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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es la primera vez que el cine emplea la fórmula de enfrentar a dos personajes antagónicos, eso se ha hecho con gran frecuencia en las comedias policíacas de dos agentes, uno negro y otro blanco o uno listo y otro torpe, como también ocurre entre los payasos, el sabido y el tonto.
Aquí se hace entre un profesor y una alumna con lo que de camino se tiene la oportunidad de oponer también a dos generaciones.
Pierre Mazard es profesor de Derecho en la Universidad de Assas, en París, que es conocido por ser impulsivo, cínico, con tendencias racistas y algo provocativo a la hora de dirigirse a los alumnos.
Esto cambiará cuando en su camino se cruce Neila Salah, una joven estudiante árabe francesa, de ascendencia argelina, que vive en el extrarradio parisino con su abuela y con su madre con las que se lleva bien, manteniendo las tradiciones y también comparte con sus amigos del barrio juegos y aficiones que a ella le hacen feliz.
Neila, no obstante, es víctima de los prejuicios de la actualidad, mientras sueña con ser abogada de una importante institución.
Para ello se matricula en la Facultad de Derecho más importante de París, pero el primer día de clase llega tarde y tiene un enfrentamiento con Pierre Mazard, un profesor polémico, conocido por hablar fuera de tono, al que están a punto de abrirle un expediente disciplinario.
Para evitarlo, y obligado por la Universidad, el profesor tendrá que preparar a la alumna para un programa nacional de debate.
Para redimirse de su mala conducta, Mazard dará clases particulares gratuitas a Nelia para el prestigioso concurso de elocuencia y ambos tendrán que aprender a respetarse y a entenderse, teniendo que superar sus prejuicios, si quieren alcanzar sus respectivas metas.
Él le ayuda a ella a expresarse y ella a él a ver el mundo de otra manera, pero en el fondo ninguno de los dos deja de salir de su mundo.
La película habla de prejuicios, de integración, del poder de la palabra, de la relación profesor alumna de cuyo roce nacen diálogos alegres e ingeniosos y plantea las barreras que los jóvenes franceses encuentran en la actualidad.
Una de las cosas que el catedrático le enseña es que en la vida lo importante es convencer con la fuerza de la palabra y la otra es que hay que saber decir las cosas de manera simple.
De esa forma está también rodado el film, con sinceridad, ya que es un reto hacer una cinta con tanta palabrería, algo realmente arriesgado, como también lo era el enfrentamiento de un veterano actor consagrado como Daniel Auteuil y una joven actriz francesa de origen argelino como Camélia Jordana con poca experiencia en el cine en cortos papeles en apenas media docena de películas dándole aquí un cometido de coprotagonista.
Yvan Attal, nacido en Tel Aviv (Israel), director entre otras de 'Mi mujer es una actriz' (2001), que tenía algo de su matrimonio con Charlotte Gainsbourg, madre de sus tres hijos, hace una cinta política y social, quinta de su filmografía, que ha tenido un gran éxito en Francia, en la que a la hora de confeccionar la puesta en escena juega con los ángulos y los planos para que el exceso de palabra en los diálogos no se hagan monótonos para el espectador en ese retrato algo superficial que se hace de los dos principales protagonistas, de los que obtiene un interesante trabajo.
César a la mejor actriz promesa a Camélia Jordana.
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