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CRITICA
Por: PACO CASADO
Luke Scott, hijo del célebre realizador Ridley Scott, habitual colaborador de su padre como director de segunda unidad y dirección artística, debuta tras la cámara con 'Morgan', una película de ciencia ficción que tiene un esquema algo parecido a 'Alien, el 8º pasajero', en cuanto a que buena parte de ella se desarrolla en un bunker cerrado, que recuerda a la nave del film mencionado, por cercanía con el de su progenitor, ya que esa circunstancia se da en otras muchas cintas.
Lee Weathers, una especialista en resolución de problemas de riesgos corporativos, es enviada a un sitio remoto ultrasecreto para investigar y evaluar un terrible accidente y si es procedente interrumpir el proyecto.
En el lugar se entera que el evento fue desencadenado por una mujer que representa un misterio tanto de un presagio como de un peligro inminente.
Allí debe determinar si acabar o no con esa criatura de inteligencia artificial de apariencia "humana" e inocente que encierra un enigma enormemente prometedor pero también muy peligroso, que ha creado su compañía tecnológica, sin ser consciente de su verdadero potencial, que se ha salido de control.
La película explora el mundo de ingeniería genética, así como el de un ser humanoide sintético con una mezcla de materia inorgánica como un avance en la evolución de la humanidad, algo que de momento va en contra de lo que es la creación divina, en ese afán del hombre de ocupar el lugar Dios originando vida humana, en especies de robots sin alma, aunque tengan aspecto de mujer o de hombre, dotados de unas especiales facultades que le hacen diferentes y muy superiores al ser productos híbridos, por ejemplo en cuanto a su rápido crecimiento ya que el problemático ser de esta historia tan sólo tiene cinco años y un cuerpo ya perfectamente desarrollado.
No obstante el film no se queda ahí, ya que ello constituye prácticamente la primera mitad de la trama y tal vez las que se hace menos llevadera, mientras que en la segunda entran en cuestión las escenas de acción y de lucha a campo abierto que le dan otro aire más dinámico y entretenido, que era lo que al parecer quería su director sobre este guion de Seth W. Owens, que le ha producido su padre.
En cuanto a la interpretación tenemos a una hierática y ambigua Kate Mara cuyo personaje encierra una sorpresa final, frente a Anya Taylor-Joy en el papel de la mujer experimento sin apenas expresión en su demacrado rostro y a un siempre eficaz Paul Giamatti en un gran papel secundario del que hace un notable trabajo en los pocos minutos que tiene en escena.
La cinta se beneficia de un buen equipo técnico facilitado por su padre así como de un diseño de producción estupendo tanto en fotografía como en la creación de decorados en interiores muy de laboratorio futurista que saca buen partido a los 8 millones de dólares de su presupuesto y a las pocas semanas de rodaje.
La dirección está falta de fuerza tal vez debido a su inexperiencia, algo que palian en buena parte el buen hacer de los actores en general.
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