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SINOPSIS
En un mundo apocalíptico, arrasado por un misterioso cataclismo, Un padre y su hijo viajan hacia la costa para buscar un lugar seguro donde asentarse. Durante su travesía se cruzarán con los pocos seres humanos que quedan, la mayoría de los que o bien, se han vuelto locos o se han convertido en caníbales...
INTÉRPRETES
VIGGO MORTENSEN, CHARLIZE THERON, KODI SMIT-McPHEE, ROBERT DUVALL, GUY PEARCE, MOLLY PARKER, MICHAEL KENNETH WILLIAMS, GARRET DILLAHUNT, BOB JENNINGS, AGNES HERRMANN, BUDDY SOSTHAND, KIRK BROWN, JACK ERDIE, GINA PRECIADO
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The Road es una historia de aventuras, de terror, una road movie y también una historia de amor entre un padre y su hijo, entre un hombre y su esposa, así como también es la celebración de la inextinguible voluntad de vivir. La cinta resulta una evocación emocionante de la entereza humana, y un examen decidido de las personas en todo lo que tienen de bueno y en todo lo que también tienen de malo.
Para cada mujer y hombre que hayan tenido alguna vez un hijo, para cada hijo, The Road será un viaje dentro del espíritu humano. Se trata de una historia de supervivientes en la que los héroes llevan el fuego de la fuerza vital que mantiene la esperanza viva, a pesar de todo.
EN TORNO A LA PRODUCCIÓN...
The Road es una película que tenía que hacerse. Inicialmente, una historia encuadrada en el fin del mundo que incluye canibalismo y brutalidad, además de otros elementos desagradables, no se entendería exactamente como el material adecuado para una sesión de cine con palomitas. Sin embargo, pese a que algunos estudios declinaron involucrarse en el proyecto por ese motivo, los productores, el director, y los talentos que se sintieron atraídos por el mismo estaban motivados por el absoluto convencimiento de que la novela de Cormac McCarthy daba pie a una película inmensa.
El productor Nick Wechsler, admirador incondicional del autor, no logró comprar los derechos de No es país para viejos, pues se le adelantaron. La versión cinematográfica, realizada por los hermanos Coen, acabó por lograr el Oscar. Así las cosas, dio aviso a los agentes literarios para que le hicieran saber de la existencia de la próxima novela de Cormac McCarthy, tan pronto como ésta estuviera disponible. Wechsler y sus socios, Paula Mae y Steve Schwartz, se aprovecharon de la indecisión y recelo de los competidores y lograron optar a la propiedad cuando todavía era un manuscrito. «Lo importante en este libro en concreto, es que resulta tan oscuro y crudo que todos los estudios y los otros productores que estuvieron acercándose al mismo muy cautelosamente no se mostraban nada seguros de si podía trasladarse a la pantalla» comenta. «Ello me dio la oportunidad de agarrar la ocasión, pujar más que nadie con la ayuda de mis socios, los Schwartz, y comprar finalmente el material.»
Como todos los otros cineastas implicados en la realización de esta película, Wechsler se sentía profundamente conmovido tras la experiencia de haber leído la tremendamente absorbente novela de McCarthy. Comenta que vio inmediatamente que sería un gran material para un film.
Cuando Wechsler invitó a Rudd Simmons a que se incorporara al proyecto en calidad de productor ejecutivo, ya había decidido que John Hillcoat dirigiera la cinta. Simmons no había visto el film de Hillcoat, The Proposition, pero cuando lo hizo, también se sintió prendado del director.
Otra cosa que impresionó a Simmons por cuanto toca a los procedimientos del director remitía a lo preparado y centrado que Hillcoat estaba acerca de cómo iba a transformar esta gran novela en una gran película.
Algunas de las declaraciones de Hillcoat devienen como un manifiesto, pero un análisis atento nos hará ver que el director ha estado analizando el aspecto temático de la película, incluso filosóficamente, con una actitud más próxima al profesor de estudios cinematográficos. Y aquí aportamos dos parágrafos pertenecientes al manifiesto de Hillcoat que ilustran lo dicho: «La película funcionará a varios niveles distintos, en los que puede percibirse más bien cierta dimensión a manera de viaje metafórico y mítico del alma, una fábula, un cuento de hadas para adultos acerca del paso de una generación a la siguiente, de esa inevitable realidad que es la condición mortal y del mayor de los arquetípicos miedos de todos los padres, el sentimiento de culpa y la congoja ante la posibilidad de dejar los hijos atrás (y por extensión, el miedo de todos a quedar abandonados en absoluta soledad). A otro nivel está el cuento moral, una urgente llamada a todos nosotros para que cobremos conciencia de que debe prevalecer la amabilidad, la honestidad, la esperanza y la fe por encima de la inminente destrucción y el horror. Y aún en otro, está la inmediata y visceral realidad de una aventura épica y oscura llena de terror y ternura.»
«Mientras todos nosotros somos testigos de una nueva era de violento conflicto global junto al espectro de una apocalíptica catástrofe medioambiental, The Road alcanza a tirar de las fibras de nuestra psique colectiva con la fuerza de una pesadilla universal. Evoca nuestros más profundos y oscuros miedos, y con capacidad precognitiva y lucidez apunta a lo que más importa.»
Al adaptar el libro, los realizadores se esforzaron al máximo en conservar la sencilla y angustiante franqueza del mismo, al tiempo que añadían algunas verdades universales en torno a esa psique colectiva, con el objetivo puesto en que una historia de ciencia-ficción que habla del fin de la Tierra pudiera hacer burla de algunos de los miedos más comunes de nuestro tiempo post 11 de septiembre cargado de calentamiento global, altísimos precios del combustible, incertidumbre económica, y la posibilidad real de una monumental catástrofe natural debida a la sobreexplotación del globo por parte de la humanidad.
«De hecho, partimos del libro», comenta Hillcoat. «En éste, todo apunta a una especie de invierno nuclear, todo está completamente cubierto de cenizas y presenta un tono monocromático, acompañado de una fina capa de negro hollín y cenizas en el aire.»
Cuando se buscaban las localizaciones, los realizadores gravitaron sobre desastres naturales que hubieran castigado enormes franjas de terreno, dejando a éste en un estado de plena devastación. Durante la preparación de la película, Hillcoat emprendió un largo viaje junto a Simmons y su diseñador de producción de hace mucho, Chris Kennedy, en el que se dedicaron a encontrar lugares por todo el país que hubiera sufrido profundas devastaciones, conscientes de que esas localizaciones harían que el público se identificara con una historia de horror absolutamente actual que podría pasar aquí mismo. Esos paisajes afligidos afectarían la psique colectiva norteamericana al remitirse a algunos de las mayores catástrofes que han asolado partes de este país.
«Lo extraordinario del libro es ese impresionante realismo visceral que lo impregna todo», opina Hillcoat.
«Inmediatamente, comenzamos a investigar con denuedo básicamente en todo aquello referido a los desastres tanto naturales como provocados por el hombre que hubieran ocurrido, y ello fue lo que nos llevó a cosas como el Nueva Orleans posterior al huracán Katrina, al Monte Saint Helens, un estratovolcán en Washington, a la minería del centro de Pennsylvania y en torno a Pittsburg, donde esa industria ha dejado algo así como una zona de desastre provocado por el hombre en lo que se refiere al paisaje, o más bien lo que queda del mismo. De tal modo que el proceso consistía en usar todos esos elementos y gradualmente irlos uniendo. Era como un enorme tapiz.»
Viggo Mortensen, que resultó nominado a un premio de la Academia por su fascinante interpretación en Promesas del este, también fundamentó su papel sobre la dinámica padre-hijo. Con todo y que en el momento en que se le ofreció el personaje, el actor estaba acabando un periodo de intenso trabajo y más bien ansiaba descansar durante una temporada, cuando cayó en sus manos el guión y leyó el libro, nos dice que no vio el modo de evitar involucrarse en el proyecto.
Cuando The Road se publicó por primera vez, la novela fue elegida por Oprah Winfrey para que constara en su lista de libros influyentes, y ello contribuyó a que cobrara fama internacional, a que el público la aceptara, además de la crítica, que siempre ha contribuido con entusiasmo a la obra de McCarthy.
En esta historia, resalta Mortensen, esa preocupación humana tan esencial se ve particularmente incrementada porque tiene lugar en un universo inhóspito donde cada una de las certezas humanas se ha evaporado.
La historia de The Road es simple aunque absorbente, y pese a que intervienen otros personajes, todo gira en torno al padre y su hijo.
Mortensen añade que el título de la película es más que irónico. «Era consciente de que si lo hacíamos bien, emocionalmente sería todo un reto. Tendría que emprender un gran viaje.»
Para el director, Hillcoat, nunca se puso en duda que Viggo Mortensen debía encarnar al padre. Durante el estadio de conceptuación propio de la preproducción, comenta el realizador, el actor entendía su papel de padre como el de alguien de fuerza espartana al que su palpable vulnerabilidad interior le hacía humano.
Cuando Mortensen se comprometió a asumir el papel, inició un periodo de intensa preparación que implicaba ahondar en el personaje y en el duro entorno de la historia. Se sumergió en el mundo de la novela y en su hipotética situación límite. Su investigación le llevó no sólo a consultar libros y otros materiales, sino también a cobrar conciencia de los patrones y hábitos de la gente de nuestro tiempo que se ve forzada a sobrevivir de su ingenio, rascando en la lata desechada de la sociedad: los vagabundos. El actor también mantuvo algunas conversaciones con Cormac McCarthy, mayoritariamente acerca de la propia relación del escritor con su hijo pequeño, John Francis, a quien ha dedicado la novela.
Pero para esta película, un cuento de ciencia-ficción acerca de dos personas dejadas a su propia suerte que caminan durante miles de kilómetros a través de un planeta muerto, la preparación de los actores tenía que connotar mucho más que la exploración de la geografía interna.
El mayor desafío para un director de fotografía, comenta Aguirresarobe, estriba en trabajar con el tiempo meteorológico y mantener la continuidad visual en más de 50 localizaciones y 60 días de rodaje en exteriores. Y seguir en el convencimiento de «estar haciendo el trabajo correctamente. Dado que se trata de un film de exteriores, estábamos siempre fuera teniéndonoslas con los distintos climas y cambios de tiempo.
Si bien la novela de The Road es un pas de deux, es decir una obra de dos, un viaje solitario emprendido por dos personajes principales en el que los otros resultan participantes peligrosos, generadores de horrores, gente que aparece en flash backs, o complementarios, la versión cinematográfica de esta historia apunta hacia un cambio que pone énfasis en el universo humano en que viven. Así que los realizadores tomaron la decisión consciente de expandir la dimensión de algunos de los principales personajes al narrar la historia.
Para Hillcoat y su equipo, el objetivo estaba en transmitir el horroroso aspecto de un mundo devastado sin tener que recurrir a clichés tan trillados provenientes del género del “fin del mundo”. A este respecto, el principal personal al que el director confió la empresa fueron el montador, John Gregory, el diseñador de producción, Chris Kennedy, y el diseñador de vestuario, Margot Wilson, con quienes ya había trabajado anteriormente experimentando un amplio nivel de comodidad y rápido entendimiento para la consecución de la labor.
El director subraya el modo en que se manifestó la sensibilidad del equipo a la hora de interpretar el material. «Queríamos evitar el tipo de cosa a lo Mad Max que ha definido el género postapocalíptico, porque es un hito tremendo en ese género. De tal modo que nos pusimos a pensar en la imaginería del libro y lo que surgió en nuestras mentes fue el carrito de compras y los anoraks para esquiar, la mugre y todo eso, bolsas de plástico y cintas adhesivas y tiras de ropa con que reparar zapatos deportivos y materiales así. Lo que inmediatamente nos vino a la mente fue la imagen de los vagabundos en cada gran ciudad del mundo. Estos marginados de la sociedad viven en las calles ese mundo apocalíptico de supervivencia diaria sin dinero ni comida.
«De tal modo que ésa era nuestra auténtica referencia. Margot recogió montones de fotografías y se mantuvo atenta para con ese mundo aparte de los sin techo que sobreviven en la calle. Y a partir de aquí, fue más allá, hasta los forros de plástico en los anoraks para mantenerse calientes en un entorno gélido, y hasta el modo en que esa gente recicla pedazos de ropa. Todo eso quedó pasmosamente detallado.»
En cuanto decidió el aspecto de los personajes, hubo largas horas de concienzuda labor «envejeciendo» las prendas, muchas de las cuales se obtuvieron de almacenes de segunda mano. Se puso particular atención en que la ropa no fuera a la medida: cualquier cosa de este mundo resultante de haber hurgado en la basura y que se hubiera adaptado para ser útil en conceptos referidos a que calentara y resguardara de los elementos y las asperezas, todo sin estilo alguno.
La historia de The Road resulta, efectivamente, lúgubre, sin embargo habla de supervivencia, y bajo ésta hay una historia de esperanza para el mundo, donde la posibilidad de una aniquilación se ha hecho tan patente en todos nosotros que hasta resulta reconfortante saber que podríamos seguir adelante si nos sobreviniera una catástrofe.
Cuando McCarthy visitó el plató, mostró su contento ante las localizaciones que habíamos elegido, particularmente Nueva Orleans, donde recientemente había habido un auténtico desastre natural. La naturaleza y el entorno son de la mayor importancia para este film.
ACERCA DE LA PRODUCCIÓN FÍSICA...
En una película en la que el propio planeta es uno de los protagonistas principales, se hacía del todo esencial para los realizadores encontrar una amplia variedad de localizaciones que reflejaran un escenario cambiante mientras el chico y su padre avanzan desde una región montañosa, atravesando el país a través de colinas ondulantes, hasta llegar finalmente al océano. Y dado que todo el planeta resulta una enorme zona catastrófica, tenían que encontrar tantas localizaciones devastadas, abandonadas y arruinados como les fuera posible.
A lo largo de un larguísimo periodo de producción, se exploraron más de cincuenta localizaciones que respondían a las necesidades de la producción. La mayoría de ellas se hallaban en Pennsylvania, con importantes desviaciones hacia las orillas del Lago Erie, las áreas de Luisiana azotadas por el huracán Katrina, y algunas extensiones de Oregón.
«El equipo técnico decidió que había muchas localizaciones en Pittsburgh y alrededores que podrían ser útiles», añade Wechsler.
Para el diseñador de producción, Chris Kennedy, el guión de Joe Penhall marcaba con bastante eficacia la línea que él reseguiría para montar el largo y arduo rodaje. «Cuando leí el guión, quedé impresionado por cómo habían lograda trasladar la novela al mismo», comenta.
Cuando se tomó la decisión de establecer la base de la producción en Pennsylvania, Kennedy se entusiasmó con las posibilidades. «La película está claramente ubicada en los Estados Unidos; habla de cosas norteamericanas. Investigué en profundidad por Internet mientras estaba en Australia, antes de salir afuera, y me di cuenta rápidamente de que aquí había un montón de ciudades, poblaciones y paisajes abandonados y destruidos, muchos más que en Australia. Había toda una colección de cosas que realmente me entusiasmaron una vez que reparé en que todo aquello resultaba absolutamente espectacular: el área de minas de carbón de Pennsylvania, y los ocho kilómetros de autopista de pago abandonada por la zona de Breezewood. La película se titula The Road, de tal modo que, en primer lugar, parecía como si esta carretera en realidad deviniera la piedra angular del por qué venir hasta aquí, y luego buscar desde aquí para encontrar todo tipo de cosas. Aquí teníamos árboles de hoja caduca, que resultan claves para todo el tema, un paisaje muerto. Puede decirse que cubrí todo Estados Unidos en mi investigación, y las regiones más septentrionales, con esos bosques de hoja caduca en un paisaje invernal, se convertían, obviamente, en el lugar donde comenzar.
«Pennsylvania posee sus paisajes del carbón: áreas de minas devastadas, montones de carbón, montones de cenizas de carbón quemado, son paisajes ennegrecidos. De tal modo que se trata de una combinación de elementos: marcos socioeconómicamente deprimidos como los suburbios de Braddock y Keysport, paisajes invernales, árboles de hoja caduca, y paisajes devastados.»
El modus operandi de Kennedy se concretaría en la realización de una investigación, encontrar zonas probables, y enviar fotografías y notas a su jefe de localizaciones, Andrew Ullman, quien casualmente fue a una de las escuelas de una zona de Pennsylvania donde rodaron.
Uno de sus inapreciables hallazgos fue un viejo parque temático en Conneaut, en Pennsylvania, que usamos como el escenario para algunos fuegos y un edificio en ruinas. Fue toda una suerte dar con aquel lugar, según opina Ullman: «No hay muchos parques temáticos que muestren ese aspecto de deterioro por acción del tiempo», explica, «y, obviamente, éste es un parque con lago que suma más de 100 años, el cual experimentó algunas reestructuraciones sin rentabilidad y, en consecuencia, pasó a conocer la decadencia y el abandono. Aquí, pudimos hacer esos fuegos, y fueron tan amables de posponer el derribo de la instalación en atención a nosotros.»
Otro aspecto propio de un mundo caótico y agónico buscado por los cineastas era el tipo de luz que el equipo técnico necesitaba para simular un planeta desprovisto de luminosidad brillante e intensa. «Necesitábamos un tiempo nublado para tener luz ténue», dice Kennedy. «Hablamos de un mundo postapocalíptico sometido a un invierno nuclear o equivalente. Así que la luz directa era un problema. De hecho, Javier Aguirresarobe, el director de fotografía, nos dice: 'El sol era nuestro enemigo.' Tanto aquí como en Oregón, otro motivo por el que era conveniente rodar en estos enclaves era el abundante número de días nublados durante la época en que estábamos rodando.»
Si bien otros equipos de rodaje estarían encantados de tener un día de sol intenso, eso precisamente deprimía al equipo técnico de The Road, que entonces optaba por rodar interiores.
El cometido de comunicar ese mundo absolutamente desprovisto de luz solar por medio de pinceladas de tonos grises, pese a que se rodó en color, ese mundo desolado y sin embargo emocionante que se refleja ahí, en la pantalla grande, recayó en el director de fotografía Javier Aguirresarobe.
«Una tierra carente de vida, apagada, se hace muy difícil de llevar a película visualmente. Mi vida profesional se ha visto enriquecida con este film, aunque también es cierto que se ha complicado», comenta Javier.
Una de las primeras decisiones que tomó John Hillcoat fue reducir al mínimo el uso de las imágenes generadas por ordenador (CGI). De usarse en algo, la principal aplicación de la manipulación digital en The Road está en el proceso seguido para la eliminación de algunos colores que hubieran podido colarse.
GALERÍA DE FOTOS
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