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CRITICA
Por: PACO CASADO
La acción se desarrolla en 1945 en Leningrado, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que tras el brutal asedio de las fuerzas nazi durante casi tres años, ha devastado la ciudad, ha derruido los edificios y a sus ciudadanos dejándolos en la miseria tanto a nivel físico como psíquico y aunque éste ha terminado, la vida y la muerte siguen combatiendo en el desastre que la guerra deja tras de sí.
En ese devastador panorama dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, sufren las consecuencias de una sociedad encasillada, anquilosada por las cicatrices de la posguerra mientras buscan dar sentido a sus vidas.
Iya, cuyo nombre en griego significa Violeta, también conocida como Dylda, debido a su altura y cuerpo algo desgarbado, trabaja de enfermera en un hospital, tratando de sobrevivir, cuidando a los soldados que han sufrido los desastres de la guerra, encontrándose con dramas peores que cuando estaban en combate, teniendo que vivir momentos dolorosos, vidas vacías y sin sentido y sin embargo colabora con Nikolay Ivanovich, el médico jefe, a resolver algunos casos para evitar sufrimientos a los que están internados.
Entre tanto y mientras su vida discurre, cuida a Pachka, un niño de pocos años, hijo de Macha, una amiga que lo tuvo durante el tiempo que estuvo en el frente.
Cuando ella vuelve, el niño ha muerto y Macha logra entrar a trabajar en el hospital.
En una inspección rutinaria, tras sangrar por la nariz, el médico jefe le descubre que tras el parto ha quedado estéril y no puede volver a quedarse embarazada.
Macha no obstante desea adoptar un hijo, pero mejor que eso le pide a Iya que lo tenga por ella, porque se lo debe, ya que el suyo murió en su ausencia y chantajea a Nikolay para que lo tenga con ella.
Esto es parte del argumento de esta película cuyo guion se inspira en el libro La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich, autora galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2015 que se nos antoja como los melodramas de otros tiempos, pero en ruso.
Al principio cuesta entrar en la historia y se tarda en saber cuál es la relación entre las dos mujeres y hasta qué grado llega su amistad como para hacer el sacrificio que Macha le pide a Iya de tener un hijo para ella si no hay algo más que se desconoce.
E l film consigue una buena ambientación de la época en la que se desarrolla la acción con un notable trabajo de las dos actrices protagonistas que llevan el peso de la historia que con ser interesante sin embargo nos resultan bastante frías en sus expresiones ante el duro drama que viven ambas por momentos tierna y a la vez brutal debido a las traumáticas heridas de la guerra.
Kantemir Balagov es un joven director ruso de 28 años que se dio a conocer con su ópera prima Demasiado cerca (2017) y ahora nos ofrece el segundo largometraje con 'Una gran mujer' (2019) que hace una denuncia de lo que sufrieron las mujeres durante el asedio y posteriormente en la posguerra, tanto materiales como espirituales, centrada en las dos protagonistas que tratan de recomponer sus vidas que bien pudieran ser dos de las muchas que participaron en la guerra en este drama psicológico lleno de sufrimiento y dolor, hábilmente dirigido con una narrativa densa en el devenir de los hechos que cuenta.
Un director que tal vez se le ha encumbrado demasiado pronto para su juventud, pero que a pesar de ello tiene aciertos.
Premio Asian Pacific a la fotografía y al guion. Mejor director y premio Fipresci en Una cierta mirada en Cannes. Apricot de plata en el Festival Golden Apricot Yerevan. Premio especial del jurado por su contribución artística en el F. de Lisboa & Estoril. Premio mejor film en el F. de Ljubljana y en Montreal. Premio mejor película y mejor actriz a Viktoria Miroshnichenko y Vasilisa Perelygina en el F. Sakhalin. Premio impacto en el F. de Estocolmo. Premio a mejor actriz a Viktoria Miroshnichenko y Vasilisa Perelygina y una mención especial en el F. de Turín. Premio del jurado en la Viennale.
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