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CRITICA
Por: PACO CASADO
Las vacaciones son una buena época para probar nuevas experiencias distantes de la rutina diaria y así lo piensan y lo llevan a cabo estas dos hermanas de vacaciones en México.
El británico Johannes Roberts ha rodado dos tercios de esta película con las dos actrices protagonistas sumergidas en el mar, metidas en una jaula donde han quedado atrapadas tras un accidente.
Una historia agónica y claustrofóbica que ha multiplicado por diez su escaso presupuesto en su estreno en la taquilla de Estados Unidos, con guion de un español, Ernest Riera, mallorquín por más señas, que ya colaboró con este director en 'El otro lado de la puerta' (2016), con una clásica historia de terror que esta vez pasa en el fondo del mar sobre dos hermanas norteamericanas, Lisa y Kate, que van de vacaciones a México y deciden apuntarse a una de esas excursiones en las que no pueden salir mal, para ver tiburones blancos dentro de una jaula y tenerlos muy de cerca sin aparente peligro.
Finalmente cuando el cable que sujeta la jaula se rompe ésta se desploma, se verán arrastradas al fondo y se quedan a merced de los tiburones que van dando vueltas en busca de sus presas.
Durante una hora el film transcurre literalmente en el fondo del mar y allí se ve poco.
Sobre todo porque en ese fondo marino apenas hay más luz que la que lleva la jaula y una linterna, por lo que es difícil ver en esas condiciones y mucho del interés se pierde por esa falta de luminosidad y con una sorpresa final muy previsible.
Un thriller claustrofóbico de supervivencia en la línea de 'Buried (Enterrado)' (2010), de Rodrigo Cortés con el fondo del mar como ataúd y la jaula como excusa para que las chicas no puedan salir a lo que se le añade el suspense de la falta de conexión con el barco, la escasez de oxígeno y el peligro de la descompresión.
A pesar de la angustia que trasmite, el guion comete el error de unos personajes poco interesantes, algo imperdonable cuando nos pasamos toda la cinta con ellas en pantalla, a pesar de que una de ellas duda del plan, pero la otra le convence para dar envidia a Stuart, su ex-novio, con las fotos que les va a enviar, algo tan estúpido emocionalmente hablando.
Ambientar una película en la oscuridad del fondo del mar es un reto que el cine aún no ha logrado superar y ésta demuestra que esa oscuridad las envuelve y nos llevan al tedio, lastrado por dos personajes que no logran mantener el interés a pesar de su corto metraje.
Es correcta pero le falta la luminosidad, la tensión y el dramatismo que sí consiguió Infierno azul (2016), de Jaume Collet-Serra, pero aquí las buenas intenciones se van al fondo, como las protagonistas.
Gracias a la eficacia narrativa Johannes Roberts, rodada con un escaso presupuesto de cinco millones de dólares, tras dirigir la horrible 'El otro lado de la puerta' (2016), logra una serie B, entretenida por su habilidad y falta de pretensiones, para pasar el rato con algún que otro sobresalto de vez en cuando y el artificioso doble final en busca del happy end.
Una observación: el Santiago Segura que aparece en los créditos no es el nuestro.
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