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SINOPSIS
Relata la historia de Mercè, una de las escritoras más importantes del siglo XX, la cual coincide en la ciudad de Ginebra con un crítico literario, Josep María Castellet, invitándolo a merendar en su casa...
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JOAN CARRERAS, ÓSCAR INTENTE, VICKY PEÑA, ÓSCAR RABADAN, CRISITNA PLAZAS
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No hay nada peor que estar sin país. No sé en qué momento de su vida Mercè Rodoreda lo dejó ir: No hay nada peor que estar sin país.
¿Quién era esta mujer que escondía tantos secretos? Nos acercamos haciendo servir en todo momento las palabras constantemente repetidas a diestro y derecho para ella misma y mediante la relación que le unió con la figura de José María Castellet y el recuerdo que este escribió de una merienda del año mil novecientos setenta y tres, en Ginebra. Aquella tarde, después de lo que el gran crítico literario y editor describe como monólogo sobre su experiencia vital, Rodoreda abrió una pequeña rendija de su universo.
En nuestra ficción, encontramos a la autora en un imaginario estudio de cuando la televisión se hacía en blanco y negro respondiendo con ingenio a unas imaginarias preguntas: el cuestionario Proust que le formuló Lluís Permanyer.
A continuación Castellet recuerda y nos hace viajar a la clínica Muñoz de Girona. Es abril de 1983 y los amigos, Castellet, entre algunos, su mujer, Isabel, Carme Arnau y Joaquim Molas son enterados por Carmen Manrubia de la gravedad de la enfermedad de la Rodoreda. La autora muere al cabo de muy poco y todos, compungidos, asisten al entierro en el cementerio de Romanyà de la Selva, donde se ha congregado lo mejor de la sociedad catalana.
El descubrimiento de la mirada de Jordi Gurguí, el hijo escondido de la autora que padece una esquizofrenia paranoica, conmueve dolorosamente Castellet.
Este hecho le lleva a rememorar el conocimiento tardío de la Rodoreda, primero en Barcelona, después ya en Romanyà: Una mujer amable pero una poco seca y distante. En el trato se imponía un cierto convencionalismo que, más tarde, le vi aplicar a otra gente. No fue hasta unos años después de que traté con más asiduidad y que entendí que, en adelante, podía acudir a ella con amistad y afecto y, por decirlo de alguna manera, sin hacerle estorbo, como decía ella que le hacía la gente.
Esta amistad creció a raíz de la merienda de aquella tarde en Ginebra. Mi trabajo se concentra en la reconstrucción de este encuentro.
Según explica Castellet, Rodoreda durante un largo rato los contó el su monólogo habitual, una versión aprendida de memoria, sobre la infancia, la guerra, el exilio. Él le llama simplemente el monólogo, la misma narración, casi las mismas palabras, que le hemos leído y / o sentido repetidos en entrevistas con Montserrat Roig, Dolors Oller, Baltasar Porcel, Mercè Vilaret, Joaquín Soler Serrano, declaraciones calcadas unas a otras. La versión oficial que Rodoreda repetía a todos, cerrando el paso, sin dejar entrar a nadie en más profundidad en su vida.
Cierto es que, posteriormente a su desaparición, por su correspondencia con Carmen Arnau o con Joan Sales, su editor, sabemos muchas más cosas pero la verdad oral, de cara al exterior, era ciertamente repetitiva, monolítica.
Sin embargo Castellet nos cuenta que, en este merienda, una vez había recitado la historia oficial Rodoreda se mostró, por primera vez, en una dimensión diferente a como lo había imaginado.
La autora acabó confesando sus preocupaciones y sus miedos sobre la creación literaria, el sentido del trabajo en una cultura perseguida, las relaciones íntimas entre hombre y mujer, la ausencia de un país real ... Ves estas cuatro paredes? Esto ha sido Cataluña para mí durante muchos años: Cataluña, una abstracción y una nostalgia, es decir, todo lo que se ha vivido intensamente y se acaba. Las cuatro paredes que por nuestra escritora más importante del siglo XX significaban su país, Cataluña. Por ello, simbólicamente como una metáfora, el nudo central lo sitúo en el apartamento de Ginebra.
Lo que sí puedo afirmar es que después de aquella visita me demostró una confianza y una amistad menos convencionales, y también que la sinceridad de aquella tarde me acercó a ella de una manera más profunda. Pienso que la presencia de Isabel, mi mujer, fue decisiva, porque el tema de su relación con el Obiols, no tanto lo expresado en sus palabras sino la relación profunda entre una mujer y un hombre a lo largo de muchos años, le era más fácil sacarlo delante de otra mujer que no con un hombre.
Esto es lo que recuerda Castellet. Hago, por último, un paralelismo dramático narrativo con la forma inicial, que me permite, vía una querida reflexión, plantear los puntos oscuros, escondidos, de la vida de esta mujer los que nunca habló públicamente. Una mujer que dejó el hijo en Barcelona y que siguió durante tantos años infernales de exilio a un hombre hipercrítico, el Obiols, para quien tanta pasión tuvo, a pesar de todas las infidelidades que debió sufrir mientras se iba convirtiendo en la autora más importante de la literatura catalana del siglo XX.
Una historia apasionante para los espectadores que se encontrarán ante de uno de los grandes mitos de la historia de nuestro país. Un tipo de indagación absolutamente contemporánea que, como en otras cinematografías del mundo occidental, tanto europeas como americanas, significa un acercamiento a la cotidianidad de gente pública, ciertamente mítica, sean reyes o reinas, presidentes, escritores, etc Hay un montón de títulos que demuestran el interés del público en acceder a la intimidad de los personajes históricos. La lista es larguísima y, bien interpretada, con un reparto como el que proponemos, tiene un común denominador, el atractivo de entrar en un mundo desconocido pero familiar. Cientos de miles de personas han leído la obra de Mercè Rodoreda en todo el mundo, en especial 'La Plaza del Diamante' y muchas más han visto la serie televisiva que se hizo. Con este 'Un merienda en Ginebra' proponemos a los espectadores entrar en una vida escondida, rebosante de cicatrices y heridas acumuladas en las históricas luchas europeas que tanto dolor causaron a mediados del siglos pasado. Proponemos una situación que trasciende la anécdota, que nos parece universal, una metáfora de una sociedad nada lejana a la que hay que volver para entendernos colectivamente. Pero se dejó conocer nunca, de verdad, la Rodoreda? Mi propuesta intenta comprender este personaje en unos años ciertamente turbulentos de la historia contemporánea.