10 Noviembre 2022. El cine español más osado vuelve a tomar la voz en el Festival de cine europeo de Sevilla.
El Festival de Sevilla ha acogido un encuentro con cineastas de nuestro país, representantes de ese nuevo cine español que ha encontrado en los últimos años una plataforma de referencia en el certamen. Todos ellos presentan sus trabajos en Las Nuevas Olas, en el caso de Carlos Pardo Ros, autor de 'H', en el apartado de No Ficción. Moderada por Javier H. Estrada, jefe de Programación del festival, el mencionado Pardo Ros, Julián Génisson (director de Inmotep), Nacho A. Villar (codirector de La mala familia junto a Luis Rojo, que no pudo asistir al encuentro) y María Antón Cabot (autora de Soc vertical però m’agradaria ser horitzontal) han dialogado sobre sus respectivas obras e intercambiado impresiones sobre el momento de la creación cinematográfica nacional.
Un buen momento, a juicio de todos los presentes, en parte porque el cine de espíritu más independiente “cuenta ahora con un apoyo institucional que antes no existía”, ha señalado Pardo Ros. “El Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) está apoyando a una generación de cineastas que antes carecían de ese respaldo, y eso da sus frutos, se ha creado un ecosistema que antes estaba condenado a sobrevivir a duras penas en la más estricta precariedad”, ha añadido el director de H, que también participa en el certamen como productor de Soc vertical però m’agradaria ser horitzontal. “En la precariedad o haciendo películas para los amigos”, ha apostillado Julián Génisson.
“Vivimos un impasse con la llegada de las plataformas. En este contexto, en el que las películas ahora tienen otro tipo de recorrido tanto de público como de producción, muchas personas del sector han tenido que reinventarse, y en esa reinvención ha encontrado más sitio otro tipo de proyectos que no tienen la vocación de llenar las grandes salas de cine ni siguen fórmulas predeterminadas, pero que aportan debate, hacen pensar y desprenden sinceridad, que creo que es lo más importante de todo”, ha terciado Nacho A. Villar, codirector de La mala familia junto a Luis Rojo, con el que forma el colectivo BRBR. “En general, la relación de todos con el mundo del cine ha cambiado –ha reflexionado Rojo–, y en el caso de muchos creadores ese cambio ha implicado una mayor permeabilidad y romper con las estructuras piramidales para abrirse a otras maneras de hacer cine, más horizontales, colectivas”.
Esta última idea es esencial, de hecho, en 'La mala familia', un título que, como ha apuntado Estrada, se adentra a pulmón en un estrato social “continuamente marginalizado, también en cuanto a su representación en el cine”. A partir del permiso penitenciario de un joven, su vieja pandilla, marcada a fuego por aquel episodio que provocó aquella pena de cárcel, se vuelve a reunir por primera vez en mucho tiempo para pasar una calurosa jornada en una casa en ruinas al lado de un pantano. Con manifiesta voluntad de intervenir en el debate público, el film reflexiona sobre la esquiva posibilidad de redención para muchos jóvenes de los castigados extrarradios de las grandes urbes. Se trata de un acercamiento a la áspera realidad de los extrarradios prácticamente inédita en el cine español, en la que además Villar y Rojo componen un poderoso retrato de la intensa camaradería que surge de los vínculos creados más allá del seno familiar.
También en 'H' la noción de lo colectivo resulta indispensable, y lo es desde su propio planteamiento formal, pues la película fue rodada simultáneamente en cinco puntos distintos de Pamplona durante los Sanfermines por otras tantas personas, lo cual da una idea de la importancia capital en esta película de “sensorialidad extrema” del proceso de montaje, durante el cual se construyó la película como decía Miguel Ángel que emergían sus esculturas, eliminando el material sobrante hasta encontrarla dentro de la piedra. Un tío abuelo del cineasta falleció en circunstancias nunca del todo aclaradas en la popular fiesta navarra en 1969 y, en un ejercicio de reescritura de la memoria, Pardo Ros juega a reescribir la memoria de aquel suceso siempre presente en los recuerdos de su familia. “Mi padre tenía ocho hermanos y cada uno me contaba la historia de manera diferente”, ha explicado el director, que en H propone un viaje a los intersticios entre la memoria y la reconstrucción, esto es, la ficción.
“Si haces cine, incluso si lo que te gusta es experimentar, siempre llega un momento en el que te apetece volver al cine clásico, a ceñirte al guión y a que la historia simplemente fluya con naturalidad”, ha afirmado por su parte María Antón Cabot, que regresa al festival tras lograr en su edición de 2018 el Premio Deluxe de la sección Revoluciones Permanentes con 'Pico 3'. Entre tantas “historias locas”, ha bromeado la cineasta, la suya responde a un propósito inicial muy sencillo: rodar en Benidorm, uno de esos lugares que difícilmente tendrán un significado neutro. “Y ya luego nos cargamos de razones para llevar a cabo la idea”, ha añadido. La heterodoxia, en todo caso, aparece también en este título que imagina un encuentro azaroso y más allá de los límites del tiempo entre la poeta Sylvia Plath y la celebridad trash Belén Esteban. “Dos mujeres que parece que no tienen nada en común”, ha reconocido la directora, que en su film, protagonizado por Ruth Gabriel en el papel de la Princesa del Pueblo, captura una conexión verdadera entre dos seres humanos y reflexiona sobre otras maneras –sometidas a menos servidumbres– de concebir la identidad femenina.
De nuevo la idea de lo colectivo cobra relevancia a la hora de hablar de Inmotep, una película de Julián Génisson, parte del colectivo Canódromo Abandonado junto a Lorena Iglesias, que participa en el film junto a otros sospechosos habituales como del entorno Génisson como Ion de Sosa, Pablo Hernando, Javier Tasio o Juan Cavestany. “Hubo dos ideas decisivas”, ha contado el también director de 'La tumba de Bruce Lee' (2013). “Yo vivía en un piso que iba a alquilar, y ya había gente que venía a visitarlo mientras yo aún hacía vida en él. Una mañana salí de mi habitación y me encontré en el salón a un comercial de Tecnocasa con una pareja. Me fascinó la idea de allanamiento legal, al margen de que el tema de la vivienda es un infierno. Y por otro lado, me obsesionan los bancos de imágenes de stock, todas esas imágenes disponibles en internet que supuestamente sirven para ilustrar cosas de la vida real, pero que parecen venir de una realidad alternativa, de una especie de más allá, realidad alternativa. El empujón definitivo lo dio un dinero que gané una noche en el bingo”, ha contado Génisson, que firma en Inmotep un viaje al corazón del absurdo del negocio inmobiliario y otras miserias del capitalismo tardío.