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En 2010, justo después de que Ralph Fiennes terminara su debut como director con ‘Coriolanus’, donde también hacía de protagonista, Gabrielle Tang, la productora de su película, le propuso un nuevo proyecto como director. Stewart Mackinnon dueña de los derechos cinematográficos de la biografía homónima de Claire Tomalin de 1990, estaba desarrollando ‘The invisible woman’.
“Me conmovió la historia de esta mujer y su pasado secreto”, comenta Fiennes sobre qué fue lo que le atrajo del proyecto. “Quería hacer una película sobre cómo Ellen Ternan se convirtió en la amante de Charles Dickens”.
Comenzó a trabajar con Morgan en el guión de inmediato y el proyecto cogió impulso. “Tardamos nueve meses en tener todo listo mientras trabajamos en el guión, en el reparto, así como en definir nuestro equipo de producción ideal”, recuerda Tana.
Aunque Fiennes no escribe, aportó una interesante dimensión al colaborar con Morgan. “Me encanta trabajar con un actor que sea director a la vez, porque es capaz de representar la escena para dar su punto de vista”, dice Morgan. Tomalin fue un gran apoyo para el proyecto, pero se desligó del proceso de trabajo. “Abi me preguntó si quería trabajar con ella pero yo le dije que no, que ella era la guionista y que yo sólo había escrito el libro”, explica Tomalin. Morgan decidió estructurar el guión basándose en una serie de “pequeños sucesos y momentos claves” sacados de la obra de Tomalin que según ella definían perfectamente la relación.
Se investigó y se diseñó meticulosamente el look del siglo XIX para la película que se rodó durante 10 semanas a comienzos del verano de 2012. Fiennes pensaba que el drama de esa época tenía que ser lo más real posible para la audiencia. Su forma de representarlo se puede ver en el papel pintado de las paredes o en el peso de la tela de los vestidos, así como asegurándose de que todas las cartas que Dickens quema en una escena sean reales, dobladas como si fueran auténticas.
Uno de los mayores puntos de referencia para inspirarnos fue el cuadro de William Powell Firth, “The Derby Day” de 1850. “Para sacar cada detalle tuvimos que utilizar unas lupas enormes”, nos explica la directora de producción, Maria Djurkovic.
Para el estilo de la película, Fiennes quiso darle en las escenas de 1870 un toque melancólico tal y como el libro mostraba. Los exteriores se rodaron en Margate (Kent) en la costa sur de Inglaterra, a unos pocos kilómetros de las imponentes dunas de Camber Sand, en las que Hardy capturó una luz baja e invernal. Para los interiores de la escuela de Margate, donde Nelly vivió con su marido e hijo, Djurkovic cambió a tonos apagados y a una estética más tenue. Por el contrario en las escenas en retrospectiva, donde Nelly conoce a Dickens, 15 años antes, se muestra un cambio más radical, tanto en colores como en la atmósfera.
El director de vestuario, Michael O’Connor utilizó fotografía de esa época, así como el cuadro de Firth y otros del pintor contemporáneo Augustos Egg, para investigar cómo se hacía la ropa en ese tiempo. O’Connor trabajó con Felicity Jones para construir el personaje de Nelly a través de la ropa.
El increíble poder de transformación de la ropa entró en juego a la hora de vestir a Kristin Scott Thomas como la señora Ternan.
Como en cualquier drama de época, el pelo y el maquillaje juegan un papel importante. “Es fácil transformar a una persona peinándola con una raya al medio y el pelo a cada lado de la cara, tal y como ocurre cuando te pones un corsé. Te traslada a otra época al instante”, comenta Shircore.
La mayoría de los planos se hicieron en Kent, además de dentro y en los alrededores de Londres. Sólo se rodaron dos días de estudio en el interior del vagón del tren. Los exteriores del descarrilamiento se hicieron en un lado del Bluebell Railway, que es una línea que utiliza antiguas locomotoras de vapor en Sussex.
Como en la mayoría de las novelas de Dickens, todos los lugares descritos en el guión de Morgan existen. El encargado de las localizaciones, Michael Harm, comenzó comprobando las direcciones reales y si éstas ya existían o no eran aptas para rodar, encontraba las sustitutas adecuadas. El mayor reto era adaptar las ahora restauradas casas georgianas y victorianas de Londres, así como Gads Hill, la casa de Dickens en Rochester, que ahora es un colegio.
Es un trabajo muy complicado el tapar los adornos modernos, las maravillosas alfombras que van de pared a pared, las luces bajas y los interruptores de hoy en día, así que nos centramos en lugares donde el departamento artístico y de construcción tuviera cuanto menos trabajo mejor”, comenta Harm.
En lo que respecta a Fiennes, cuando entró en el proyecto, primero solo como director y después como director y protagonista, nos cuenta que apenas conocía nada de la obra de Dickens, no sabía quién era Ellen Ternan y no había leído el libro de Claire Tomalin.
“Yo era más de escritores rusos como Dostoievski o Tolstoi. En el colegio, de alguna forma, descubrí que no me gustaba Dickens, quizás por la sobre exposición de la grabación de Cuento de Navidad que escuchábamos en mi familia. Con lo que decidí que Dickens era demasiado cursi, o mejor dicho, simple. Ahora pienso lo contrario”.