ramificaciones. “Se trata de una guerra que corroyó todas nuestras instituciones importantes: nuestro sistema judicial, nuestro sistema político, los servicios de inteligencia y la prensa. Así que continúa teniendo un efecto importante en nuestra vida pública. Si hay un quid de esta historia, es ese. Lo que desveló Katharine iba más allá de una única fechoría. Lo que desveló era que algo estaba mal en el mismo corazón de nuestras instituciones nacionales e internacionales”.
  Por difícil que fuera el proceso, Gun está encantada de que la falta de transparencia del gobierno británico vuelva al primer plano cuando SECRETOS DE ESTADO se estrene en todo el mundo. “Es todo ese paradigma de qué es lo que se considera interés nacional”, opina. “Esa clasificación general abarca muchas cosas. ¿Quién decide qué constituye el interés nacional?” Tal como lo pone Fiennes, al igual que otros informantes como Edward Snowden y Chelsea Manning, hay que alabar a Katharine Gun. “Rara vez se ve esa clase de valor”.

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