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CRITICA
Por: PACO CASADO
El director griego Yorgos Lanthimos se dio a conocer a través de los festivales con 'Canino' (2009) aunque antes había debutado como director con 'Kinetta' (2005) y posteriormente hizo su tercer largometraje con 'Langosta' (2015) que ganaron el favor de cierta crítica y de los jurados que le otorgaron sus premios en los certámenes a los que concurrieron, como también ha pasado con el quinto 'El sacrificio de un ciervo sagrado' (2017).
De entrada hemos de confesar honradamente que ninguna de las dos películas primeras fueron de nuestra satisfacción, aunque esta última nos ha convencido algo más.
Steven Murphy es un carismático cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga, que viven felices con sus dos hijos, Kim y Bob.
Cuando él entabla amistad con Martin, un niño de 16 años que ha perdido a su padre, a quien decide proteger, los acontecimientos dan un giro siniestro, ya que sus hijos contraen una enfermedad que él es incapaz de determinar, ya que algo les perturba sin una aparente explicación científica.
Steven tendrá que escoger entre cometer un impactante sacrificio o arriesgarse a perderlo todo.
La vida del cirujano empieza a desmoronarse cuando el comportamiento del adolescente Martin, al que protege tras la muerte de su padre, se vuelve siniestro viéndose obligado a hacer un sacrificio impensable.
Es la historia de una venganza que mantiene atrapado al espectador, es extraña, rara, que juega con el surrealismo y la realidad, aunque es más fácil que las dos anteriores, la más asequible y comercial de la tres de este director para el gran público, aunque no por ello deja de ser incómoda y difícil, ya que al parecer no le interesa que el espectador empatice con los personajes, pero hace que reflexione sobre la situación que plantea.
En 'Canino' ya estaba el tema de la familia y aquí tiene toda la fuerza. Habla también de la mentira y sus consecuencias, de la responsabilidad profesional, de reconocer los errores, de la causa efecto y de cómo una acción que perjudica a alguien puede rebotarle cuando menos se lo espera.
Un perturbador thriller psicológico, de ritmo lento, pero con una tensión creciente, planteado como una tragedia griega, con elementos sobrenaturales, que va hacia un final que pretende ser original y metafórico de un director que como siempre tiende sus trampas al espectador, escrito el guion con su colaborador habitual Efthimis Filipo.
Esta vez posee un mínimo de interés al plantear un thriller con trasfondo mitológico, inspirándose libremente en el sacrificio de Ifigenia para aplacar la cólera de la diosa Artemisa tras que Agamenon matara a un ciervo en un bosque sagrado y ésta se venga obligándolo a elegir entre perder la guerra o a su hija.
Lo que cuenta es la insana relación del cirujano y el hijo del paciente que murió en sus manos en una intervención debido a una actuación irresponsable al no estar en condiciones para operar, con una presencia destructiva.
Una visión retorcida de la naturaleza humana para complacer a la critica y los jurados de los festivales, resultando algo efectista, como es habitual en sus films.
En los metros finales el thriller adopta forma de cine de terror con intenciones de autor para epatar al espectador con la pedantería que es costumbre encontrar en sus cintas, aunque hay que reconocer que mueve muy bien la cámara y elige perfectamente los encuadres en los que predomina el gran angular y la cuidada planificación de la historia.
Su cine sería otra cosa si tuviera unos argumentos diferentes.
Aquí vuelve a tener como protagonista a Colin Farrel, que está estupendo en esta ocasión, junto a Nicole Kidman como su esposa y la inquietante presencia del joven Barry Keoghan en el papel del sociópata Martin.
Mejor guion en el Festival de cine de Cannes. Premio de la critica en el Festival de cine de Sitges.
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