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CRITICA
Por: PACO CASADO
Basada en hechos reales esta ficción se centra en el peor día de la historia de Noruega cuando el fatítidico 22 de julio de 2011, en Oslo, el neonazi Anders Behring Breivik explosiona una bomba en un edificio gubernamental de la capital lo que origina que todo el país esté conmocionado, y a continuación se dirigió disfrazado de policía a la cercana isla de Utoya.
Unos más de quinientos chicos de las juventudes del Partido Laborista Noruego, que se encuentran reunidos en un campamento de verano de estudios políticos en la remota isla de Utoya, tratan de tranquilizar a sus familias por teléfono ya que están lejos del atentando.
Pero cuando escuchan unos tiros y descubren que alguien está disparando a sus compañeros, deciden esconderse porque no saben lo que está pasando realmente ya que la situación ha cambiado totalmente.
La película es la reconstrucción de la tragedia de Utoya, en la que un joven ultraderechista de 32 años de edad, desembarcó en la isla con el propósito de asesinar a la mayor cantidad de personas que pudiera con su arma automática originando una gran matanaza.
El film tiene varias peculiaridades: está prácticamente todo rodado en un único plano secuencia, sin trampas, y la secuencia del ataque dura 72 minutos que es el mismo lapso de tiempo que duró el atentado real de verdad.
Trata de aproximarse lo máximo posible a lo que fue la realidad que acabó con la vida de 77 personas y 99 heridos, la mayoría jóvenes, al tiempo que reflexiona sobre la fragilidad de los ciudadanos en una sociedad violenta en la que se está reviviendo el fascismo europeo.
Está narrado desde la perspectiva de una chica, Kaja, (personaje ficticio) una adolescente de 18 años que disfruta con sus amigos y compañeros de un campamento en verano para estudiantes que en vista de lo que se supone que está sucediendo busca desesperadamente a Emilia, su hermana menor, tratando de sobrevivir en medio del casos que se ha producido.
Es mucho más violento de lo que hubiera sido ya que hay pocas escenas sangrientas y la masacre se intuye más que se ve, ya que en ingún momento se muestra realmente al terrorista, ni cómo dispara contra alguien, únicamente se oyen las detonaciones, lo cual acongoja bastante a la protagonista y algunos de los que huyen con ella, como es el caso de Magnus.
Sería distinta de haber adoptado otro punto de vista, por ejemplo el del asesino, ya que hubiera sido en este caso todo un festín de sangre, al que sólo se le vislumbra en un momento.
Es difícil adoptar una postura ante los hechos, están en una constante incertidumbre ya que no saben cuantos les disparan, donde están, ni qué pretenden, ya que el asesino va disfrazado de policía, lo que les hace pensar que tampoco pueden acudir a ésta para que los defiendan.
La cinta juega con los silencios y pretende alertar sobre el peligro de la ultraderecha en Europa.
Está protagonizada por la joven Andrea Berntzen, que debuta en el cine, que está todo el tiempo en pantalla, y a decir verdad, transmite toda la angustia, el pánico y el terror que refleja su propio rostro de una manera que contagia al espectador.
El cineasta noruego Erik Poppe, del que ya se habían visto en España Mil veces buenas noches (2013) y La decisión del rey (2016) firma, según algunos, con éste su quinto título, su mejor largometraje hasta el presente que a pesar de su acción única no se hace pesar en el ánimo del público.
Premio Amanda a Andrea Berntzen y Solveig Koloen Birkeland. Premio Carlo di Palma a la mejor fotografía en los premios del Cine Europeo. Premio al mejor diseño de sonido en el Festival Kosmorama.
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