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CRITICA
Por: PACO CASADO
En esta película de Ventura Pons, la número 18, se dan algunas de las características de su filmografía como es su afición a adaptar textos literarios y especialmente de escritores catalanes contemporáneos, así como hacer guiones en los que se entrecruzan varias historias, como ya lo hiciera en 'El porqué de las cosas' (1995), 'Caricias' (1998) o 'Morir (O no)' (2000), y sobre todo que traten temas como el amor, la homosexualidad, la infidelidad, el desamor, la incomunicación de las grandes ciudades, etc.
En este caso el autor elegido es Jordi Puntí y los relatos están extraídos de su segundo libro Animales tristes.
Son tres historias situadas a distintos niveles sociales, un ejecutivo casado que tiene una amante, una recepcionista de un hotel y su marido fotógrafo y una pareja de emigrantes, ella mexicana, sirvienta de los señores del primer episodio, y él un albañil peruano, que sueñan a ser ricos por un día en el duplex donde ella trabaja.
Silvio Lisboa, un ejecutivo casado con Marcia tiene desde hace un año una amante, Claudia Riera, una decoradora de éxito.
Irina, recepcionista del hotel donde se ven, se marcha de vacaciones a Cadaqués con su marido y algo les hace romper.
Y la mexicana Mariela, que sirve en casa de los Lisboa, mantiene relaciones con el peruano Jorge Washington, y sueñan en un fin de semana a ser ricos.
Esto le da pie para hacer una radiografía de los distintos estratos de la sociedad de hoy con temas universales que nada tiene que ver con la edad, ni la clase social, porque todos tenemos las mismas necesidades.
En ellos se hace una pintura del dolor que puede causar el amor, la tristeza de la soledad y los problemas de la vida en pareja, sobre todo cuando falta la comunicación en las relaciones amorosas.
Circunstancialmente los personajes coinciden en los relatos para cerrar con un epílogo que no creemos muy redondo ya que no trata más que de justificar la tristeza y el fracaso de las historias.
El que tiene más entidad es el primer episodio, menos acertados y más cortos los otros dos.
Abusa de la voz en off para justificar a veces lo que piensan los personajes o aportar algo que debe dar en imágenes.
La puesta en escena demuestra el oficio y la veteranía de Ventura Pons que lleva a cabo de una forma mecánica y funcional.
La música de Carles Cases pone una nota de color a unas interpretaciones bastante ajustadas a los personajes.
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