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SINOPSIS
Aunque esté en el paro con frecuencia, Etienne (Kad Meran) es un entrañable actor que dirige un taller de teatro en un centro penitenciario. Allí reúne a un grupo insólito de internos para representar la famosa obra de Samuel Beckett 'Esperando a Godot'. Cuando consigue la autorización para realizar una gira fuera de la cárcel con su pintoresca troupe de actores, a Etienne se le presenta finalmente la ocasión de prosperar. Cada cita con el público se convierte en un nuevo éxito, y entre la improvisada compañía y su director se va forjando una relación única. Pero antes de que se dé cuenta, llega el momento de la última representación, que tendrá lugar en París. ¿Será esa función de despedida el mayor éxito del grupo?...
INTÉRPRETES
KAD MERAD, DAVID AYALA, LAMINE CISSOKHO, SOFIAN KHAMMES, PIERRE LOTTIN, WABINLÉ NABIÉ, ALEKSANDR MEDVEDEV, SAÏD BENCHNAFA, MARINA HANDS, LAURENT STOCKER, CATHERINE LASCAULT, YVON MARTIN, ADAMA BATHILY
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ENTREVISTA AL DIRECTOR...
¿Cómo surgió EL TRIUNFO?...
Hace unos años, Marc Bordure, el productor, me enseñó un documental sobre un director de teatro, Jan Jönson, que había puesto en escena "Esperando a Godot" con los presos en una prisión en Suecia. La obra tuvo tanto éxito que se fueron de gira hasta una impresionante representación final en el Teatro Real de Gotemburgo. Me dijo: "Esta es una historia para ti..." Empecé pensar en una transposición francesa contemporánea. La obra de Beckett parecía un poco aburrida a primera vista así que, ¿por qué no trasladar la acción a otro campo? ¿Música? ¿Canciones? ¿Baile? O por qué no hacerlo con presas...? En cualquier caso, era necesario reinventarlo todo porque el ambiente de las prisiones suecas de los años 80 no tenía nada que ver con las cárceles francesas de hoy en día. Y me di cuenta de que, para escribir sobre este tema, tenía que pensar antes en el reparto y la dirección, imaginando una forma de trabajar para filmar los ensayos dejando cierto espacio a la improvisación... Yo era un simple guionista así que no sabía cómo seguir adelante y, después de darle muchas vueltas, el proyecto quedó más o menos en suspenso... Marc me dijo: "Tómate tu tiempo, te lo guardaré..."
Lo recuperé en 2016, después de dirigir ALTO EL FUEGO, mi primer largometraje, esta vez como guionista y como director. Había tenido tiempo para pensarlo y sugerí volver al proyecto siendo mucho más fiel a los hechos que lo inspiraron.
¿Qué te gustó de esta historia?...
No quiero hacer películas desesperadas, incluso cuando lidian con realidades muy oscuras. Mientras exista un elemento humano, siempre habrá un rayo de esperanza. Marc y Robert Guédiguian se habían unido a nosotros y nos dimos cuenta del gran potencial emocional, cómico y dramático de esta pandilla de prisioneros "a años luz de Beckett", como dice Étienne en la película, pero, en el fondo, mucho más cerca del mundo de "Esperando a Godot" de lo que podría imaginarse.
Es cierto que la obra tiene mucho sentido para los presos. El vacío, la ausencia, la espera, la vacuidad total y la ociosidad conforman su vida diaria y, en la historia real, a los presos les impresionaba mucho este texto universal. Además, es la obra de teatro contemporánea más conocida, cuyo título -mundialmente famoso- resume muy bien la trama. Eso me facilitó mostrar solo algunos fragmentos de la obra durante la película, en los ensayos o en las representaciones, sin perder al público. También me gustó la personalidad de Jan Jönson, a quien conocí. Es un personaje apasionado y obsesivo, al que persigue esta experiencia que cambió su vida por completo. Se hizo amigo de Samuel Beckett y después volvió a representar "Esperando a Godot" en Estados Unidos, en la prisión de San Quintín de California.
¿Cómo afrontaste la escritura del guion?...
El mundo carcelario es un hervidero de clichés y yo, como mucha gente, tenía muchas ideas preconcebidas. Así que empecé dándole un enfoque documental. Como todavía tengo bastantes contactos en el mundo del teatro por mi pasado como actor, me puse en contacto con gente que organiza talleres de teatro en las prisiones y me contaron sus vivencias. Olivier Foubert, un actor (el director del teatro Odéon en la película), que ha organizado talleres de teatro en la prisión de Fleury-Mérogis durante muchos años me permitió dirigir un pequeño taller de video en Fleury.
Esta experiencia me resultó muy útil a nivel práctico. Vi cómo circula la gente en una prisión y los perfiles de los internos, junto con el tipo de relación que tiene el coordinador del taller con ellos. Después empecé a escribir con Thierry de Carbonnières, mi coguionista.
Luego conocí a Irène Muscari, coordinadora cultural del Centro Penitenciario de Meaux, que está desarrollando proyectos muy ambiciosos en esa institución. Había ido a ver una función en el Théâtre Paris-Villette de ‘La Iliada’, dirigida por Luca Giacomoni, en la que participaban presos de Meaux. Nos invitó a Thierry y a mí a visitar la prisión. Nos llevamos muy bien.
Al año siguiente, estrenó un proyecto de ópera que mezcla hip-hop, baile y boxeo
destinado al teatro MC93 de Bobigny, dirigido por Hervé Sika y Mohamed Rouabhi, en colaboración con la Orquesta de Cámara de París. Me ofrecí a hacer un documental sobre este proyecto y, un día a la semana durante seis meses, seguí la producción de Douze cordes, que se presentó en mayo de 2019. Rodar treinta días en el corazón de una prisión fue una oportunidad excepcional, un puesto de observación único.
¿Cómo influyó ese documental en el guion?...
Este trabajo en profundidad me permitió revisar el guion que ya habíamos escrito para que recogiera toda la verdad sobre los prisioneros que tenía frente a mí: su forma de hablar, su humor, sus dudas, sus miedos, su violencia subyacente, su relación con el director, con los guardias... Pude ver cómo se transformaban y se abrían de forma gradual.
Actuar en el MC93 (Maison de la culture de Seine Saint-Denis) fue muy importante para ellos. Es algo que jamás habían imaginado. Son gente que nunca va al teatro y muy pocas veces al cine. En la obra también había un cantante de ópera con el quinteto de la Orquesta de Cámara de París. Era la primera vez que escuchaban a Bach y a Schubert...
También me inspiraron las historias que me contaron los coordinadores de los talleres. Desde el principio, me temí que algún accidente pudiera poner en peligro esta maravillosa empresa. Había oído la historia de un capo que había decidido actuar en una obra de teatro para que su hijo lo viera. El hijo no fue la noche de la actuación y se negó a continuar. En la película eso es lo que le pasa a Kamel. Lo convertí en un personaje ambiguo, cuyos motivos son cuestionables, pero está muy implicado en este proyecto por el bien de su hijo.
También había otro recluso que, en medio de la obra, se bajó del escenario porque tenía miedo, como Jordan la noche del estreno.
¿Aportaste algo de tu pasado como actor al personaje de Étienne?...
Por supuesto, mi experiencia como actor así como la de Thierry de Carbonnières que también es actor y antiguo compañero de la Rue Blanche, alimentaba al personaje desde dentro, en sus deseos, esperanzas y frustraciones. ¡De hecho, Thierry, que se ha enfrentado a este tipo de problemas, ha escrito varios libros sobre ellos! Todos nosotros, actores "básicos", como dice Étienne en la película, hemos atravesado periodos estériles y hemos aceptado trabajos solo para pagar el alquiler. Antes de hacerse famoso, el mismo Kad había vivido este tipo de problemas y el personaje le resultó familiar de inmediato.
¿Kad Merad ya estaba vinculado al proyecto?...
En realidad, llevábamos esperándole más de un año porque trabaja mucho y no estaba libre, pero yo estaba convencido de que era la elección perfecta. Mientras tanto, eso me permitió embarcarme en el proyecto documental sobre Douze cordes. Su trabajo en la serie BARON NOIR me había impresionado. Es un actor instintivo, potente y sutil con un registro increíble. Además, es generoso, abierto y le gusta que la gente sea feliz a su alrededor. Comprendió a la perfección el personaje de Étienne: un actor poco dócil, un poco rudo, con un temperamento fuerte, con hambre de reconocimiento, que hace esto porque no tiene otra opción. El sueño de un actor no suele ser trabajar en prisión, aunque pueda parecer estimulante.
Cuando seguí a Hervé Sika en su trabajo, vi que se mostraba muy exigente con sus actores y en algunas ocasiones duro e intransigente. Lo mismo ocurre con Étienne: es un artista exigente que no juega a ser el típico coordinador sociocultural y así se gana la confianza y el respeto de sus actores. Si haces teatro, haces teatro de verdad. Los prisioneros ponen a prueba a las personas y lo hacen con humor. Son entrañables pero no están donde están por casualidad. Los incidentes son raros, pero hay inestabilidad entre ellos y la lucha por el poder puede surgir en cualquier momento. Étienne se da cuenta enseguida de que puede perder el control rápidamente, pero se impone gracias a su autoridad y a su pasión. Inconscientemente, su búsqueda de reconocimiento se cruza con la de los prisioneros y él sufre su propia "reinserción", como le dice su hija Nina con bastante rencor. Como personaje, no sabemos de inmediato si nos va a gustar o no, pero nos engancha, sobre todo porque Kad Merad aporta toda su humanidad al personaje. Étienne es modesto, no muestra sus sentimientos. Pero cuando llega el momento de hacer una reverencia, está orgulloso de sus actores y orgulloso de sí mismo.
¿Y el resto de los actores?...
Los personajes de la película son totalmente diferentes a los de sus modelos suecos ya que se inscriben en la realidad francesa contemporánea. Reflejan la diversidad de nuestra población carcelaria. El encuentro con los actores que los interpretan fue milagroso. Forman un equipo fantástico: Sofian Khammes, Pierre Lottin, David Ayala, Wabinlé Nabié, Lamine Cissokho y también Saïd Benchnafa, el prisionero al que sustituye Kamel. Me gustó la idea de tener dos actores virtuosos para darles la réplica.
Marina Hands retrata a una extraordinaria funcionaria de prisiones, rara pero muy creíble. Su personaje se inspira en parte en una directora de la prisión de Nantes que me presentó Thierry, una antigua abogada, un personaje atípico, muy centrado en la reinserción a través de la cultura. Para el personaje que interpreta Laurent Stocker, quería que la gente entendiera que él y Étienne son casi un dueto, dos temperamentos que se llevaban bien, el pequeño nervioso y el grande un poco torpe. Todos los actores han conocido a directores de teatro como Stéphane, pero al final le conmueve profundamente lo que hace Étienne.
¿Qué elegiste mostrar de los ensayos y luego de la actuación en sí?...
Busqué extractos de la obra de Beckett que tuvieran el mayor eco para mis personajes de reclusos y que no fuera demasiado incomprensibles. Necesitaba extractos accesibles y palabras que pudieran tener doble sentido. Cuando rodamos las escenas de los ensayos, siempre dejé espacio para la improvisación: los actores eran libres de inventar y yo solucionaba las cosas después...
La dificultad para los actores era averiguar cómo podían hacerlo: interpretar a actores aficionados resulta complicado. Deben conservar cierta espontaneidad, cierto nivel de inseguridad. Como dice Étienne: "No les importa Beckett". No están bajo ninguna presión en particular. Se limitan a vivir el momento.
Rodamos muchos extractos de las actuaciones: en un primer montaje había 18 minutos de la obra y obviamente era demasiado. Mi idea era que se divirtieran, que interpretaran la comedia escrita por Beckett, con rapidez, a ráfagas, con alegría. Es el caso de Pierre Lottin, que interpreta a Lucky y dice su largo y sin sentido monólogo con una dicción mecánica muy rápida. Quería que sintiéramos la repentina liberación de una energía que está aprisionada.
¿Cómo fue el rodaje en la prisión?...
Rodamos en el Centro Penitenciario de Meaux-Chauconin donde yo había rodado mi documental. Me conocían y tenía aliados allí, incluida, por supuesto, Irène Muscari, que fue de gran ayuda a la hora de organizar un rodaje donde todo tenía que estar cronometrado y planificado con el máximo detalle. Tengo que añadir que organizar a todo un equipo de filmación con actores, técnicos y extras durante ocho días en una prisión de verdad con 900 reclusos es una pesadilla. Era la primera vez que el Departamento de Prisiones había dado una oportunidad como esta a una producción cinematográfica. Pero fuimos bien recibidos por los administradores y el personal colaboró muchísimo. Al final, todo salió muy bien. De hecho, a Kad lo vitorearon los reclusos. Quise incluirlos en la película, pero al final no fue posible.
Muestras guardias que reaccionan con hostilidad al proyecto teatral de Étienne...
En realidad, los funcionarios de prisiones son tan diversos como la sociedad misma. Algunos ven este tipo de proyecto como un trabajo extra, otros se muestran indiferentes y otros lo apoyan. Hacen un trabajo que está lleno de limitaciones, con muy poco reconocimiento, de ahí que tengan la sensación, como por ejemplo la funcionaria de prisiones que interpreta Yvon Martin, de que hacen el trabajo sucio mientras Étienne se lleva toda la gloria. Pero, por encima de todo, es un hombre que aplica las reglas sin cuestionarlas, al igual que el supervisor que está a cargo de los registros, a pesar de que los internos lo perciben como un acoso. Es lo que explica Ariane a Étienne. Pero también está Puccino, un joven funcionario de prisiones, que es mucho más empático con los internos.
Intenté evitar que las cosas se vieran en blanco y negro, junto con los clichés del "carcelero" sádico y los presos encantadores. "Carcelero" es un término que nunca escuché en la boca de un preso en Meaux. Otro cliché...
El público teme constantemente que, por una razón u otra, Étienne no consiga poner en escena la obra...
Imaginé que el público pensaría inmediatamente que los presos harían todo lo posible para escapar. Convertí a Nina, que interpreta mi hija Mathilde, en su portavoz.
Ella les hace la pregunta abiertamente: ¿no intentarán escapar? Étienne responde que no les interesa escapar porque están a punto de cumplir sus sentencias.
Obviamente, su fuga debía ser una sorpresa y producirse en un momento en el que ya no la esperábamos porque han hecho la parte más difícil, el proyecto va a ser un gran éxito, y quizás, por qué no, puede que les conmuten las penas. Pero escapan porque pasar de estar encarcelados a tener éxito en el escenario se ha vuelto insoportable para ellos. Había visto a los prisioneros irse de la MC93 y volver a Meaux totalmente hundidos después de una representación.
También se escapan porque son víctimas de caprichos repentinos y de impulsos irracionales. En la historia real, se fueron de día, sin ninguna premeditación. Pensaron: '¿Y si nos largamos? ¡Venga, vámonos!' Jan Jönson pensó que habían salido a tomar una copa, pero que iban a volver y no creyó que debía llamar a la policía. Después, llegó la hora de la función y se dio por fin cuenta de lo que había sucedido. Se subió al escenario y empezó su actuación.
El público le aplaudió a él y a la historia. Eso es lo que yo quería transmitir en el monólogo de Étienne en el teatro Odéon. Al principio está hundido pero se recupera y presenciamos, junto con un homenaje a sus actores, su éxito personal, casi sin darse cuenta, delante del público de un gran teatro parisino.
¿Qué fue de los prisioneros fugitivos en la historia real?...
En la historia real, uno de ellos se negó a irse con el grupo porque se había enamorado de una enfermera de la prisión. De hecho, se casaron poco después de su liberación. Los demás corrieron diferentes aventuras. El más desafortunado murió en la explosión de un edificio en Ámsterdam un mes después de escapar. El más joven volvió a cumplir el resto de su condena tras un año de fuga y posteriormente intentó formarse como actor profesional antes de convertirse en asistente social para jóvenes que abandonan la escuela.
El cuarto huyó a España y luego a Cuba donde reconstruyó su vida y acabó siendo amnistiado por el sistema judicial sueco. Al último lo detuvieron poco después de escapar, cumplió su condena y, como sus compañeros, retomó una vida normal, con una profesión y una familia. Todos recuerdan esta aventura con Jan como un episodio fundamental de sus vidas y han mantenido un vínculo muy fuerte con él. Aparte del incidente final, se puede decir que el teatro es para ellos un medio de reinserción muy eficaz.
¿Qué tipo de director eres?...
Soy actor, vengo del teatro, así que es en lo que trabajo. Me pasé a la escritura cuando conocí a Philippe Lioret, un poco por casualidad, durante un casting para un anuncio publicitario. Tenía ganas de escribir. Le pedí que leyera una obra de teatro que había escrito, y después el me pidió que trabajara con él en el guion de L'ÉQUIPIER. Cuando decidí pasarme a la dirección, sabía que por lo menos no tendría ningún problema con los actores. Para mí son colegas, quiero crear un clima de confianza con ellos, que sientan que puedan hacer sugerencias. Yo he estado en esa posición y sé que un actor puede desestabilizarse rápidamente y retraerse cuando se enfrenta a un director torpe o impaciente. Además, me gusta que reine un buen ambiente en el set.
Me encanta el trabajo de preparación, la elección de los sets en particular. Para mí es la continuación del guion. En el set, hago más o menos lo mismo que en el teatro, es decir, estudio la forma de utilizar el espacio y el set de una forma que no sea demasiado convencional. Siempre dejo un margen muy amplio de libertad en lo que se refiere al desglose de tomas que preparo con Yann Maritaud, mi director de fotografía. Me gusta reservarme sorpresas agradables y adaptarme a los actores. Él también es muy flexible y creo que formamos un buen equipo. Me preocupa mucho el encuadre pero en cuanto al resto, la iluminación, etcétera, eso se lo dejo a los que saben, aunque aprendo un poco más cada vez que hago una película. Pero es cierto que todavía soy un principiante.
Mientras escribía, sabía más o menos dónde estarían los momentos de emoción, pero el montaje, que realiza Guerric Catala, sigue siendo una etapa crucial. Es cuando veo el trabajo de los actores y me fascina. La escena en la sala de pesas, cuando Étienne hace ensayar a Jordan, adquirió importancia gracias a Pierre Lottin que fue mucho más allá de lo que yo había percibido en el set.
Disfruto con cada etapa de una película. ¡Excepto con la financiación! Algunas personas nos dijeron que la obra de Beckett no era sencilla y que esa prisión no sería un buen escenario. Aguantamos, a pesar de no tener un canal de televisión terrestre a bordo, y teníamos razón. A Dany Boon, a quien Kad le mostró el guion, le conquistó el proyecto y se unió a nosotros en la producción. Su apoyo ha sido decisivo. Así que me encantó esa parte...
ENTREVISTA CON KAD MERAD...
¿Qué te atrajo de este proyecto?...
Leí el guion. Hay excelentes guionistas en Francia, pero una película tan bien escrita, con un papel que parece hecho a mi medida... la verdad es que no hay tantas. El final me conmovió profundamente. No estoy seguro de que sea un final feliz, ¡pero es muy bueno! Cuando conocí a Emmanuel Courcol, todavía no tenía una fecha de inicio y yo estaba metido en muchas coas, así que me daba miedo que no me esperara.
Al final, las cosas encajaron. También me gustó que se inspirara en una historia real. Aporta otra dimensión a la película. ¡No solo es una buena historia, es algo que ¡sucedió de verdad! Me emocioné viendo las fotos de los verdaderos protagonistas en los créditos finales. Además, conocí a Jan Jönson, el director sueco al que le sucedió esta historia, cuando visitó el set.
Me gustó la energía que había en este proyecto y también la idea de la compañía de teatro. Quería ser ese hombre corriente en el que puede reconocerse cualquier actor, no un fracasado sino alguien un poco menos importante que tiene que trabajar duro para ganarse la vida. El personaje de Étienne acepta trabajar en la cárcel, más o menos obligado, y se dice a sí mismo que tiene que pagar el alquiler. Existen muchos actores en esa situación, viviendo de trabajos temporales.
¿Conoces a actores como él?...
No me gusta saber mucho sobre los personajes que interpreto. Cuando hice BARON NOIR, me solían preguntar en qué personaje me había inspirado. Yo les decía que en ninguno en particular y al mismo tiempo en todos ellos. No es una película biográfica, es una creación original. Me he inventado un actor que va a dar clases a las cárceles y que va a enseñar a los presos a montar una obra de teatro.
Se me ocurrió una idea, basada en todos los actores que he conocido a lo largo de mi vida, en clases de teatro o sesiones de casting. ¡Yo también he hecho talleres de teatro en empresas: sketches en la oficina de correos vestido de cartero! ¡Sé lo que es cambiarse de ropa en el baño, hacer tu trabajo pensando en que no llegará nunca el momento de actuar en la gran pantalla! Conozco actores que tienen que salir adelante de esa forma. Étienne se pone su vieja parka, que pesa bastante, casi como una armadura, y realiza esos larguísimos trayectos en tren, autobús o metro. Es un hombre solitario pero de repente ahí está con su propia banda. Y él es el líder.
Sentimos su rabia interior y una tenacidad impresionante...
¡No se rinde, eso está claro! En el pasado debió ser un fastidio para mucha gente del teatro, tal vez porque se sobreestima demasiado, pero gracias a su combatividad y su personalidad consigue hacer algo importante por primera vez. Es un tipo bastante solitario, un hombre herido por la vida, que se siente traicionado por sus amigos y familiares. Ese es el aspecto menos amable del personaje. Lo hace todo para sí mismo y para un mismo fin: terminar en el escenario del teatro Odéon. Emmanuel Courcol me lo repetía constantemente: no debemos olvidar que él acaba consiguiéndolo.
Todo lo que no había podido hacer hasta ese momento, lo consigue gracias a esta experiencia. Está muy contento y muy motivado, lucha por los presos, cambia las reglas, los saca de sus celdas, y sacar de las cárceles a presos tan curtidos es bastante increíble. Pero ya ha librado este tipo de batallas en el mundo del teatro y las ha perdido casi todas. Ahora, tiene ante sí a gente que no pertenece al mundo del teatro, que no está acostumbrada a este tipo de entusiasmo.
A veces eres mejor profesor que actor; de hecho yo tuve un profesor de teatro así. El teatro también es una pasión que hay que transmitir y hay personas que tienen más talento que otras para eso, que pueden explicárselo mejor a los demás que ponerlo en práctica ellos mismos. Pero Étienne también es un buen actor.
A nivel práctico, ¿cómo abordaste el rodaje, especialmente en la cárcel?...
Antes de que empezara el rodaje, fuimos juntos a visitar la prisión de Meaux. Al igual que mi personaje, nunca había puesto un pie en una cárcel. A pesar de que, en el fondo, Étienne es un prisionero de su propia personalidad. Vimos los largos pasillos con rejas metálicas, oímos los ruidos de la prisión, conocimos a los presos, y todo eso nos dio muchas claves. Pasamos diez días rodando allí, y era inevitable que se crearan vínculos. Nos encontrábamos fuera todas las mañanas y debíamos cumplir con un protocolo bastante largo para entrar en la prisión: dejar los móviles, llevar una tarjeta de identificación... Las puertas se abrían y se cerraban de golpe cuando pasábamos. Se te encogía el corazón. Era terrible. Cuando salíamos de allí, volvíamos a vivir. ¡A pesar de que estábamos en un aparcamiento un poco cutre en mitad de la nada!
Todos los ensayos de "Esperando a Godot" se rodaron en el estudio. El rodaje en la prisión se utilizó para vincular tomas, movimientos dentro de la prisión, etc. No conocía a los actores jóvenes, los "Godots" como los llamo, y me parecieron fantásticos. Nos dijimos que la sala de usos múltiples era como una burbuja dentro de la prisión. Fue un trabajo coral, sin jerarquías, aunque eso surgiera de vez en cuando gracias a los personajes. Algunas veces tenía que poner orden después de una improvisación cuando las cosas se salían un poco de madre.
¿Cómo enfoca Étienne su trabajo con los presos?...
Se los toma muy en serio. Los trata de la misma manera que trataría a actores de verdad. Étienne es quizás la única persona que se atreve a enfrentarse a Kamel, el capo de la prisión. Todos le tienen miedo a Kamel, pero él no. No le plantea ningún problema porque él está ahí para hacer teatro. Pasa de las amenazas y Kamel no tarda en callarse. Con Jordan, se establece una relación virtual padre-hijo: podría ser el hijo de Étienne, un hijo que no quiere ser actor, y a quien el padre le dice constantemente: "Eres buen actor, solo tienes que dar el paso". Dicho esto, cambia de actitud según los personajes. Por ejemplo, con Moussa, el "dealer de la historia", Étienne está en pie de igualdad. Todos ponen algo de su parte en la creación de la obra de Beckett.
Cuando Étienne le dice a sus aprendices de actor: "La verdad está en vuestras vidas", ¿crees en eso?...
Es la verdad de sus vidas y "Esperando a Godot" se parece mucho a sus experiencias. Para mí, por mi experiencia en la comedia, esta frase es un poco del "actor's studio". Yo no me inspiro en mi vida. Si alguien me pide que me emocione, pienso en la situación, fabrico la emoción e intento ser lo más sincero posible. Cuando Étienne les habla de ser falso para ser verdadero, es una idea con la que puedo estar de acuerdo, ¡aunque no estoy seguro de poder explicarlo mejor que él! Creo que no existe la falsedad, y que lo importante es ser sincero.
Yo sigo aprendiendo a actuar, siempre estás aprendiendo. Ser sincero es muy difícil. Primero hay que comprender lo que significa. Cuando estaba en una clase de teatro, recuerdo haber pasado una audición para Robert Hossein para uno de sus grandes espectáculos. Me las había arreglado para que él estuviera presente en la audición. Hossein me miró y dijo: "Está bien. Has entendido cómo hay que hacerlo". No me contrató, pero me dije a mí mismo:
"Bien. Esto es un buen comienzo. Ahora necesito ser sincero".
¿Crees que Emmanuel Courcol ha trasladado sus recuerdos de actor en Étienne?...
No sé. Supe bastante tarde que él también había sido actor y que había trabajado mucho en el teatro. Lo bueno es que, cuando tuvimos que abordar las técnicas de interpretación que podían utilizarse en las clases de Étienne, él era muy preciso y sabía exactamente cómo hacerlo. Fue como hacer una película sobre música clásica, dirigida por un músico. Emmanuel nunca se puso en nuestro logar. Sólo nos daba unas breves instrucciones que los actores pudieran entender. Por ejemplo, la escena en la que Étienne habla de la importancia del diafragma en la respiración. Nunca me habían enseñado esa técnica. Cuando yo enseño a respirar a los "Godots", fue Étienne quien me dijo cómo hacerlo.
¿Cómo abordaste el monólogo final?...
Me gustó la superposición del monólogo y la visión de los "Godots" fuera, libres. Cuando lo leí pensé en el final de LA GRAN EVASIÓN, cuando vemos a los diferentes fugitivos, algunos de los cuales serán capturados. Y mientras los vemos respirar fuera, Étienne improvisa su monólogo. ¡Como si le inspirara su respiración! Rodamos esta escena durante tres días, desde varios ángulos. Y fue más difícil de lo que pensaba. Emmanuel tuvo mucho tacto. Está claro que sabe de teatro. Al principio, yo me comportaba demasiado como un "actor", abordando el texto de una manera demasiado teatral. Cuando de hecho es más íntimo que eso. Tuve muchas conversaciones con Emmanuel. Étienne no se dirige al público. Es como si le estuviera contando esta historia a alguien que tiene delante. Y eso hace que la escena sea aún más conmovedora.
Étienne improvisa pero, poco a poco, se da cuenta de que es genial estar en el escenario del teatro Odéon. Comprende que la gente lo está escuchando, ve que las luces de la sala son cada vez más tenues, así que va a por todas y termina su historia con algunas líneas de Beckett. Ya está. ¡He hecho algo de Beckett en el Odéon! ¿Hará alguna vez toda la obra? Seguramente no. Pero creo que volverá a poner en escena "Esperando a Godot" para interpretarlo de nuevo con su amigo Stéphane.
LA VISIÓN DE JAN JÖNSON – LA HISTORIA REAL DETRÁS DE EL TRIUNFO...
'En 1985, el actor y director sueco Jan Jönson puso en escena 'Esperando a Godot' de Samuel Beckett con los reclusos de la Prisión de Alta Seguridad de Kumla. El día del estreno público en Gotemburgo, cinco de los seis actores se fugaron. La película de Emmanuel Courcol, EL TRIUNFO, se basa en ese incidente. 35 años después, Jan Jönson recuerda aquella experiencia teatral única.
En ese momento, yo era actor en el Teatro Nacional Sueco. Llevaba varios meses haciendo un monólogo, ‘The Man Himself’, del estadounidense Alan Drury, que es la confesión de un joven en busca de su identidad. Después de la última función en Estocolmo, un espectador vino a verme. Me dijo: "No dejes de hacer este espectáculo, es una obra muy importante. Deberías representarlo en todos los teatros, pero también en las universidades, ¡en todas partes! Era un funcionario de la prisión de Kumla y me pidió que realizara el espectáculo para los reclusos de su prisión.
Acepté y actué ante 75 presos, que me miraron de 30 maneras diferentes como poco, intentando averiguar quién era yo. Dije la primera frase de mi monólogo "Me llamo Michael" y uno de los prisioneros me mandó a la mierda inmediatamente que acompañó con un gesto muy explícito. Yo estaba un poco asustado, así que repetí: "Me llamo Michael". Lo miré de reojo y me di cuenta de que estaba empezando a escuchar. Al final del espectáculo, no hubo aplausos. Silencio total. Cuando me fui del escenario, los funcionarios de prisiones me pidieron que volviera y hablara con los presos. El tipo que me había insultado se puso de pie y dijo: "Vuelve y enséñanos a hacer teatro". Y me entregó una rosa roja. Nunca supe de dónde la había sacado.
Durante la actuación había visto todos esos rostros, todos esos extraños espectadores sentados delante de mí. Y en medio del monólogo, empecé a pensar en "Esperando a Godot". Me dije que parecían los personajes de la obra de Beckett. Así que le contesté:
"No sé si puedo enseñarte a actuar, pero podría volver y leer una obra de teatro".
"¿Cuál?", me preguntó. "Esperando a Godot". Después, otro hombre se puso de pie y dijo con voz profunda: "Beckett es mi héroe". Les hablé de mi vida, por qué era actor y cómo había descubierto a Beckett cuando tenía 14 o 15 años, interpretando al niño en Godot. El director de la prisión estuvo de acuerdo: "Ven a mi prisión, pasa todo el tiempo que necesites, un año incluso, y pon en escena la obra."
Regresé y pasé un año allí, un largo período en los que hice amistad con los presos. Comenzamos las lecturas con una veintena de internos. Y llegó el momento en que teníamos que elegir a cinco. Tenía miedo de decir a los demás que no los necesitaba, así que retrasé ese momento. Todos me fascinaron. Escuché sus voces, observé su lenguaje corporal. Un día, ellos mismos me dijeron: "Es hora de elegir". Y añadieron que los que no estuvieran en el escenario siempre podían trabajar en su técnica, entre bambalinas. Escogí a los dos presos que habían hablado conmigo la noche del monólogo, el primero para interpretar a Vladimir, el segundo para Pozzo. Entonces Vladimir me dijo: "'Esperando a Godot' no es una obra de teatro".
Yo le pregunté: "¿Entonces qué es?" Y me contestó: "Es mi diario".
Ensayamos durante mucho tiempo. Solo teníamos los derechos del primer acto. Después de un año, encontró el ritmo y los silencios adecuados. Actuamos en la prisión y nos dijeron que sería una buena idea representar la obra en un teatro de verdad. Así que dieron permiso a estos prisioneros para salir y actuar en Gotemburgo. Algunos de ellos llevaban casi diez años sin salir de la cárcel. Era la primera vez que iba a conocer a gente que les escuchara. Volvimos a la prisión y la fiesta se acabó.
Después recibí una carta de Samuel Beckett. Había oído hablar de nuestro trabajo y quería verme. Quedamos en encontrarnos en un café de París, cerca del Panteón. Le hablé de la prisión, de los ensayos y de lo que habíamos hecho. Me miró fijamente: "¿Por qué solo representaste la mitad de la obra?" Yo le contesté: "No teníamos dinero para pagar los derechos completos". Cogió una servilleta de papel y escribió a lápiz que me estaba ofreciendo la obra. "Vete a casa, enséñale esto a mi editor sueco, vuelve y cuéntame qué ha pasado".
Ensayamos toda la obra y teníamos que representarla tres veces en tres teatros. En Gotemburgo se agotaron todas las entradas. Hubo una rueda de prensa por la mañana. Después del almuerzo, el director, el preso que hacía de Pozzo y yo hicimos algunos cambios técnicos. Los otros cuatro me dijeron: "Volvemos en diez minutos". Y desaparecieron. Los busqué por todas partes sin ningún éxito. Así que cuando llegó la hora de la función, me subí al escenario y estuve dos horas improvisando. Tenía que quitarme el peso de encima.
Volví a ver a Samuel Beckett en París. Me pregunto: "Háblame de la actuación". Le dije: "Sam, tuvimos algunos problemas". Me dijo: "¿Qué tipo de problemas?" Yo le contesté: "Seis horas antes de subir el telón todos salieron corriendo, menos Pozzo". El me preguntó: "¿Se escaparon?" Se echó a reír y no podía parar. Luego me dijo: "Es lo mejor que le ha pasado a mi obra desde que la escribí." Poco después, mis actores me llamaron. Estaban en España. Desde entonces han vuelto a Suecia. Hoy, todos están en libertad.
Un poco después, recibí una carta del director de la prisión de San Quintín en California. Había oído hablar de mi aventura. Me invitó a ir a verlo. Así que me reuní con él y su personal que me sometieron a un aluvión de preguntas. "¿Pero cómo pudiste poner en escena una obra con presos, sacarlos y dejarlos escapar?" Me pidieron pasar dos años con sus presos y volver a poner en escena "Esperando a Godot". Algunos de mis actores llevaban toda la vida en prisión. Y también en este caso, les pareció que la obra era como su diario personal. Me dijeron: "Nuestro lenguaje es pobre, y hablar en voz alta este diálogo es una puerta que se abre, hace que nos sintamos humanos, nos permite encontrar nuestra identidad." Durante los ensayos, uno le decía al otro: "No eres creíble. Ten cuidado, estamos representando una obra sobre nuestro propio sufrimiento, si no te lo tomas en serio, vas a tener problemas".
Esta historia cambió mi vida. Posteriormente fui a cárceles de mujeres para poner en escena "La casa de Bernarda Alba" de García Lorca y "Los días felices" de Samuel Beckett. Se suponía que debía continuar mi trabajo sobre Beckett con su obra "Final de partida" en la prisión de Folsom, pero el proyecto se pospuso. Desde entonces, he puesto en escena mi propio espectáculo, ‘Moments of Reality’, en todo el mundo, contando la historia de estas dos experiencias, la de Kumla y la de San Quintín, y espero volver a ver a algunos de los presos estadounidenses que ya están libres.
Me hice amigo de Samuel Beckett. ¡Qué privilegio! Un día le enseñé un video de San Quintín. Estábamos con Barney Rosset, su editor estadounidense. Al final, Sam me miró y me dijo: "¿Quién eres tú? ¿Por qué hiciste todo eso?" Yo le respondí: "Me gustan los silencios de tu trabajo". Lo miré y le dije: "También me gustan los silencios de tu rostro". Me devolvió la mirada: "He visto las raíces de mi obra en tu trabajo".
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