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CRITICA
Por: JOSÉ MONTESINOS
La fiebre que continúa acechando a los mandamases de los grandes estudios de Hollywood hace que estos sigan preferencialmente fijándose en sacar adelante productos que ya conocemos, ya sea con sagas larguísimas, rescatando personajes del pasado, etc…
En estas nos llega una nueva película del mítico Tarzán, del que ya hacía tiempo no sabíamos nada y miren por dónde se actualiza al personaje creado por Edgar Rice Burroughs que ha visto ya más de cincuenta títulos en la pantalla grande, amén de las series televisivas, etc…
En esta ocasión la acción nos lleva hasta la década de 1880 cuando a Lord Greystoke le piden que viaje a África, a la región donde vivió tantos años, para ver qué está ocurriendo en esas tierras, donde el rey de los belgas, que está en la ruina, ha enviado a su lacayo para apoderarse de los diamantes de Opar pero claro esto tiene su precio y ese es Tarzán, el cual deberá ser entregado a la tribu que vive allí.
Por ello Leo Ron trama un plan para capturar a nuestro protagonista con la intención de adueñarse de todo el territorio.
Lo que después sigue a estas breves líneas ya se lo pueden ustedes imaginar.
En esta nueva adaptación del personaje se cambian algunos aspectos, ya que se nos muestra a Tarzán como el Conde de Gresytoke y el cual debe viajar a África, por lo que ha refinado su conducta, para posteriormente verse inmerso en una batalla por la soberanía del Congo.
A lo largo del metraje la historia va alternándose con diversos flashbacks en los que conoceremos la historia completa de Tarzán.
Hasta cuatro guionistas han sido necesarios para contarnos esta nueva historia sobre tan célebre personaje, pero lo cierto y verdad es que lo que nos encontramos es una actualización del mito pero con la misma historia de siempre.
El film va mostrándonos por un lado la historia nueva pero a la vez mezclada con la que ya conocemos del personaje, lo que hace que el espectador vea una historia que en todo momento le suena a conocida.
La dirección de David Yates pone en imágenes un guion flojo en algunos momentos, reiterativo en otros, aunque eso sí, cargado de aventura y proezas increíbles.
Yates sabe como manejarse tras la cámara y a parte de ofrecernos unos espectaculares paisajes fotografiados con toda su belleza por Henry Braham, el cual sabe sacar todo el esplendor posible.
La cinta como película de aventuras se deja ver, su realización muestra un largometraje espectacular en este tema, en el que no decae la acción dosificada por el humor de uno de los protagonistas para rebajar tanta tensión.
La música de Rupert Gregson-Williams se ajusta a la perfección a las imágenes y a la bella fotografía.
En el apartado interpretativo, Alexander Skarsgard soporta todo el peso específico del film, saliendo airoso, poniendo como solemos decir toda la carne en el asador, aunque siempre tenga el mismo semblante.
Le corresponde la belleza de Margot Robbie que se adapta bien a su personaje y como contrapunto Samuel L. Jackson que es quien pone la carga más divertida.
En el otro lado nos encontramos con el malvado de turno perfectamente escenificado por Christophe Waltz el cual no hace más que repetir cualquiera de los anteriores personajes de villano que le ha tocado interpretar.
Si entran a ver “La leyenda de Tarzán”, como diversión y entretenimiento, esto lo tienen más que asegurado. Si por el contrario van esperando otra cosa la película les decepcionará.
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