Sería una pesadez volver a insistir en las relevantes condiciones del Festival de Cannes como lugar de fiesta.

    Sería una pesadez volver a insistir en las relevantes condiciones del Festival de Cannes como lugar de fiesta, como bolsa de contratación, como exhibición de mercancía de todo tipo, más que como una manifestación cultural con una orientación determinada. Ahora bien, no conviene olvidarlo a lo largo de este pequeño comentario ni darle una supervaloración excesiva.

  Este año, como siempre, se han vuelto a plantear las contradicciones de un determinado tipo de organización. Por otra parte, el escándalo de los premios ha sido aún más significativo.

  Esos criterios organizativos quedaban plasmados en la formación de un jurado. Sofia Loren (la fiesta, la propaganda, el público a la entrada de a sala, el valor seguro), viejas momias de la cultura francesa (necesidad de calité aparente), Lester (joven inquieto de éxito reciente, eso sí, de éxito), etc. Por eso no deben extrañar ciertos premios; responden a un jurado que, a parte de respetar las viejas normas de al componenda dando premio a casi todas las naciones, milita en la estética del no-compromiso, de las morales aparentes, de la supuesta crítica social, del reaccionarismo en la concepción cultural del cine y , eso si, de un “chauvinismo” feroz tristemente acompañado en alguna ocasión aún por la más seria crítica francesa (el caso de “Un hombre y una mujer” es claro. El cada vez más reaccionario, aberrante y cahierista Michel Cuernot, del “Nouvel Observateur”, una excelente revista si exceptuamos la página de cine, llegó a decir que no merecía la pena del Festival nada más que el film de Lelouch.

  Para Cuernot “Falstaff” era Shakespeare más o menos bien puesto por un tal Welles, y “El joven Torless”, como estaba basado en una obra literaria ya no era cine. “Chauvanismo” triste y feroz que desemboca en esa frase de Cuernot sobre el film de Lelouch: “Plus for que la vie”. Muy triste, porque no es un caso aislado, aunque sí algo límite).
  Únicamente Lester, el representante brasileño Vinicius de Moraes y Ustinov mostraron su desacuerdo con el siniestro fallo.

  Cannes, por otra parte, no tapa sus evidencias, sus presupuestos son claros y ahí están; a quien no le guste que se aguante; al ir a Cannes se sabe a qué se va, eso parece decir la organización. Sólo el ambiente de la sala de prensa era un auténtico punto de libertad a toda escala.

  Toda la inmensa bolsa de contratación ha cristalizado en un fabuloso mercado del film. No es una muestra ordenada y seria de la situación de la cultura cinematográfica (como pueda serlo Pesaro en algún aspecto), pero ofrece, sobre todo el autodidacta y falto de cine aficionado español, la posibilidad de ver casi todo lo más importante del último año de producción (las calificaciones son una cierta muestra del cine que se puede ver en Cannes).

  Todo ese desordenado fresco de la cultura cinematográfica, si bien falta de orden, selección y jerarquización, tiene un indudable interés documental y de puesta al día. De ahí su interés, grande y al mismo tiempo algo ambiguo, para espectador, crítico, distribuidor, etc…

  Existe también una muy importante manifestación que es la (Semana de la Crítica). Es estupendo ese criterio seleccionador de obras jóvenes y con poder renovador, de muestra de nuevas cinematografías. En su marco se han visto muchas de las mejores películas de anteriores festivales.
  La gran panorámica que sobre la situación actual del cine se nos muestra en Cannes, posibilita algunas reflexiones sobre ella.

  Una impresión fundamental queda clara rápidamente. Cada vez es más necesaria una libertad al límite que posibilite la creación de obras nuevas y vitalizadoras. Sólo de una amplia libertad en las condiciones de realización y del vigor consecuente a la lucha por la consecución de esas libertades, surgen las obras de mayor validez en estos momentos. Así el interés de realizadores checos, polacos, etc…, por un lado, y de los brasileños por otro. Quizá sea un poco descubrir América, pero lo visto en Cannes me evidencia, por la contrastación directa, no por lecturas o supuestos teóricos, lo antes dicho.

  Hay otro punto importante del que hablo en alguna de mis críticas; es la facultad evidencialista de las más valiosas muestras de cine que hemos admirado. Facultad consecuente de una capacidad de sanidad y libertad en los planteamientos de relaciones.

  Este es un punto importante, la plasmación de la actual situación de relaciones humanas, su ferocidad, sus condicionantes, en la sociedad moderna. De ahí el interés de obras como las de Polanski, en menor medida Belocchio, Schloendorff, etc…

  En otro nivel tenemos el progresivo enfrentamiento con una sociedad y las contradicciones, taras y realidades aparentes. Así cabría hablar de un enfrentamiento social, en la auténtica dimensión y amplitud de la palabra, del fenómeno cinematográfico en las obras de Schorm, Kawalerowicz, Wajda, Reisz, Jancso, Romm, Pasolini. Queda patente a través de ellas una necesidad de continuo replanteamiento, de clarificación, de lucidez crítica del sistema, como única posibilidad de evolución.

  Igualmente y como clarísimo exponente de un futuro para el cine, está el cine brasileño. La plasmación de un vigor expresivo, del cine como posibilidad de lucha, de la sinceridad en la búsqueda, están patentes en el “Novo cinema”. La lucha contra la explotación, la necesidad de enraizamiento con un contexto del fenómeno cinematográfico a todo nivel y al mismo tiempo consciente del cine que es necesario realizar.

  Así este panorama que un festival como Cannes ofrece, aún sin bases culturales ordenadoras, si posibilita una reflexión sobre las vías que el cine actual pueda seguir, sobre unas concretas necesidades, sobre la importancia de una radicalización, el valor de la estética de la obra abierta y el necesario vigor revulsivo y revolucionario.