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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando Cindy y su marido Mike deciden cambiar de vida se embarcan en un viaje por carretera junto a su rebelde hija adolescente Kinsey y su hijo Luke y planean pasar unos días en un campamento de caravanas junto a un lago, que regenta un familiar, antes de dejar a su problemática hija Kinsey en un internado.
Luke por su parte, mayor que su hermana, con la que no se lleva nada bien, irá en breve a la Universidad, y el matrimonio se quedará solo recordando su vida de cuando aún no tenían hijos.
Pero lo que comienza como una aventura familiar terminará convirtiéndose en su peor pesadilla, ya que al llegar encuentran que el camping está desierto y no está ni el encargado, que les ha dejado una nota con las llaves de uno de los apartamentos.
Ya en el desolado campamento, suenan unos golpes en la puerta y una extraña chica pregunta por Tamara, lo que será el inicio de una terrorífica noche.
Lo que iban a ser unas felices vacaciones se verán interrumpidas por la llegada de tres psicópatas enmascarados, dos chicas con máscaras de muñecas de porcelana empuñando sendos cuchillos y un hombre con una de saco con un hacha, que atacan y matan sin piedad, lo que les hará unirse para luchar por sus vidas.
Como suele ocurrir en estas circunstancias hay un escenario único, en este caso el campo de caravanas que está prácticamente desértico, pero alguien ha machacado los móviles dejados en la casa y los teléfonos fijos están cortados, por lo cual están totalmente incomunicados.
Como es habitual los tres enmascarados los persiguen a muerte, sin ningún motivo, ni razón, y poco a poco irán cayendo aproximadamente con veinte minutos de distancia hasta completar los 85 de metraje y siempre con la incógnita de si alguno quedará vivo, ya sea de los atacantes asesinos o de sus víctimas y quién será el afortunado en caso de que lo hubiera.
A lo largo de la historia se cometen algunos errores ya que medios puestos a disposición de las víctimas para su defensa, como una pistola, se la dejan olvidada cuando han de huir de una situación tan peligrosa, o las heridas sufridas al parecer se van curando solas sin llegar a desangrarse en ningún momento.
Es la violencia por la violencia sin el más mínimo sentido ni justificación.
Una vez más hay un vulgar guion, lleno de clichés, más o menos previsible y repetitivo, en el que el relato no da para mucho, ya que son únicamente cuatro los personajes a batir por lo que en una hora y dieciocho minutos están listos, el resto hasta los 85 minutos lo ocupan los prolongados y lentos títulos de crédito.
Los asesinos son los mismos que en la anterior, lo único que cambia es el escenario y la pareja de la primera por los cuatro componentes de la familia en ésta.
No hay más que seguir ordeñando la vaca ya que los diez millones que costó la primera se convirtieron en 82 finalmente.
Una película dirigida por el experimentado director británico en cine de género Johannes Roberts, del que vimos recientemente 'El otro lado de la puerta' (2016), se une a Bryan Bertino, escritor y director de la primera entrega de 'Los extraños' (2008), que protagonizaban Liv Tyler y Scott Speedman, que se basaba en hechos reales, para volver a aterrorizarnos con el regreso de El hombre de la máscara, que es una secuela de aquella tras haber transcurrido diez años desde su realización, por lo que la nueva generación no la vio o ni se acuerda de ella.
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