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CRITICA
Por: PACO CASADO
Si bien las anteriores entregas de Astérix no fueron ningún logro artístico, sí al menos acertaron comercialmente al igual que ha resultado ésta tercera.
La primera 'Astérix y Obélix contra César' (1999) fue dirigida por Claude Zidi, la segunda 'Astérix y Obélix: Misión Cleopatra' (2002) cambió la dirección a Alain Chabat y esta tercera para no ser menos tiene dos directores, Fréderic Forestier a quien le conocemos de 'El embolao' (2002) y el productor Thomas Langmann que se ha metido a codirigir en esta ocasión, dada las dimensiones que adquirió esta nueva entrega, con uno de los presupuestos más altos del cine francés y superando a las otras dos.
No conforme con eso ha cambiado también a Clovis Cornillac por Christian Claver para el papel de Astérix que tanto él como Obélix tienen menos participación en esta ocasión.
El film marca también el regreso de Alain Delon que no actuaba en el cine desde 'Los actores' (2000).
El galo Lunátix se enamora de la princesa griega Irina, de la que también quiere Brutus.
La mano de ella será para el vencedor en los Juegos Olímpicos.
La base en esta ocasión es una vez más el comic de René Goscinny y Albert Urdezo de igual título, publicado en 1968 y considerado como uno de los mejores de la serie, el cual respeta al pie de la letra, aunque los guionistas le dan patadas a la historia como hacer a Brutus hijo adoptivo de Julio César, e introducen algunos gags referentes a la actualidad como la corrupción en el deporte, de los cuales se abusa en ocasiones, así como de los cameos de algunos deportistas famosos como el futbolista Zinedine Zidane haciendo de egipcio en los metros finales, el jugador de baloncesto Tony Parker o Michael Schumacher en la carrera de cuadrigas, que es de lo mejor de esta historia junto con los efectos especiales y la actuación de Benoît Poelvoorde en el papel de Brutus.
El film está falto de ritmo, en cambio muy bien en decorados.
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