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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras pasar por los Festivales de cine de Toronto, Sitges, de Terror de Donostia, Fancine de Málaga y de Terror de Molins de Rei, llega a las pantallas comerciales este thriller sobre una epidemia en forma de locura que hará que los padres ataquen a sus hijos sin un motivo aparente.
En el cine de este género pocas variantes hay desde que se inventaron los zombis o muertos vivientes, una contradicción en sí misma, algo absurdo, pero que tanto juego ha dado hasta ahora desde que surgió 'La noche de los muertos vivientes' (1968) de George A. Romero.
Ahora a los guionistas no se les ocurre otra idea que darle la vuelta a la lógica y se inventan esta fantasía en la que una extraña y misteriosa epidemia, de manera masiva y de origen desconocido, ha invadido una pacífica comunidad ocasionando que una pandemia en la que los hasta ahora cariñosos padres atacan violentamente y maten a sus hijos.
Carly Ryan, de 16 años, y su hermano Joshua, de 9, se ven atrapados en su propia casa y deben sobrevivir durante 24 horas salvajes en las que son furiosamente atacados por sus progenitores, teniendo que huir de ellos para salvar sus vidas.
Durante ese tiempo deberán resistir velando por sus propias vidas y, a la vez, evitando enfrentarse a las dos personas que más quieren y en las que más confiaban hasta ahora: Kendall y Brent, su madre y su padre, que inexplicablemente se han convertido en sus mortales enemigos, ya que no son la excepción de lo que está ocurriendo, no sólo en el vecindario, sino en toda la región.
Se trata de una histérica comedia de humor negro en la que las autoridades se ven desbordadas ante la maldita epidemia que provoca un aquelarre de violencia y muerte por doquier, de la forma más diversa, en un festín gore de sangre y muerte como pocas veces habíamos visto en una pantalla y con menos sentido y justificación.
La presencia de Nicolas Cage es meramente circunstancial en el inicio hasta que en los metros finales ejerce de coprotagonista con los dos actores juveniles, Anne Winters y Zachary Arthur, que son los que llevan la voz cantante durante la mayor parte del metraje.
No se explica cómo un ganador del Oscar se presta a este tipo de papeles.
Tanto él como Selma Blair en el personaje de su esposa están sobrepasados en su interpretación, sobre todo en los últimos metros al comportarse de manera sádica.
La breve intervención final del veterano Lance Henriksen pone la guinda a este orgiástico festival de muerte.
Como contraste a la violencia se nos ofrecen intermitentes escenas familiares de los momentos más amorosos y felices de los padres protagonistas con sus retoños.
Del director Bryan Taylor no se podía esperar nada bueno a la vista de los resultados de sus anteriores películas, todas ellas codirigidas con Mark Neveldine, como la de su debut 'Crank: Veneno en la sangre' (2006) a la que siguió una secuela, o de la más reciente que le vimos 'Ghost Rider: Espíritu de venganza' (2011), igual de mala que todas ellas, a la que hay que sumar este su quinto largometraje, 'Mamá y papá' (2011), primero que dirige en solitario, que no rompe la línea de floja calidad de las anteriores.
Mejor director en el Festival de Molins de Rei.
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