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CRITICA
Por: PACO CASADO
El mundo del rodeo se ha visto reflejado en el cine en diversas ocasiones, una veces con mejor fortuna que otras. En esta ocasión se ha elegido contar una historia real protagonizada por los propios protagonistas que la vivieron y que ahora sufren sus consecuencias.
Se trata de una familia, que vive en un pequeño pueblo del Oeste americano, compuesta por Wayne Blackburn el padre, Brady el hijo y Lily una hija discapacitada.
Brady, sufrió un accidente en un rodeo en el que un caballo le pisó la cabeza y ahora tras ser operado tiene una placa metálica y una gran herida cerrada con grapas que se ve quitándoselas al comienzo de la película.
Él es un gran profesional que desea hacer lo que más le gusta pero ve frustrado convertirse en una estrella del espectáculo como era su sueño y mientras tanto se dedica a domar caballos con lo que aún así sigue corriendo peligro.
A lo largo de la trama Brady muestra su pasión por el rodeo, pero mientras se recupera se emplea en un supermercado, ya que los médicos le han prohibido volver a montar.
Entre tanto visita en varias ocasiones a Lane Scott, un compañero también víctima del rodeo que ha quedado paralítico y sin habla, al cual anima.
Igual pasa el tiempo con algunos amigos del rodeo que también sufrieron en alguna medida sus consecuencias y quedaron tocados.
La búsqueda de una nueva identidad puede ser un largo viaje introspectivo, un tema que es tratado en este film con esta historia de Brady, una estrella del rodeo y entrenador de caballos, con un estilo visual onírico y armonioso para conseguir un western diferente.
Tiene momentos en que es casi un documental, que muestra un gran amor por la naturaleza y los caballos, un western dramático, algo diferente, con momentos poéticos y bellos paisajes aunque resulta un poco lento y reiterativo.
Muestra el rodeo como una especie de droga que es la adicción que sienten estos jóvenes al vivir esa experiencia.
Está captado en esencia por la directora como los western clásicos con una historia íntima, sin caer en sentimentalismos facilones, transmitiendo una sensación de realismo y de verdad como pocas veces se ve en el cine, sin moralejas, con vidas crudas marcadas por heridas físicas y psicológicas que condicionan el día a día de esta personas.
La responsable de esta historia crepuscular, triste y amarga, es la directora, productora y guionista china Chloé Zhao, nacida en Pekín, formada en Inglaterra, e instalada en el cine americano.
Está rodada como cine independiente, con tan sólo seis personas, con un corto presupuesto, con actores no profesionales, que es su segundo largometraje, el primero también era sobre el rodeo.
Premio de la Quincena de realizadores de Cannes, Espiga de plata y premio Pilar Miró en Valladolid. Mejor film en Atenas, Sarasota y Reykjavik. Premio CICAE en Cannes. Premio especial en Deauville. Mejor guion en Hamburgo. Fipresci en Estambul. Mejor director en Newcastle y en Palm Springs.
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