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SINOPSIS
Dos jóvenes soldados franceses toman tres días de descanso en Chipre tras terminar su servicio en Afganistán...
INTÉRPRETES
SOKO, ARIANE LABED, GINGER ROMÁN, KARIM LEKLOU, ANDREAS KONSTANTINOU, MAKIS PAPADIMITRIOU, ALEXIS MANENTI, ROBIN BARDE, SYLVAIN LOREAU, JÉRÉMIE LAHEURTE, DAMIEN BONNARD, JEAN-YVES JOUANNAIS, PIERRE DEVÉRINES, KEVIN DELTA, YVES FRANCILLETTE
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LA ESCOTILLA:
Desde 2008, todos los soldados franceses que regresan del frente pasan por una escotilla de descompresión. Se les alberga en un hotel de cinco estrellas durante tres días y se supone que en el transcurso de su estancia, entre los turistas que disfrutan de sus vacaciones, olvidarán la guerra.
El programa, diseñado por los psicólogos del ejército, se compone de cursos de aquagym y de relajación, de paseos en barco y de reuniones en la que todo el mundo debe relatar los seis meses de guerra que acaban de vivir. Esta terapia militar tiene más o menos éxito según los individuos.
DOS MUJERES PODEROSAS:
Aurore y Marine son dos mujeres con carácter. Se conocen desde la infancia y vienen de un entorno pobre y de una ciudad de tamaño mediano, Lorient, donde no abundan las oportunidades de futuro. Ellas han escogido hacer lo que suelen elegir en general los chicos que quieren largarse del pueblo: se han alistado en el ejército. Por el dinero y por la libertad que conlleva, pero también porque quieren demostrar que quieren las mismas oportunidades que los hombres, que son iguales. Y también porque quieren ver mundo. Han tomado las riendas de su vida y están dispuestas a jugársela, en la guerra.
Nosotras venimos de esa ciudad militar, de Lorient. Y allí, como en París o en cualquier otra parte, cada vez que nos topábamos con chicas militares nos preguntábamos cuáles serían sus motivaciones. A la vez, estábamos fascinadas y molestas. Los personajes de Aurore y Marine nos permitían recuperar los interrogantes que siempre han estado en el corazón de nuestras películas: la construcción de lo femenino en el mundo actual, las particularidades del cuerpo femenino, la posibilidad de ser libre cuando se es hoy en día una chica. Podíamos seguir desde otro ángulo nuestro trabajo en '17 filles', en medio de una realidad más cruda, más actual, también más política. ¿Por qué se va una mujer a la guerra? ¿Por qué seguimos pensando que es una cosa nueva, fuera de lo establecido, o extraña? ¿Por qué ha de estar la violencia reservada únicamente a los hombres?
DOS ACTRICES:
Para encarnar a estas dos chicas, buscábamos a dos mujeres poderosas en la vida y en la pantalla, y las encontramos en Ariane Labed y SoKo. Ariane Labed es una perfeccionista: se vino con nosotras a quedarse una temporada en un cuartel, ha seguido un entrenamiento físico durante seis meses.
En el rodaje se concentra mucho y se mete de manera permanente en la piel de su personaje.
Posee el equilibro que caracteriza a Aurore, su capacidad de reflexión, su compromiso con y contra todo.
SoKo es más instintiva, más impredecible, pero en términos de potencia su energía es comparable. Tiene el sentido del humor que queríamos que tuviera Marine, su punto de locura, también. Necesitábamos dos chicas que tuvieran la misma fuerza, pero de manera diferente. Las elegimos desde el inicio del proyecto. Queríamos trabajar con Ariane Labed desde que la vimos en su primera película, Attenberg, de Athina Rachel Tsangari. Y también escogimos muy rápidamente a SoKo, tanto por su presencia en Augustine, à l’origine como por el magnetismo que desprende en los videoclips de sus canciones. Para encarnar a Aurore y Marine necesitábamos dos actrices a las que no les asustara comprometerse físicamente. Ariane y SoKo no le tenían miedo a nada.
UN REPARTO:
Pensábamos que la película se centraría en nuestras dos actrices principales y al final nos hemos encontrado con toda una compañía teatral.
Queríamos mezclar a los actores y actrices con soldados de verdad y hemos escogido para ello a cinco ex soldados, de los cuales uno de ellos tiene un papel importante: Sylvain Loreau (Momo), que ha trabajado desactivando minas en Afganistán. Los otros papeles se les adjudicaron a actores jóvenes, que tenían una presencia y una energía que nos convenció desde las primeras entrevistas, en esa etapa decisiva que es el casting: Karim Leklou (Coup de chaud, Les Anarchistes), Alexis Manenti (Orpheline), Jérémie Laheurte (La vida de Adele), Robin Barde (Les Revenants), Ginger Roman (Les Bas-fonds) y Damien Bonnard (Mercuriales). Todos ellos se apuntaron a un entrenamiento militar con una monitora que había participado en las verdaderas escotillas antes de abandonar el ejército.
Buscábamos esa precisión que se desprende de las actitudes corporales, de los detalles en el vestuario o en las expresiones, y todo esto lo pudimos lograr y construir gracias a ese trabajo de preparación. La película tenía un guión de hierro, todo ha sido ensayado con tiempo, pero también ha implicado este trabajo documental sobre los cuerpos, los gestos, las presencias de estos hombres y mujeres jóvenes que regresan de la batalla.
En el transcurso de los ensayos se han convertido en un grupo muy unido. Eso era algo que nosotras deseábamos que ocurriera, es una característica de las compañías teatrales, pero también de las compañías militares.
Mientras que nuestra película anterior, '17 filles', se había concebido en planos fijos para encerrar más si cabe a nuestras adolescentes dentro del estrecho marco del que trataban de escapar, aquí más bien hemos tratado de poner en escena el movimiento de estos soldados perdidos: a estos militares que estaban aún en Kabul en la víspera de su llegada no les es fácil pasar de la tensión permanente a un universo de relajo y están en una actividad continua. Caminan, hacen deporte, juegan para olvidar y nuestra cámara capta su energía.
Cuando la cámara está fija, su inquietud nos marea, como en la secuencia de debriefing en la que Jonathan (Alexis Manenti), mediante su movimiento incansable, ocupa todo el encuadre y parece golpearse con él a la vez que finge estar perfectamente tranquilo.
VER:
¿Que vemos en la guerra? No gran cosa. En primer lugar porque los momentos de inactividad, en el campamento, son muchos.
Después porque en cuanto eso estalla ya no vemos nada, sólo buscamos salvar el pellejo. Y finalmente porque, como en cualquier acontecimiento, cada uno no ve sino lo que le toca, y tiene una visión parcial de la realidad.
A lo largo de los tres días de descompresión, Aurore y Marine participarán en sesiones de debriefing que buscan hacerles volver sobre lo que han visto allí. Los psicólogos emplean las herramientas del vídeo y de la realidad virtual. Gracias a un programa de videojuegos los informáticos recrean en tiempo real las imágenes que se corresponden con los relatos de los soldados.
El objetivo es crear una distancia con los recuerdos dolorosos mediante las palabras y las imágenes. Las herramientas de simulación de vídeo son las mismas que se utilizan en el transcurso de su entrenamiento, antes de entrar en combate. Los soldados se conocen de memoria estas herramientas, tanto más cuanto que son jóvenes y con frecuencia aficionados a estos videojuegos, con los que se divierten en sus ratos libres. En mayor medida que el libro en el que está basada la película, nos parecía que el cine era el medio adecuado para hablar de estas cuestiones, puesto que nos permite mostrar las fuentes diversas de las imágenes: simulador, videojuego, noticiarios...
El «Ver» del título original (voir du pays / ver mundo) es bastante irónico: no es solo que Aurore no haya visto nada del lugar en el que ha estado, sino que tampoco «ve» lo esencial entre las múltiples fuentes de imágenes que se le proponen. Y cuando nuestros personajes se acercan a la verdad de lo que ha ocurrido en Afganistán en el trascurso de su misión, pasamos del ambiente soleado de la llegada a una noche profunda, y a la luz fría del final, como si les fuera cada vez más difícil ver con claridad. Una reflexión sobre qué es eso de ver: eso es lo que nosotras esperamos del cine.
UNA IMAGEN:
¿Se puede mostrar la guerra? Las imágenes de esos videojuegos, ¿son más o menos reales que las de los telediarios, esas imágenes de las que estamos tan hartos que hoy podemos cenar tranquilamente mientras las vemos?
¿Acaso ayudan de verdad a los soldados a curarse o, como apunta Marine, el Estado Mayor utiliza esas herramientas para sustituir sus recuerdos por otras imágenes más limpias, asépticas, en las que sólo se trasluce una única realidad: la versión oficial? ¿Cómo distinguimos los recuerdos de la ficción?
Algunas veces estas sesiones de debriefing son útiles. Cuando es así, ayudan a aflorar otra imagen, la traumática. En efecto, el trauma se encarna a menudo en una imagen que queda impresa sobre la retina y que no hay manera de desalojar de ahí, se interpone entre la realidad y el sujeto. En ocasiones, una única imagen nos impide vivir. Algunos individuos no soportan la reaparición de las imágenes traumáticas y son anegados por una violencia que ya no pueden dominar.
GUERRA Y OLVIDO:
Hay algo de violencia en el hecho de hacer creer a los jóvenes que se alistan que van a vivir una vida de aventuras, una situación envidiable y que van a ver mundo y que la guerra no los va a dañar. Estos soldados realmente no se esperan lo que van a experimentar en el frente y los traumas son por ello aún más violentos.
Cuando regresan y se dan cuenta de que no se les recibe como a héroes, la violencia que albergan lucha por salir de nuevo. El estrés acumulado, la hipervigilancia constante y los malos recuerdos les impiden llevar una vida tranquila. Los soldados no pueden olvidar la guerra y menos en tres días. Ante ellos los turistas que bailan a orillas de la piscina, ignoran que a 100 kilómetros de allí tiene lugar una guerra. En Europa estamos tan protegidos que nuestro sentido de la realidad se ha atrofiado. Nos hemos olvidado de Afganistán, casi nos hemos olvidado de Irak y nos gustaría poder olvidarnos de Siria. Pero estas guerras no pueden llevarse a cabo sin consecuencias. Es imposible ―y quizá no sea deseable― olvidar la guerra, las guerras en las que hemos participado de cerca o de lejos. Cada día nos lo recuerdan. ‘La escala (Voir du pays)’ trata de eso: de cómo conseguir vivir a pesar de todo, después de haber experimentado un episodio de violencia.
UNA TRAGEDIA EN EUROPA:
La escotilla de descompresión tiene lugar en Chipre. Esa isla que antaño pertenecía a la civilización que mejor encarnó la democracia, la Grecia antigua, es hoy uno de los símbolos de la crisis política y económica europea. Qué idea delirante, enviar a soldados que han perdido una guerra (o en cualquier caso, que no la han ganado) a un territorio en sí mismo símbolo del fracaso.
La Europa debilitada no ha logrado terminar con la guerra en Afganistán y ahora lo está pagando.
Las guerras se suceden y se propagan. Los habitantes de esos países en guerra buscan refugio y atraviesan Grecia, Turquía o Chipre. Hay un vínculo entre estas guerras que hemos emprendido y nuestra situación actual, un vínculo que no queremos ver.
ENTREVISTA A LAS ACTRICES SOKO y ARIANE LABED...
Antes de rodar esta película, ¿os interesaba el ambiente militar, bélico?...
SoKo: ¡En absoluto! Yo estoy totalmente en contra de la violencia, de la guerra. En mi mundo ideal, no habría ejército. Ni siquiera puedo ver películas de terror porque me muero de miedo.
Pero justamente eso es lo que me atrae del cine: que me saque de mi vida, interpretar papeles que me sean ajenos, conocer cosas, tratar de entender y simpatizar con gentes y universos que son desconocidos para mí. Me gusta sumergirme en lo que no me resulta familiar.
Ariane Labed: ¡A mí me pasa igual! Soy hija de profesores, con una educación antimilitarista; me horrorizan los uniformes, pero me alegro mucho de haberlo experimentado mediante la película.
Conocer a soldados, hablar con ellos me ha permitido hacerme una idea de sus vidas, darme cuenta de cómo vuelven de los escenarios de batalla. Me alegro de que el cine me haya llevado a un lugar donde nunca habría ido por mí misma.
Al espectador le ocurre un poco lo mismo. No somos militaristas, no vamos a la guerra, pero bien que nos gustan las pelis de guerra cuando son buenas...
S: Esta película nos descubre a individuos que, antes de llevar el uniforme, procedían de entornos complicados y que abrazan una profesión en la que arriesgan su vida a diario. Eso requiere un enorme valor... Y más aún cuando los soldados son mujeres.
AL: Estas soldados y estos militares tienen una especie de locura adorable. Una faceta cabeza loca que no todos tenemos siempre, una relación con la muerte y la vida diferente a la nuestra y que inspira mucho respeto.
¿Os sumergisteis en el ambiente militar antes o llegasteis «vírgenes» al rodaje?...
AL: Fuimos a un cuartel a conocer a los militares. Hablamos con ellos, nos subimos a un carro, tocamos armas, nos entrenamos ante pantallas como hacen ellos... Fue el primer acercamiento al papel. Un cuartel es de verdad un mundo aparte, con sus códigos, su idioma, diferente al mundo habitual.
S: Allí reina una jerarquía mucho más estricta y presente que en la vida normal. Tuvimos ex soldados como asesores en la película a quienes les preocupaba mucho que todo se ajustara a la verdad, que los gestos y comportamientos fueran exactos. Era algo fundamental para la credibilidad del film.
AL: El aspecto físico ha sido muy importante, las posturas, los gestos... Hemos trabajado con una entrenadora militar que suele preparar a los soldados para la guerra y después en la descompresión. Hemos caminado durante horas, nos hemos entrenado... Las posturas militares son códigos muy precisos que nos metían de forma muy concreta en nuestros personajes.
La película nos pone en contacto con dos realidades ajenas: primero los militares, después las mujeres militares...
AL: La película sobre todo habla de un tema que nunca se ha tratado en Francia, el regreso de los militares después de la guerra. ¿En qué situación se encuentran? ¿Cómo se integran a la vida cotidiana?
S: Y es también una historia de una amistad muy fuerte. Dos chicas del mismo entorno que no tienen la misma experiencia en el ejército. Una lo considera su oficio, la otra desea también ser libre, ser mujer, que se tenga en cuenta su sensualidad, su personalidad, no ser tratada únicamente como un trozo de carne.
¿La película muestra que los soldados son las primeras víctimas de la guerra, incluso cuando vuelven con vida e ilesos físicamente?...
AL: Los americanos han hecho muchísimas películas sobre este tema, especialmente después de la guerra de Vietnam. Afganistán ha sido una carnicería y los soldados que hemos conocido regresaron completamente deshechos. Es gente que vuelve destrozada y no sabemos qué hacer con ellos.
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